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Las luces de colores alumbraban su piel y el lugar, ambientado con la música que le permitía hacer movimientos sensuales para enloquecer a su público. Poco a poco la tela de la gabardina roja que traía encima fue cayendo hasta tocar el piso, dejando relucir su bien tonificado cuerpo en los lugares indicados, los cuadritos adornados con una pechera de cadenitas color oro que hacían un suave sonido metálico al chocar, mientras el pelirrojo danzaba alrededor del tubo de pole dance.

Sus movimientos ágiles y su belleza, capaz de atraer clientes de cualquier inclinación, fueran hombres dominantes o sumisos, homosexuales o heterosexuales, todos se perdían en su danza por un motivo aún mayor a los dos anteriores.

Chuuya Nakahara adora su trabajo.

Aunque la mayoría de los que trabajaban en ese club lo hacían más por necesidad o por llevar ya arraigado aquel estilo de vida, pocos eran los que hallaban el placer en su labor, por muy antitética que fuera para los ojos de cualquiera que se llamara a sí mismo "decente".

El pelirrojo había llegado hasta ahí luego de pasar años en las calles, solo, sin comida ni techo. Koyou Osaki, una mujer de finas curvas la cual era la patrona del lugar, lo acogió, le permitió quedarse en el viejo cobertizo del club y cuando estaba cerrado, Chuuya bajaba a ayudar con la limpieza del bar. Poco a poco descubrió que su afición era bailar, era ágil, aprendía rápido y tenía un don para embelesar a quien lo mirara, así que tan pronto tuvo la edad, empezó a bailar. Una idea netamente suya.

En cuestión de un año se volvió la atracción principal del club.

El Lobo Azul es el nombre del lugar, un club de pole dance donde los hombres asalariados y peces gordos iban a despilfarrar su dinero con chicas lindas. Tenía dos secciones. La principal es donde las chicas trabajan, mientras que cerca de la entrada trasera, un pasillo color púrpura con luces tenues conduce a las escaleras que llevan a la segunda planta del club, donde las chicas entretienen a aquellos que tienen suficiente dinero para pagar por un baile privado y gastan mucho en alcohol.

Incluso los yakuzas más buscados acudían como cualquier otro en busca de entretenimiento de una noche, siendo de los que más despilfarran.

Chuuya era de los escasos chicos que bailaba allí. Habían dos más; travestís operados, cabe mencionar. El pelirrojo era el único que no necesitaba las curvas de las féminas para lograr acaparar la atención de los clientes que por uno u otro motivo tenían "curiosidad". Los viernes por la noche, cerca de medianoche, le petit rouge hacía su aparición en el escenario principal, y vaya que recibía muchas propinas sin necesitar un par de tetas para variar.

Aquella noche de viernes la mafia portuaria ingresó al local, no era necesario armar barullo para acaparar la mirada de los demás clientes, su mera presencia era suficiente. El grupo ocupó una mesa en el medio del salón alrededor del escenario principal, entre ellos el demonio prodigio de la mafia, Dazai Osamu, se hallaba poco interesado en la vista en general. Habían chicas de todos los gustos por donde mirase: altas, bajitas, cuerponas, delgadas, rubias, morenas y hasta extranjeras. Ninguna llenaba sus expectativas por ahora.

El volumen de la música disminuye y el Dj anuncia la principal atracción del lugar para esa noche.

—   ¡Para ustedes, Le Petit Rouge! — exclama antes de concluir. El joven ejecutivo no pone mayor atención a sus palabras, su mente divaga en otras cosas.

Como probar algún nuevo método de suicidio.

Aprovechando que está allí rodeado de chicas, quizás pedirle a alguna un suicidio doble, quién sabe y tal vez, salía exitoso y la estúpida chica aceptaba.

La pista empezó a sonar entre los aplausos y algarabía del público. La melodía lenta, seductora y embelesante de Earnet It de The Weeknd, en versión extendida, empezó a sonar mientras él se adueñaba del escenario y las miradas. Así, mientras Chuuya se preparaba para lucir encantado sus dotes y flexibilidad sobre el escenario, con miles de ojos sobre sí, un par de ojos color avellana con un toque oscuro como borgoña, observaba su show por primera vez.

𝐋𝐚 𝐀𝐥𝐞𝐠𝐫𝐞 𝐕𝐢𝐝𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐒𝐭𝐫𝐢𝐩𝐩𝐞𝐫. «𝙎𝙤𝙪𝙠𝙤𝙠𝙪»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora