Al siguiente día por la mañana, el día de la estrepitosa cena con mi padre y su diabólica novia Julianne, me di cuenta que no podía estar más cabreado en toda mi puta vida. No tenía otras intenciones más que arruinar esa maldita cena cuando decidí relajarme un poco.
Debo recordarme que no soy mala persona. No lo soy, no lo soy. Paz y amor. La clave para la sana convivencia es la tolerancia... Tal vez por eso juegan tanto conmigo. Lo cual odio. Odio terminar perdiendo siempre, odio ser el que sale lastimado, el que sale perdiendo y con defectos. ME CAGO EN LA CARA DE TODOS ELLOS. JULIANNE SE PUEDE IR AL PUTO INFIERNO.
Estoy respirando. Estoy calmado. Justo hace rato acabo de tirar mi cuaderno el suelo y he llorado tanto que me duelen los ojos. No quiero hablar sobre nada ni nadie.
En la escuela no le quité los ojos encima a Mel, que le sonreía a su teléfono. Por un instante pensé que se trataba de alguna foto o video gracioso, pero tecleaba y hablaba mientras llevaba esa sonrisa tosca en su rostro. Me fascina escribir sobre ella. Adoro dibujarla en garabatos y resaltar sus grandes ojos verdes esmeraldas chillones. Emana algo artístico, eso es algo irrefutable.
Colin se me acercó y me preguntó algo que no escuché y asentí con la boca abierta, aún intrigado e impresionado por Melrose.
— ¿Entonces todavía te haces pipí en los calzones?—. Me preguntó.
Yo asentí de nuevo sin prestarle mucha atención hasta que analizo sus palabras.
— OYEEEEEEE.
— ¿Otra vez en vecinalandia?
— La pregunta sería cuando no estoy en vecinalandia—. Y eché mi cabeza atrás en el respaldo de la silla y me mordí los labios.
— Maldición, Matt. Debes hablarle. ¡Intentarlo! Sal de esa vecinozone.
Y yo le respondí: Bueno, es mejor que la friendzone.
Y Colin me golpeó con su regla metálica de 60 cm y Melrose lo vio y comenzó a reír. Me dio tanta pena que casi me apoyo más de lo adecuado en el respaldo de silla y si no es por Nora caigo al suelo.
Torpe.
Me desesperé.
— ¿Qué puedo hacer para comenzar a hablarle de una forma menos amistosa?
Ni yo mismo entendí mi pregunta. Me refiero a que debo saber hablarle de una forma más atrevida, demostrarle mi interés hacia ella. Mis amigos entendieron al parecer.
— Stalkeala en Twitter. Esa es mi táctica secreta— Señaló Colin casi como un susurro.
Ya para la tarde estaba en mi casa, esperando que llegara la Hora de la inspiración con Mel y mi oportunidad para coquetear.
Me sentí como un idiota por saltar como niñita cuando leí algunos de sus tweets. Los últimos parecían ser indirectas. Y estaba como loco porque tenía esa sensación de que podían ser para mí.
El día que la acompañé a la escuela, donde ella andaba dando saltos por la calle posteó:
Al fin existe un chico que no parece tan idiota como el resto.
Y mejor aún, el día del incidente con Alan, calculo que unos quince minutos después de llevarme a la enfermería, twitteó:
¿Acaso este chico dejará de sacarme sonrisas?
También hablaba de lo horrible que fue su ex, así que esto me alegra aún más.
Es extraño. Es como si de algún modo yo supiera que es conmigo, que no es coincidencia. Ella me quiere, tal vez en menor cantidad y en menor intensidad, pero me quiere.
Recordé aquella vieja frase de El Alquimista de Paulo Cohelo, de nuevo.
Soy como todas las personas: veo el mundo tal como desearía que sucedieran las cosas, y no como realmente suceden.
Estoy consciente en que sería muy ingenuo de mi parte no pensar en la remota idea de que solo sean suposiciones mías.
No estoy orgulloso con mi conversación con el, así que no hablaré sobre Mel. Sino de la cena con mi padre y Satán.
Cenamos en The Palace como ya estaba previsto, en la mejor mesa, en el gran salón, con una hermosa vista hacia la parte de afuera con la fuente. Un poco apartados de los demás, lo cual lo hacía mejor.
Yo llevaba un traje azul real y mi padre un traje negro. Parecíamos celebridades. Julianne estaba vestida con un vestido corto color plateado y un collar de diamantes.
Julianne miró con asco mis muletas. Me sentí fatal. Ella tiene la facultad de hacerme sentir como una cucaracha.
En verdad deseaba que a esta mujer se la comieran unos lobos. O que se fuera al mismo infierno.
Me sentí un poco mal por pensar en eso último, pero luego recuerdo... En el infierno está Satán. Y Julianne es peor que Satán. Así que prácticamente estoy haciendo algo bueno. Es decir... El diablo tendrá unos días muy difíciles allí abajo.
O que se la coman los lobos.
Detrás de ella siempre estaba su asistonta, una mujer de su misma edad morena. Pelo largo y oscuro. No me agradaba mucho, y siempre interrumpía nuestras conversaciones.
O bueno, las conversaciones de mi padre y Julianne, porque nunca me preguntaban ni me invitaban a su mágico mundo de amor y negocios. ¿En serio soy tan invisible para mi padre?
Y ya, para el final, es cuando mi padre nota que sigo en la esa comiendo justo a su lado.
— Entonces hijo, ¿cómo te ha parecido Julianne?
Me mordí la lengua. Pero estaba a punto de pronunciar un gran:
ELLA ES EL DEMONIO, ES MALA. ES DE LO PEOR. ¿ACASO NO HABÍA PERSONAS MÁS RUINES EN TU LISTA DE AMORÍOS? ELLA NO MERECE RESPIRAR.
— Oh cariño no lo presiones. Me acaba de conocer hace poco y no hemos podido hablar con confianza—. Dijo Julianne con una sonrisa hipócrita en su rostro—. Aunque es fantástico. Lo admiro—. Ahora me miraba fijamente, yo no podía seguir allí sentado—. Andar por ahí con muletas, incapacitado, debe ser difícil. No me imagino la carga que debe ser para ti tener un hijo así.
¿Una carga? YO NO SOY UNA CARGA. ¿Cómo se atreve a decir eso?
Sin duda mi padre le dirá algo.
Vamos papá, dile que no. Que no me consideras una carga. Que lo que ha dicho es la peor basura del mundo.
En lugar de eso, mi padre asintió. Sin palabras.
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El cuaderno de Matt
RomanceMe llamo Matt. Tengo 15 años. ¿Le tendrías a cada día de tu vida una frase que lo defina? ¡Yo sí!