Asuntos ilegales

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En todo Karmaland parece ser que solo hay dos personas que planifican las cosas con antelación y grandes expectativas, Luzu por necesidad o como un improvisado mecanismo de defensa y después tenemos a Vegetta, que lo hace simplemente porque así es él.

Y aunque es evidente que nada suele salirles como esperan prácticamente nunca, ellos siguen intentando, cosa que a día de hoy nadie termina de comprender.

Vegetta ha iniciado un conteo mental del tiempo que ha transcurrido desde que terminó la reunión y llegaron a su casa, justo antes de que la situación diese ese giro absurdo tan característico que conlleva estar en la cercanía de Rubius. Concluye en que han sido un par de horas como mínimo, lo que es prácticamente un nuevo récord que ya mas tarde tendrá que acordarse de apuntar en algún sitio.

Rubius ha saltado en su cama tan pronto como ha tenido la oportunidad y actualmente no deja de retorcerse entre las sábanas moradas con insistentes quejas —No necesito un doctor, y aún si lo hiciese no lo llamaría a él.

Vegetta finge no escucharlo y se gira para poder llegar a un acuerdo con la persona al otro lado de la llamada quien no deja de reír—.Avísame para desactivar las torretas cuando llegues.

Cuando finalmente cuelga, Vegetta se gira con el ceño fruncido para encontrarse a Rubius sosteniendo una almohada frente a su rostro de tal forma que únicamente sus ojos se asoman tras ella.

—Deja de hacer eso, no va a funcionar. —le advierte Vegetta mientras se acerca a pasó lento, agitando un dedo acusador en el aire.

La mano vendada de Rubius descansa inmóvil sobre su pecho y se encuentra agachado esas peculiares orejas suyas, mostrando lo que es su propia versión de la mirada de cachorrito lastimado que a Willy suelen funcionarle cuando realiza alguna actividad ilegal y no quiere cargar con todas las consecuencias, bien se sabe que Vegetta difícilmente puede reprocharle algo con esos ojitos.

—No estoy haciendo nada. —replica el castaño, siguiendo con atención los movimientos del otro hombre, hasta que finalmente este se sienta a orillas de la cama y Rubius decide que es momento de agregar mientras bate las pestañas —¿Ya hizo efecto? Eso fue rápido.

—Mira que para tener tanto sueño no pareces estar muy dormido ahora mismo. —Vegetta tira de la almohada para apartarla del rostro del otro hombre y no le hace falta usar demasiada fuerza ya que Rubius sólo puede usar la mano derecha para forcejear.

—Me duele la cabeza. —Resopla Rubius con exagerada fatalidad mientras que Vegetta descarta la almohada que le ha arrebatado en un costado de la cama.

—Si alguna vez me escucharas y te hubieses quitado esa sudadera, la fiebre ya se te habría ido bajando desde hace rato.

—No eres doctor, no sabes esas cosas.

—Ya, pero sólo hace falta usar un poco la cabeza. —la rodilla de Vegetta se hunde en el colchón para acercarse a Rubius en el centro de la cama sin tener que subir del todo—.Venga, te ayudo.

—Que a ti te guste andar sin camiseta por la vida, no significa que también tenga que hacerlo yo.

—Te tiene que dar un poco el aire a veces.

El castaño da un respingo y suelta un pequeño grito de alerta cuando las manos frías de Vegetta lo alcanzan, una de ellas se engancha en el borde al inferior de la sudadera y la otra se aferra al gorro con el que cuenta la prenda.

Vegetta logra mover hasta el borde de la cama la parte superior del cuerpo ya que la cadera del contrario está haciendo de eje, manteniendo las piernas en su sitio y dejando a Rubius; quien intenta zafarse del agarre lanzando el puño derecho a ciegas sobre su cabeza, en una postura no muy beneficiosa para su columna.

Como Un Niño Pequeño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora