Mirando al expediente de cosas cuestionables que Vegetta realiza nos encontramos con que vierte su confianza casi plenamente en Willy. Eso resume porque cuando el albino le insiste en ir a cierta ubicación, alegando algo sobre Auron, agitando una nota con nombres y códigos indescifrables frente a su cara, Vegetta simplemente va al sitio con la esperanza de encontrar las respuestas que le promete.
¿Debió preguntarle de donde sacaba su información? Muy seguramente, pero ahora ya ha perdido la oportunidad y ni siquiera encuentra en si mismo las fuerzas para molestarse al respecto.
Siempre habrá tiempo para ello en el futuro y hoy ha sido una mañana inesperadamente larga, Rubius lo sigue sospechosamente callado, lo cual es mucho mas preocupante.
—¿Estas molesto? —Pregunta Vegetta como por séptima vez desde que se adentraron en los terrenos del bosque cercanos al pantano.
—Estoy bien. —le asegura el castaño quien se ha dado una ducha en contra de su voluntad y estaría quejándose al respecto si no fuese capaz de reconocer que le hacía falta.
Además, Rubius se consuela a si mismo con el delicado aroma de la camiseta prestada que lleva, es una mezcla de algún detergente de nombre elegante y la persistente sombra del perfume de cierto dueño suyo que ha quedado atascado entre las costuras, pero eso no es algo que realmente quiera decir en voz alta.
Vegetta tampoco dice mucho en el trayecto, ni de las sombras que parecen acechar entre los arbustos y que desaparecen en cuanto miras en su dirección, de las tétricas risas infantiles que acarrea el gélido viento, ni de la forma en que sus brazos no paran de rozar los de Rubius ahora que no lleva su sudadera.
Tampoco tendría mucho sentido decir eso último, después de todo es el tipo de cosas que un par de amigos jamás comentaría, porque no necesariamente significa algo.
En algún momento Vegetta enlaza su mano con las contrarias y aunque sea después de que Rubius casi tropezara con las raíces de un roble, podría considerarse un avance en la dirección indicada.
—Salió de la nada. —Se justifica Rubius, sin soltarlo.
Es un pequeño claro en donde aguarda la gran cabaña. Tiene un aspecto sencillo, acogedor y muy difícil de confundir con una tienda si no sabes cómo luce en primer lugar.
Dentro hay unas cuantas personas paseándose entre estrechas estanterías de pergaminos, libros de aspecto antiguo y pequeñas esferas de metal que sueltan chispas o chillidos. En cuanto la mirada de Rubius cae en una repisa con frascos de líquidos burbujeantes y unos extraños cofres tallados en piedra, Vegetta sabe que lo ha perdido y no puede hacer nada mas que dejarlo deambular por su parte, mientras él continúa hasta el fondo del local.
Ni siquiera se molesta en tocar, simplemente desliza el panel de madera para acceder al despacho de Merlyn.
—Que curioso verte sin la luna presente. —saluda la anciana, levantando la vista de un gran libro de delgadas paginas que revolotean por su cuenta hasta cerrarse—. ¿A qué se debe el placer?
—Supongo que estarás al corriente con los asuntos del pueblo, así que no voy a entretenerte con teorías, necesito que me digas como detenerlo.
La anciana eleva una ceja mientras sus manos delinean el contorno del libro antes de dar golpecitos en la cubierta, reflexiva—. Alguien va mucho más adelantado que tú y creo que ya está ocupándose de ello, no tendrías que preocuparte.
—Eso imaginaba, —murmura el hombre, escaneando con la mirada las estrechas estanterías de libros, decoradas con huesos, plumas de criaturas que prometen ser enormes y tarros llenos de polvo —Es una gran casualidad que haya explotado la casa de Merlon también.
ESTÁS LEYENDO
Como Un Niño Pequeño
FanficEn ocasiones no hace falta decir ni una sola palabra para saber las cosas y en otras se debe rogar que en el mundo hayan suficientes para cambiar algo. O donde nadie en Karmaland admite sus sentimientos a menos de que se trate de situaciones crític...