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Se sintió extrañamente cálido durante la mañana; un exultante cosquilleo a lo largo de la piel después de transcurrido tanto tiempo y es grato, como si se hubiese dormido por varios días, aliviando casi todas sus dolencias. Al a penas despertar se quedó con la vaga idea de que quizás, como siempre, nada bueno podría haber sucedido, pese a las evidentes sensaciones que dejó la entrañable lumbre, seguía pensando que todo era inasequible para él, que no era merecedor de segundas oportunidades cuando siempre era propenso a tirar todo por la borda un montón de veces, tal como lacerar con mentiras y mostrar impunidad. A la visión de las albugíneas paredes, reparó en que se encontraba tan solo como en su pasada penuria y el corazón se le agitó, tal vez propenso a deprimirse tantas veces como pueda.

Con rapidez se incorporó, ahogando un suspiro trémulo al momento en que enterró sus manos en las sábanas por un extraño impulso y sintió como ese insoportable nudo se formaba en su estómago con dirección hacia su garganta.

Como si pudiera decir algo bueno.

Jin GuangYao caviló en su error y tal vez maldeciría a Nie MingJue, si tan sólo aún no lo amará tanto como lo había extrañado con fuerza durante tres años, con los sentimientos cristalizados en culpa.

Pudo haberlo sacado de su casa a los golpes si era necesario, simplemente por su bien, por el bien de ambos, para no seguir pisoteando los pequeños trozos que eran.

Sin embargo, una parte desértica de su ser lo pedía, siempre lo pedía, lo reclamaba, le gritaba, una vez más sediento de él.

Y el hecho estaba, por supuesto, no había nada que a la fuerza pudiera cambiar para un futuro propicio ya que siempre tomó decisiones equivocadas en su vida y en ningún momento de esta pensó que una podría ser desempolvar sus entrañas por el único hombre que lo había convencido de ser una joya valiosa entre un montón de adoquines.

El sol ni siquiera calentó su rostro mortecino, tal vez era demasiado indigno para algo más radiante y en su lugar, sintió el frío recorrer su médula mientras se deslizaba lentamente fuera de la cama, consciente de su desnudez y con orbes sombríos hacia el siguiente umbral.

Nie MingJue es su talón de Aquiles, de alguna manera no es tan insufrible, aunque tan lejos de él sentía que era capaz de desmoronarse, ser un montón de guijarros que él podía pisotear adrede.

Así que cuando no lo encontró, pudo comprobarlo. Sintió amargas ganas de llorar, porque miraba todo su alrededor y no había nada.

Nada que pudiera atribuirle a la noche anterior. 

Tal vez no era el único que pensaba en el inestable camino que siempre tomaban.

—MingJue... —La estabilidad quebrantada en su voz y la mirada perdida en prácticamente nada, fue un pensamiento en alto. ¿Es esa una cruel vindicta? ¿Usarlo y abandonarlo, como a una prostituta? ¿Acaso sabía lo grave que era hacer recordar cómo acontecieron los orígenes de los vástagos?

Oh.

Se congeló por completo cuando algo, para su sorpresa, cayó sobre él con gentileza. Una manta suave, acogeradora y de un tono azulino.

Inmediatamente se volteó, pestañeando un par de veces.

—¿Nadie te ha dicho lo extraño que eres? Sólo tú podrías quedarte de pie entre la nieve mientras tus manos o pies se congelan. No entiendo porqué. —Dijo Nie MingJue con extraña gentileza y algunas gotas de agua cayeron por su frente, encontrando su delineada mandíbula, como una caricia fantasmal—. Tomé un baño, si no te importa.

Jin GuangYao sintió que se debilitaban sus piernas y que pronto iba a caerse de rodillas como en venia ante él. No lo desaprovecharía, si tenía que esclarecer sus puntos, primero tomaría todo lo que Nie MingJue aún tenía que darle y si no era así, Jin GuangYao también tenía algo que dar.

Sé que mientes a ti mismo | Mo Dao Zu ShiWhere stories live. Discover now