.3.

3.4K 466 380
                                    

Lo que había descubierto poco después del desplante de su jefe inmediato lo había dejado de piedra. Para Akutagawa, no era un problema que su jefe se revolcara ocasionalmente con alguna puta, al fin y al cabo él también era de carne y hueso, el cuerpo tenía sus necesidades. Pero de eso, a estar obsesionado con un vulgar stripper y descuidar incluso su propio trabajo, lo hizo creer que el tipo era una pésima influencia para su modelo de vida.

Por eso, cuando el Boss lo citó a capítulo y le encargó la tarea de mantener ocupado a Osamu con algunas misiones que él mismo le encargaría, no tuvo objeciones que cuestionar.

Desde lo del secuestro habían pasado dos semanas, tiempo prudente para que Osamu bajara la guardia y creyese que Mori solo quería advertirlo con que podía disponer de todos los recursos si volvía a descuidar sus obligaciones. Ahí entraba en pantalla Ryunosuke. El moreno con dos mechones blancos en las patillas de su cabello, se presentó temprano en la residencia oculta de Osamu para darle instrucciones escritas por Ougai para partir de inmediato con el chico, su equipo y el de Odasaku además del mismo Oda, a una misión en China para liquidar cuentas pendientes con un antiguo socio que le debía una cuantiosa suma de dinero por una entrega ya realizada por la Port Mafia.

Dazai se arregló a velocidad y ya saliendo, tecleo algunas palabras en su teléfono celular, las cuales envió ya dentro del vehículo negro blindado.

Chuuya estaba en el club ensayando a esas horas, le gustaba llegar temprano y ser de los primeros en ocupar el escenario para planear su rutina, algo que había acordado con el mafioso era que seguiría ganándose el pan a su manera, y a cambio Dazai lo dejaría bailar siempre y cuando no se desnudara por completo en la tarima. Él mismo lo convenció de que no le hacia falta hacer eso para encantar a su público, y si, remotamente hablando, sus ganancias disminuían, él le daría el doble para compensar el daño. A Chuuya le parecía un trato justo, al menos para él.

Pero cuando pasaron tres días sin recibir siquiera una llamada o un segundo texto del castaño luego de avisarle que saldría de la cuidad por trabajo, comenzó a pensar que algo andaba ligeramente mal. Tenía una especie de nudo en la garganta todo el día y hasta el agua le dejaba un mal sabor de boca, como si supiera que las cosas iban a acabar llegando a él todas juntas, fueran buenas o malas.

Esa semana Koyou había acogido a otro muchacho de las calles, tenía diecisiete años y una carita sonriente que te invitaba a cruzar palabras con el amable chiquillo, pero Nakahara necesitaba su espacio, así que decidió que era tiempo de dejar el cobertizo del club para el albino esbelto de ojos monocromáticos, violeta y dorado respectivamente, que respondía al nombre de Atsushi. Había llegado el momento de aceptar la habitación que Dazai tanto había insistido en que usara desde que hablaron del secuestro, insistiendo en que no podría estar más seguro en otro lugar que allí en su espacioso departamento. Incluso le había dejado la clave grabada en su teléfono sin darle tiempo a replicar. Tampoco supo porqué no la borró.

Chuuya quizo convencerse a sí mismo de que solo era mientras terminaba de ahorrar para el abono de su propio espacio, y que no sentía curiosidad de saber por qué Dazai no contestaba sus mensajes.

...


Una semana. Era el tiempo que llevaba postrado en la sala ajena esperando cada día ver a Osamu atravesar la puerta de madera de roble, el pelirrojo empezaba a inquietarse ya, cuando por fin escuchó la clave numérica anunciando que alguien ingresaría por esa puerta.

Chuuya juraba que al fin podría dormir con la mente en paz hasta que vio entrando a un hombre un par de centímetros más alto que el castaño, con el pelo oscuro en un rojo borgoña y una leve barba de apariencia rasposa pero escasa. No lo conocía pero él si a Chuuya.

𝐋𝐚 𝐀𝐥𝐞𝐠𝐫𝐞 𝐕𝐢𝐝𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐒𝐭𝐫𝐢𝐩𝐩𝐞𝐫. «𝙎𝙤𝙪𝙠𝙤𝙠𝙪»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora