-¿Quieres tener la posibilidad de ver?- me dijo una voz desconocida en la calle.
-Soy ciego de nacimiento no me gustan esos chistes- le respondí, de mala manera.
-Puedo hacerlo, lo juro, pero tiene un alto precio- insistió.
-Pagaría cualquier precio por tener la posibilidad de ver, por poder ver a mis hijas por primera vez, por conocer la cara de mi esposa...- respondí sin ánimos de tener una respuesta.
-¿Pagarías cualquier precio?
-Si
-Concedido
No pasaron ni cinco segundo que, realmente, pude ver. Empecé a mirar a mi alrededor, buscando a esa persona que me ayudo, no se de que manera, pero lo hizo.
Pero no había absolutamente nadie.
Milagro, pensé.
Aturdido por las imágenes y colores que jamas había conocido, corrí las dos cuadras que me separaban de mi casa. Abrí la puerta gritando que por fin podía ver.
En el living de mi casa, mi esposa y dos hijas, tiradas en el piso rodeadas, de lo que supuse, era sangre.
-Cualquier precio...
Esas fueron mis ultimas palabras antes de acompañarlas a donde quieran que hayan ido.