Capítulo 7

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El dolor acorralaba su barriga, no aguantaba más. Torrentes de agua brotaban de sus ojos, humedeciéndole los pómulos. Gritos de agonía retumbaban en las paredes sucias. Margarita se sostenía el estómago, mientras yacía acostada en el suelo frío, que le causaba espasmos por todo el cuerpo.

La triste voz de Jeison casi no se entendía en medio de sus sollozos y era lo único que lograba que ella mantuviera las fuerzas. El frío enroscaba a Margarita completamente, dejándola con un dolor más fuerte del que nunca hubiera imaginado. El terror que se hospedaba en su interior, no era comprable con el dolor. Temía por la vida de su bebé, por la de ella, por lo que le pudiera pasar a Jeison si moría.

Jeison acariciaba el pelaje marrón de su nuevo perro, cantando y llorando. El cachorro le lamía las manos blancas. Jeison miraba la puerta metálica, esperando que su tía saliera en cualquier momento, sana y alegre como siempre. Sólo oía sus gritos de dolor, de impaciencia, los reclamos para que lo que estuviera atormentándola, la dejara en paz. Jeison sentía un remolino de cosas en su estómago, estaba nervioso. Podría calificarse como la primera vez se sintió tan mal, ni siquiera cuando su padre se fue. Miró sus pequeñas y débiles manos, si tan solo pudiera abrir la puerta.

El dolor cesó, y un silencio sepulcral se emitió desde ahí dentro. Margarita dejó de gemir de dolor, tratando de controlar las lágrimas, pero no podía. Una patada en su vientre la hizo sonreír, no estaba muerto, y ella tampoco. Unos retumbos en la puerta la hicieron gatear hasta las gradas. Por el dolor tan fuerte, había caminado hasta el suelo, hasta terminar tirada en él. La puerta trataba de levantarse para arriba, y lograr ser abierta. Margarita no podía hablar, a excepción de soltar gritos inaudibles. Pegó la mano derecha en su vientre, y con la izquierda golpeó la puerta con las pocas fuerzas que le quedaban. Cerró los ojos, y dejó de sentir frío, no sentía ni su propia respiración, ni el latir de su corazón, se comenzaba a ahogar.

Jeison jalaba de la manivela con fuerza, pero se mantenía la puerta cerrada. Dejó de escuchar a su tía gritar, y se preocupó más de lo que ya reflejaba su propia actitud. Un escalofrío lo hizo soltar la manija, algo golpeaba la puerta débilmente. La ligera sombra de algo flotando salió de abajo, y se posó enfrente de Jeison. A Jeison le temblaban las manos, y los nervios se esfumaron. Una corriente pasó por su cabello cuando la sombra lo tocó, y bajó hasta el cuello. Miraba asustado a la sombra que no tenía rostro. No existía cosa alguna en ese manto negro, no más que un hueco en la parte del corazón. La sombra se arrimó al cachorro, y este comenzó a gimotear como lo hacen los perros.

La sombra le tocó la cabeza, y el cachorro aulló de sufrimiento. Aunque no se pudiera ver, podía sentirse que la sombra sonrío descaradamente, y un gruñido salió de su negrura cuando el perro mordió su mano sin vida. No le dolió, pero si le molestó un poco. Dejó al perro tranquilo, no merecía la angustia que le estaba proporcionando, además de recordarle a alguien igual, que algún día le permitió ser feliz, que un día se le fue arrebatada.

— ¡Deja a mi tía! —Jeison corrió directo a la sombra, y esta se desvaneció cuando él estuvo muy cerca. Apareció detrás de él, queriendo abrazarlo y jugar, pero Jeison se rehusó y nuevamente sintió miedo.

La sombra se volvió a ir, y entró en la parte baja de la mansión. Margarita respiraba con dificultad y mantenía los ojos cerrados.

Veía a Jeison jugar con su bebé, a los tres riendo bajo el árbol de manzanas. Se veía a ella estudiando medicina, y arrullando a su bebé. No soportaba permanecer tirada en esas gradas frías, a punto de desfallecer. El vientre le daba vueltas, quería vomitar, pero ni para eso conseguía sacar algo de fuerza. El miedo la mantenía paralizada, y visualizaba la silueta de un hombre al lado suyo. Pese a al malestar que procedía por culpa de ese hombre, una leve sospecha de que quería se implantó en su mente. La sombra se acercó a su rostro moreno, y la inspeccionó con detenimiento.

¿Qué era eso? ¿Acaso el fantasma que deseaba venganza sentía admiración por la fortaleza de la mujer? Nunca se supo. No tenía los ojos cerrados, como se pensaba, solo entre abiertos.

— ¿Andrés? —pronunció Margarita con pesadez. La sombra se alejó con cuidado. Margarita alargó la mano para tocarlo, y al sentir la nada sonrío. Estaba dispuesta a pensar que aquello no era un demonio, como había creído en un principio, sino un fantasma, lo sabía por su forma de actuar—. No, no te vayas ahora, porque volverás en cualquier momento, y sé que no lo harás con buenas intenciones. —Prosiguió al ver que la sombra se distorsionaba, pero no era él el que se iba, era ella—. ¿Por qué haces esto?

Cerró los ojos, y dejó caer la mano a un lado. El filo de la grada aplastaba su muñeca, y si se le profería más fuerza, moriría por el desangre de la cortadura de una vena. La sombra se aproximó, no la mataría aún, faltaba mucho para lo que quería. Aparte de haberle agarrado un tenue cariño a ella, al igual que lo había hecho con Jeison. Pero tenía claro que cuando llegara el momento, uno de los dos se iría.

La puerta se abrió, y un chirrido se oyó por toda la zona. Jeison abrió los ojos. El sol le pegaba en la cara y el cachorro dormía plácidamente en su regazo. Vió a su tía en las gradas, y corrió a ella. Aún respiraba. Jeison le tocó la cara, le movió los hombros con fuerza y le gritó cerca del oído. Margarita no se inmutó, y abrió de poco a poco los ojos. Cuando los abrió totalmente, percibió el sol en su rostro, calentándola atrevidamente, el tacto de las manos de su sobrino en sus hombros, y el olor a algo quemado.

— ¡Tía! —gritó con emoción Jeison, mientras lagrimeaba. Abrazó a Margarita por el cuello y le besó la frente como su padre hacía con él.

Margarita se trató de levantar, pero las fuerzas habían recaído tanto, que no podía. Jeison la ayudó a sentarse, y se fue por un bordón para que se apoyara. Margarita subió las últimas gradas lentamente, ya no había dolor de estómago, solo el de la rodilla.

Entraron en la mansión, y se acercaron a la cocina por mandato de ella. Los vegetales se habían arrugado y quemado en la parte baja, mientras que el agua se consideraba inexistente. Continuaron hacia el sofá. Margarita recostó la cabeza en uno de los almohadones y sostuvo la manita de Jeison. Él la miraba preocupado, y con los ojos hinchados por las lágrimas, y grandes por su forma natural.

—No estés preocupado cariño —dijo con nostalgia Margarita.

—No estás bien tía, y mi amigo ha tenido la culpa de eso —Jeison bajó la mirada apenado.

—Ahora tienes un nuevo amigo Jeison, sé que estás también triste porque lo creías bueno. Pero ahora está ese pulgoso, y conozco muy bien como reaccionarás, tu padre era igual, amaba los animales y ayudar a la gente cuando estaba mal. Él era muy..., fuerte, como serás tú.

— ¿Y mi madre? —Margarita miró el techo y habló.

—Ella era hermosa, con el pelo rubio, extranjera. Tan confiada como tú, con esa piel blanca pálida. Aunque muy dependiente, diferente a ti y a mí hermano.

— ¿Y donde está ahora? —no quería responderle eso, si lo preguntaba era que su hermano jamás le había contando. Había roto los lazos con su hermano por eso, por lo que le había pasado a Mary—. ¿Tía? Papá nunca me lo ha querido decir, no bien, sólo dice que en un lugar mejor, donde está cuidada por hombres y mujeres de blanco. Cuando íbamos a la iglesia, el padre hablaba de lo mismo, que es donde habitan los ángeles. ¿Ella está muerta?

Margarita palideció, su sobrino no era tonto. Las fuerzas se le fueron recuperadas, y logró sentarse correctamente. El frío de siempre se ubicó cerca. No era como el frío por la lluvia, o el de la noche. Era un frío horrible, que congelaba lo más profundo de una persona, se trataba del frío de algo muerto. Apretó la mano de Jeison y le dio una ojeada a lo roja que estaba.

—No Jeison, tu mamá no está muerta. Tu mamá está en un hospital psiquiátrico.

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:C Se esperaban eso de la mamá?, seré sincera al principio se suponía que Mary estaba muerta, peeeero mientras escribía me salió solito y preferí dejarlo así xD

Dulcedinem Irae ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora