La rutina. No cambia, siempre es de la misma manera. Me levanto, me ducho, desayuno y me voy a tomar el tren de las 8:15 para llegar a mi trabajo a las nueve. A veces, veo las mismas personas en ese tren, hartas de la monotonía, cansados de tanto mal vivir. Siempre me siento en la parte posterior junto a la ventana, ahí puedo ver la ciudad y desaparezco así de este mundo. Ese tiempo en el cual me pierdo observando, me olvido de mi soledad, De cuán vacía me siento. El chillido de los frenos me devuelve a este mundo. Desciendo y continuo con mi predecible vida. Al llegar a mi trabajo, mi jefe solo grita todo el día. Todos tenemos que pagar por la incompetencia de algunos en aquel lugar. Termino de laborar y nuevamente tomo el tren para llegar a mi casa. Una vida muy normal y corriente ¿no? Pero siempre existen momentos que te sacan de la rutina que te abate. Un 24 de Agosto de 1985 caminaba hacia la estación de trenes, distraída, cansada de siempre dar los mismos pasos, ver siempre los mismos edificios. La distracción se fue cuando tropecé con un hombre. Todos los papeles que él llevaba se fueron junto con el viento y cayeron en un pequeño lago que había cerca. No había tenido el tiempo de verlo con exactitud hasta que nuestros ojos se cruzaron. Era alto, tenía la piel como el dulce caramelo, sus ojos eran como soles que hacían que me deslumbrara. Sentí el tiempo correr, pero no podía quitar la mirada de su ser. Un lo siento fue lo único que pude decir ante aquella situación. El asintió y me dijo su nombre. David Herman. Ese nombre no saldría de mi cabeza en lo que quedaba del día. Casi llegaba tarde para el tren pero logré entrar. Me senté y como siempre mi mirada se perdió en la ciudad, pero esta vez pensado en David. No se por que me sentí completa al pensar en él. Al llegar a mi trabajo, no podía concentrarme. En mi mente solo existía una sola cosa, el nombre de ese hombre que quizás nunca volvería a ver. ¿Qué era eso que sentía en mi estómago? ¿Maripositas? ¿Acaso descubrí lo que es el amor a primera vista? Tal vez. El reloj me informaba que era hora de irse a casa. Caminaba desesperanzada, aferrandome a la idea de que no volvería a ver a David. "Fue bueno mientras duró" me dije a mi misma. Cuando me subo al tren veo que hay alguien sentado en el lugar que suelo sentarme, pero a su lado está el otro asiento vacío. Caminé molesta hasta que me senté.
Acomode mi bolso de tal manera que le daría en leve empujón. "Debería tener cuidado". Esa voz, ¿dónde la había escuchado? Lo mire y no podía creerlo. Era aquel hombre que no salía de mi mente. "Perdón, no fue mi intención" no pude decirle más. Estaba tan temblorosa."¿No eres tu la de esta mañana?" No sabía ni que responderle, me reconoció y estaba tan emocionada. "Si, me llamo Laura Higgins". Él sonrió mientras estrechaba su mano. Otra vez nuestros ojos se cruzaron y esta vez no podía escuchar nada. El bullicio de las personas desaparecía y sólo estaba el latido de mi corazón. "Nunca olvidaría unos ojos tan hermosos como esos Laura"
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El tren de las 8:15
Teen FictionAlgo muy especial sucede en estos trenes. ¿Qué la habrá hipnotizado de ese hombre tan misterioso? Averigua.