-Ni se te ocurra moverte. -indica Vegetta, tomando rápidamente la espada que se encuentra sobre la mesita de noche y desapareciendo escaleras abajo para encargarse del intruso, dejando la puerta de la habitación abierta de par en par.
El sentido común le dice que debe aceptar que no se encuentra en el mejor estado de salud en estos momentos y que debería dejar eso de ir repartiendo golpes para Vegetta, pero la puerta está abierta y cualquier cosa podría estar sucediendo tras ella. Hay una gran posibilidad de que el hombre de ojos violetas necesite de su ayuda, ¿Se supone que él se quede en la habitación sentado sin hacer nada?
Aunque viéndolo por otro lado, sabe que Vegetta logra dar talla contra cualquier enemigo que se tope...de hecho, no recuerda cuando fue la última vez que ha necesitado su ayuda con este tipo de circunstancias, lo mejor sería permanecer aquí.
...Pero, tomando en cuenta que es literalmente imposible para cualquier ser vivo no moverse y estando convencido de que Vegetta no espera que permanezca realmente en este sitio exacto para el momento en que vuelva, Rubius decide hacer la segunda cosa más lógica que se le ocurre, la cual es obviamente ir tras él y ver que puede hacer para ayudarle.
Sigilosamente se acerca a la cocina y como había sospechado en mitad de su estado de negación luego de haber escuchado el sonido venir de la planta inferior; con sólo llegar al umbral de la puerta puede ver una serie de vasos y tazones rotos esparcidos por el suelo.
Naturalmente Rubius alberga dentro de si la pequeña esperanza de que todo haya sido sólo una mala jugada de la imaginación de ambos y en el mejor de los casos, los platos han caído de la encimera por alguna misteriosa y particularmente fuerte corriente de aire que se ha colado desde alguna rendija puesta estratégicamente en la habitación para disipar el humo de la cocina y no porque un extraño peligroso está rondando la propiedad.
Desgraciadamente, su realidad cabe dentro de lo segundo y Rubius no tarda en descubrir en el suelo un rastro de pequeñas huellas, seguidas del repentino crujido de las escaleras que perturba el silencio y le eriza la piel, aunque es mas bien un efecto de la fiebre.
Le dan escalofríos de repente y tal vez está comenzado a alucinar la bendita corriente de aire, porque juraría haberla sentido pasar a su lado.
Es imposible que el intruso haya avanzado tanto dentro de una casa a la que nadie debería ser capaz siquiera de acceder, ¿Y ahora acaba de abandonar la cocina bajo sus narices?
Como medida de protección se arma con la primera cosa que encuentra cercana, que resulta ser un rodillo de cocina y aunque no es lo que uno consideraría ideal, Rubius puede hacer que esto funcione si actúa rápido.
Se gira sobre sus talones y emprende la marcha de vuelta por donde ha venido, escuchando un arrastre en los pasos que ahora se encuentran en el piso superior. Esta intentando adivinar que dirección están siguiendo y no si el andar de aquel individuo indica algo, pero esos pasos llevan un ritmo bastante particular que lo desconcierta sobremanera e inevitablemente le invaden una serie de dudas.
Continua en su ascenso hasta que llega con rodillo en mano hasta el armario de Vegetta el cual se encuentra dispuesto provisionalmente y a causa de nuevas reformas, justo a la derecha del ventanal que da al patio. Al final del mismo pasillo se encuentra la habitación en la que el mayor guarda sus pertenencias más valiosas y siempre está asegurada, siendo aquel el sitio con más difícil acceso en el lugar, no debería preocuparse en mirar ahí.
Rubius frunce el ceño en concentración cuando llega al armario, el sonido dentro ahí dentro es más fuerte pero esta a simple vista vacío a excepción de las cajas y distintas ropas alineadas específicamente en su sitio.
ESTÁS LEYENDO
Como Un Niño Pequeño
FanfictionEn ocasiones no hace falta decir ni una sola palabra para saber las cosas y en otras se debe rogar que en el mundo hayan suficientes para cambiar algo. O donde nadie en Karmaland admite sus sentimientos a menos de que se trate de situaciones crític...