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En un día cualquiera, donde de pronto ya no están abrazados entre sábanas bajo el cálido techo del apartamento del otro, tampoco están bajo ese gualdo manto, brillante y claro de la mañana que divide la habitación en tiras sobre la piel amada o de la luz molesta de los autos que por la noche desvela un montón de expresiones que sólo ellos conocen. No están tendidos en el césped del parque ubicado a la vuelta de la esquina como esperando el reverdecer de las hojas caídas, arriba de su inmenso aprecio, descollante y feliz, navegando con la brisa por un segundo como pequeñas esperanzas del futuro. Mucho menos están en el baño de un restaurante barato que huele a los platillos que uno de ellos no comería, de hecho, difícilmente podría rechazar una invitación considerada y cuando la mitad de su vida se la pasó en restaurantes de ese tipo, pero no es el punto, tampoco están sentados frente a frente en la mesa más cercana a la ventana de la cafetería para observar a través de esta como el vaho nubla la vista y sus reflejos contentados se guardan en sus memorias. Ya no estaban arrellanados en la misma cama, contando y escuchando las miles de frases que uno de ellos marcó en un libro añejo, quedando dormidos más tarde en un encaje perfecto. Ya no comparten el desayuno luego de hacer el amor en una fría mañana y mucho menos es uno de ellos quién prepara un café cargado y masajea las sienes hasta distender la temprana frustración de un nuevo día agotador.

Ya no son ellos. No son juntos. No son ambos. Son a parte. Separados. Alejados.

Perdidos de alguna manera.

...

Despertó con una fuerte jaqueca, esa que no lo deja dormir hace tres años, volviéndolo un hombre más intolerante y reacio. Siempre se acuesta en el mismo lado, sin necesidad de ver el espacio vacío que existe en su cama, seguro de que no le afecta, pues no es como si ese lado llevara así unos tres años. Nie MingJue se sentó en la orilla con ambas manos cubriendo su rostro, estirando la piel con una expresión somnolienta y así mismo, vuelve a tenderse para clavar la vista en el techo sin ninguna razón que lo explique.

Ya es una costumbre que el día comience para él con una jaqueca que sólo empeora extendiéndose las horas.

El trabajo siempre le gustó, odiaba no tener que hacer nada y si fuera así tomaría toda su frustración y estrés para consumirlo con ejercicio arduo. Siempre se sentía así y como si su cabeza fuera a explotar por alguna razón. La vocación del policía es importante, un compromiso grande y él es fiel a su profesión. Tantos años trabajando en la misma institución, por las mismas calles, con los mismos compañeros.

—Buen día, A-Jue. —Saludó Lan XiChen, dejando sobre su escritorio un café de la máquina.

Pero ni siquiera ese café es tan bueno.

—Buen día, XiChen y gracias. ¿Sabes que no tienes que hacerlo? —Alzó una ceja.

—Ah, lo siento, pero un café te mantiene muy despierto y veo que no tienes buen aspecto para empezar, ¿Haz estado durmiendo bien? —Se acercó, tomando asiento en la butaca de cuero negro de una esquina desde donde puede ver perfectamente como MingJue hace una mueca. Demasiado obvio.

—¿Cómo podría? —Dice, siendo más transparente. Pareciera que siempre fue así.

Su amigo suspira entrelazando sus dedos y mirando hacia arriba, pensando qué puede decir esta vez—. Esto no es bueno para ti, ¿No haz pensando en conocer a otra persona?

Sí.

Jodidamente sí.

Lo hizo.

Ese lado de la cama no ha estado vacío tanto tiempo, pero la verdad, nadie merece estar ahí más que Jin GuangYao.

Sé que mientes a ti mismo | Mo Dao Zu ShiWhere stories live. Discover now