Capítulo 3

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Capítulo 3


Scott Harrelson no fue mi primer amor, pero fue mi amor platónico durante un año entero. Soñaba con él, comía por él, respiraba porque existía, y eso que todavía no me había besado.

Tendría unos 14 años cuando lo conocí. Habíamos llegado a Arabia Saudí un mes antes y me costó adaptarme al nuevo instituto.

Mi padre, como agregado militar de la embajada, un puesto que nunca entendí y que conllevaba más responsabilidad de lo que yo imaginaba en aquel tiempo, se adelantó unas semanas para ahorrarnos, a mi madre y a mí, un nuevo comienzo de cero.

En cualquier caso, tampoco me importaba encontrar una casa habilitada y todo lo demás, lo que de verdad me preocupaba era comenzar en un nuevo instituto, cuando apenas me había acostumbrado al anterior.

Mi único interés consistía en pasar desapercibida. Mi cuerpo había empezado a cambiar y me sentía extraña de muchas formas.

Ya no solo era un país distinto, con distintas costumbres y un ritmo de vida diferente, con una casa en el distrito habitado por estadounidenses, casi todos empleados de Aramco, con más seguridad en su entorno que una base militar, sino que siempre me tocaba ser la nueva.

Eso llamaba la atención, para bien y para mal. Según mi punto de vista, cualquier cosa era para mal.

Siempre había parecido una potrilla, delgada y desgarbada, todo codos y rodillas raspados continuamente, pero a esa edad mi cuerpo decidió rebelarse y no obedecer a las leyes acostumbradas.

Mis pechos se hinchaban mientras mis caderas se redondeaban. Las hormonas, que recorrían mi torrente sanguíneo como un ejército de cosacos locos, hacían que me fijase en cualquier chico con cuerpo de hombre. Me avergonzaba y me excitaba que me miraran a su vez.

Fue una época extraña e inquietante. Acudía a las clases del instituto sin levantar la vista, y la primera vez que lo hice me encontré con aquellos ojos claros, inquisitivos, curiosos. Se me paró el corazón y seguí caminando, llevada más por la inercia que por otra cosa.

Más adelante me enteré de que el dueño de aquellos ojos era el hijo del director de los trabajadores estadounidenses de la Aramco en el país. A mí aquello no me decía nada. No tenía ni idea de la cantidad de gente que trabajaba para la compañía petrolera y los intereses internacionales que había en juego.

Solo sabía que Scott era muy guapo y que solía salir con la gente popular del instituto, categoría que se encontraba fuera de mi alcance. Parecía un adefesio con aquel cuerpo cambiante, lo mismo que mi rostro, que también se empeñó en transformarse, al mismo ritmo que el resto. Llevaba el pelo largo, no porque me gustase más, sino para aislarme del mundo. Con la cabeza baja, este me cubría la cara casi por completo, que era lo que pretendía.

Aparte de aquella vez que levanté la vista y me encontré con su mirada turbadora, nunca más intercambiamos otra, ni una palabra, ni un gesto. A mi corazón adolescente le bastó para enamorarse, esos pequeños detalles carecían de importancia.

Cuando salí un poco de mi aislamiento autoimpuesto, como cada vez que llegaba a un país nuevo, me hice amiga de un par de chicas, igual de impopulares que yo, pero que conocían todos los cotilleos de la urbanización.

Por ellas supe que Scott Harrelson estaba en el último curso, y se marcharía a finales del mismo a continuar sus estudios en Maryland. Por la misma vía me enteré también de que tenía una novia un año menor que él, o sea con 15 años, con pecho exuberante y curvas de infarto.

Calles sin almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora