—Quédate aquí —le ordeno a Gabe mientras me levanto del suelo y salgo corriendo —¡Escóndete! —le pido a lo lejos, ya que está paralizado, entonces reacciona, así que se oculta tras una pared.
En el camino me cruzo con Julius, el cual me detiene, su sonrisa arrogante es más que molesta, así que frunzo el ceño.
—Tú también estás en esto, todos ustedes.
—¿Qué te pasa? —expresa tranquilo —Estamos festejando y tú te frustras, antes no eras así.
—En tu imaginación —exclamo fríamente, entonces se ríe.
—Cálmate, te juro que tu amiga no sufrió, me encargué especialmente, para que veas que me preocupo por ti.
¿Por qué no me sorprende?
Entrecierro los ojos, mirándolo con puro odio.
—¿No te das cuenta de lo que acabas de decir? Psicópata.
Se ríe y luego frunce el ceño.
—Estoy cansado de que me ignores —Me golpea.
Al sentir el impacto y caer al piso, rápido hago un movimiento desde abajo, entonces lo tacleo de una patada, así que el tropieza también. Aprovecho para sacar mi arma blanca, para así asesinarlo fríamente y sin remordimientos, clavándole directamente el afilado cuchillo en la frente. Le quito el puñal de su cabeza de la misma manera brusca en que lo ataque, luego me levanto de sobre él, dejando su cuerpo inerte en el suelo. Camino manchada en sangre, con una mirada fría, pasando a través de los pasillos, hay gente muerta por todos lados. Fuera de la mansión se oyen gritos, la masacre ha empezado y no tiene piedad.
Debo asesinar a la Señora Atiye, para poder evitar más muertes de inocentes. Si mato a su jefa, los demás no sabrán qué hacer, de esa forma me vengaré y de paso me dará más tiempo para huir.
Regreso a aquel comedor, hay personas comiéndose a otras, como si fuera una película de terror de zombis, pero somos peor que eso, porque se supone que tenemos conciencia. No entiendo como no lo pueden ver, no comprendo como no lo vi antes, esto es demasiado atroz y definitivamente no es lo que quiero para mi vida.
—¡Atiye! —Llamo a la líder, la cual toma una copa de vino, tranquila en su asiento como si nada pasara.
La mujer sonríe con satisfacción.
—Volviste, traidora —declara pacíficamente.
—Necesito matarte —confieso, entonces comienzo a correr, salto sobre la mesa y avanzo lo más que puedo para acercarme a ella —¡Morirás! —La ataco.
Atiye me tira el vino en la cara, el cual me ciega porque descubro que no es lo que creo, ella aprovecha para levantarse y también sacar un cuchillo, esquivo su golpe, entonces hace una carcajada.
—¿Eres idiota? —se burla —Tengo más de setecientos años y tu tan solo eres una jovencita, necesitas mucho que aprender.
Bajo de la mesa y algunos me rodean.
—Pero necesitas respaldarte en tus secuaces —le aclaro y eso le molesta —. Vamos anciana, si no lo haces tú, ¿qué clase de respeto quieres impartir? —ahora la provoco yo, entonces funciona porque se me acerca.
Que equivocada estoy, ya que sonríe cuando las puertas se abren, han atrapado a Gabe. Maldición, me he confiado. Sin embargo, el miedo no se apodera de mí y me mantengo centrada.
—¿Te rindes? —expresa Atiye con confianza.
—Sí —miento y en un movimiento sutil agito la mano, cortándole la garganta.
La sangre sale a borbotones manchando a los de su alrededor, incluyéndome, así que ante la perplejidad de los presentes, empujo a uno y salgo corriendo hasta Gabe, al cual le tomo la mano mientras se queda en estado de shock, por toda la situación traumatizante, entonces al fin podemos huir.
Ya fuera de la mansión y con la nieve que llena el camino, abro una pequeña compuerta, sacando unos explosivos, los apoyo en la posición indicada, para luego irnos corriendo. Avanzamos por el lugar frío, todavía se pueden oír gritos, pero no nos dirigimos al pueblo, nos detenemos en un sitio bastante aislado de allí.
—¿Y ahora qué? —expresa mi amigo confundido.
Miro en dirección a la mansión, puede escucharse una explosión y verse el humo del fuego a lo lejos, luego vuelvo a observar a Gabe.
—Hay más de nosotros en otros lugares —comienzo a explicarle —. Tarde o temprano descubrirán lo que pasó y vendrán por mí, es evidente que tendré que vivir huyendo —El viento mueve mi cabello, pongo un mechón negro detrás de mi oreja, pero no me distrae de mirarlo —. Deberías irte —le aclaro —. Creo que me dijiste que tenías familia en otra parte, puedes recomenzar por ahí.
—¿Qué? —expresa impactado —No.
—Todos han muerto —refiriéndome al pueblo.
—Sí, pero...
—Debes largarte, no es seguro, te encontrarán si te quedas.
—Es que... ¿No puedo acompañarte? —pregunta incrédulo, aunque yo quedo más confundida ante su pedido.
Río nerviosa y bajo la vista.
—¿Qué dices? Viste todo lo que pasó allí dentro.
—Con más razón, no puedo dejarte —Toca mi barbilla y levanto mis ojos verdes a observarlo otra vez.
—Es peligroso.
—¿Y?
—Soy un monstruo —le recuerdo angustiada, casi puedo sentir un atisbo de mis sentimientos queriendo salir, a través de la sensación de mis ojos humedecidos.
—No lo creo, hay más en ti —confiesa.
—No puedes venir, no tendría sentido.
—Nada tiene lógica luego de todo lo que ocurrió —Acerca su rostro al mío y me paralizo —. Estoy asustado, pero no quiero alejarme de ti.
—¿Qué quieres decir?
—Que siento lo mismo, que no me importa lo que seas, quiero acompañarte de cualquier forma, es lo que más deseo.
Mi corazón se acelera.
—Estás loco.
—Loco por ti —Me besa y le correspondo, rodeo mis brazos alrededor de su cuello, entonces nos quedamos juntos aunque el frío nos inunde.
Así es como comienza nuestro escape, con un beso entre aquella nieve blanca y el recuerdo de aquel rojo sangriento veintinueve de febrero, una maldición que incluso puede seguirme por siempre.
El fin.