Capítulo.1

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Ya habían pasado 5 años desde que los hermanos Pevensie y Davis regresarán a Narnia y en Narnia han sido 3 años. Los cuatro reyes de Antaño contaban las aventuras que tuvieron en Narnia junto a su hija, a Peter, Edmund y Lucy les costaba contar la última visita a Narnia, durante los cinco años de nuestro mundo, Peter estudiaba sin descanso para un examen y aprovecharía sus vacaciones para prepararse con clases particulares del profesor Kirke, en cuya casa los cinco niños tuvieron fantásticas aventuras mucho tiempo atrás, en los años de la guerra. Si el profesor hubiera vivido aún en aquella casa, los habría recibido a todos. Pero, por diversas razones, se había empobrecido desde aquellos lejanos días y ahora habitaba una casita de campo con un solo dormitorio para alojados. Llevar a los otros tres niños a Norteamérica resultaba demasiado caro. Susan fue la segunda en irse a Norteamerica, los adultos la consideraban la belleza de la familia, aunque no una buena estudiante últimamente. Por eso, mamá dijo que “ella iba a aprovechar mucho más un viaje a Norteamérica que sus hermanos menores”. Edmund y Lucy trataron de no envidiar la suerte de Susan, pero era demasiado espantoso tener que pasar el tiempo en casa de sus tíos. Pero lo único que les podía poner de buenas es poder visitar de vez en cuando a la señora Amelia. La gente notaron la ausencia de Catalina, en especial la escuela, la señora Amelia solo decía fue a vivir a NorteAmérica con uno de sus hermanos mayores. Nadie más volvió a preguntar sobre la hija de los Davis. Un edificio dónde están reclutando a muchachos mayores de edad para el ejército,
habia una fila de muchachos jóvenes y al frente estaba Edmund.

—¿Seguro que tienes 18? —Pregunta el soldado, viendo de pies a cabeza al pelinegro.

—Sí, ¿Por qué? ¿Parezco menor? — Preguntó Edmund.

El hombre estiró su mano y Edmund le dió su carnet de identidad.

—¿Alberta Scrubb? —Preguntó el hombre al ver el nombre en la identificación. 

—Es un error ortográfico, debieron escribir Albert. A Scrubb —, responde Edmund.

—¡Edmund! ¿No ibas a ayudarme con la compra? —pregunto Lucy apareciendo en la puerta.

Edmund bufó, tomando su no identificación y fue hacia Lucy, no sin antes de que un muchacho en la fila le dijera:

—Más suerte la próxima vez niño.

A fuera del edificio

—¿Niño? —Se quejaba Edmund mientras ayudaba a Lucy con las compras —. si era dos años mayor que yo, soy un rey, he peleado en batallas y dirigido tropas.

—No en este mundo —, respondió Lucy para después observar a una pareja.

—Si aquí en cambio tengo que combatir a Eustace Clarence Srubb, si es que alguien merece ese nombré.

Lucy no le presentaba la atención, ya que aún observaba a la pareja de jóvenes, el chico le hablaba a la chica en el oído y está se colocó un mechón detrás de su oreja. Lucy hizo lo mismo, y Edmund lo noto.

—¿Qué haces? —Pregunto su hermano.

—Nada, vámonos ya—, respondió rápido Lucy y empezaron a caminar a la casa.

...

En la casa de los Scrubb había un niño llamado Eustace Clarence Scrubb y casi merecía ese nombre.

Sus padres lo llamaban  Eustace Clarence y sus profesores, Scrubb. No puedo decirles qué nombre le daban sus amigos, porque no tenía ninguno. El no trataba a sus padres de papá y de mamá, sino de Harold y Alberta. Estos eran muy modernos y de ideas avanzadas. Eran vegetarianos, no fumaban, jamás tomaban bebidas alcohólicas y usaban un tipo especial de ropa interior. En su casa había pocos muebles; en las camas, muy poca ropa, y las ventanas estaban siempre abiertas. A Eustace Clarence le gustaban los animales, especialmente los escarabajos, pero siempre que estuvieran muertos y clavados con un alfiler en una cartulina. Le gustaban los libros si eran informativos y con ilustraciones de elevadores de granos o de niños gordos de otros países haciendo ejercicios en escuelas modernas. A Eustace Clarence no le gustaban sus primos, los cuatro Pevensie, Peter, Susan, Edmund y Lucy. Sin embargo, se alegró mucho cuando supo que Edmund y Lucy se iban a quedar durante un tiempo en su casa. En el fondo le gustaba mandar y abusar de los más débiles; y aunque era un tipo insignificante, ni siquiera capaz de enfrentar en una pelea a Lucy ni mucho menos a Edmund, conocía muchas maneras de hacer pasar un mal rato a cualquiera, especialmente si estás en tu propia casa y ellos son sólo visitas.

Las crónicas de Narnia: La travesía del viajero del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora