Prólogo;

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 Ese día todo había comenzado de la mejor manera, pensó que tendría la posibilidad de ver a su enamorado, que tendría la oportunidad de pasar todo el día junto a él, como había estado pasando las semanas anteriores, donde ambos se la pasaban a lo grande yendo de aquí para allá tonteando o en aventuras peligrosas. Pero todo se desmorono cuando este llego a su casa acompañado de alguien más. Una hermosa doncella, de cabello largo y rubio que contrastaba con una piel blanca color crema y unos hermosos ojos purpuras, yacía en su puerta, con una gentil y amable sonrisa junto a su compañero y crush secreto, Vegetta.

Al principio, Rubius creyó que tal vez su cabeza le estaba jugando una mala pasada y que pronto el de ojos purpura le diría que ella era solamente una muy buena amiga, quería que fuera así, pero al ver como ella lo tomaba de la mano y como observaba a su compañero, mientras este le contaba como la había rescatado de sus captores en una peligrosa misión, el muchacho de cabello castaño se fue dando una idea de que era lo que estaba pasando.

O eso creía él.

El resto de la tarde Rubius estuvo solo, se había quedado con sus pensamientos y muchas dudas en su cabeza. Ya que después de que Vegetta le presentase a la doncella llamada "Akira" y de que este, según el punto de vista de Rubius, alardeara un poco más sobre lo inteligente y amorosa que ella era, ambos regresaron a la casa del de ojos purpura. Al parecer Akira se estaba quedando en la casa de Vegetta porque no tenía a donde ir y él muy amablemente le había ofrecido una habitación en su enorme y acogedora casa, o eso es lo que le había contado Vegetta esa tarde.

Eso era lo que Rubius quería creer.

Los síntomas vinieron más tarde en la noche, después de haber estado toda la tarde preguntándose si Vegetta y Akira estaban saliendo, más bien intentando convencerse de lo contrario, fue cuando la primera punzada en su pecho apareció de golpe, seguida muchas otras que permanecieron el resto de la noche, no solo quitándole el sueño al muchacho mitad oso, sino también el aire y llenándolo de mucho miedo y angustia. ¿Estaba enfermo? ¿Herido? ¿Por qué le faltaba el aire de un momento a otro?

En la mañana llegaron los fuertes mareos y finalmente, las arcadas. Rubius se levantó lo más rápido que pudo de su ahora revuelta cama para dirigirse desesperadamente al baño, logrando llegar justo a tiempo para comenzar a devolver todo aquello que lo había estado atormentando durante la noche dentro del inodoro que, para su sorpresa, no fue algo que comió o que le había caído mal al estómago, sino algo que nunca se imaginó podría salir de dentro de una persona.

Eran flores, más específicamente, azaleas púrpuras.

Horrorizado, Rubius saco su teléfono y llamó, a quien creyó, que tal vez podría ayudarle a descifrar el por qué de esta repentina condición, no sin antes devolver más flores enteras por unos cuantos minutos. Pero al no recibir respuestas decidió dejar un mensaje. Y después de al menos media hora, Luzu, uno de sus mejores amigos, apareció en su casa. Entró sin tocar la puerta pues su amigo le había dejado un mensaje un tanto preocupante luego de varias llamadas perdidas por parte del mismo.

"Luzu algo malo me sucede, ayugda mje"

Fue lo que había escrito o más bien, intentado escribir el muchacho de ojos verdes antes de volver su cabeza al inodoro, esperando a que por alguna milagrosa razón su amigo estuviese despierto a esas horas para poder asistirlo. Y que para su suerte, así fue.

Apenas Luzu entró en la amplia y blanquecina casa de su amigo oso pudo oírlo claramente en el piso de arriba, así que subió a toda prisa con la idea de ir a su cuarto, hasta que vio la luz del baño encendida, entonces se acercó con algo de temor hasta la gran puerta de madera para abrirla lentamente y encontrar a su amigo sentado en el piso del baño con su cabeza a un lado del inodoro, con ojos llorosos y grandes ojeras debajo de estos. Rubius vestía un pijama color celeste pastel a rayas, ahora algo sudado por toda la conmoción, su cara estaba pálida y respiraba agitadamente, sus cabellos castaños eran un desastre y sus orejas estaban caídas a los lados de su cabeza. Al ver esto, Luzu rápidamente se acercó y se arrodillo a un costado de su amigo y preocupado, llevo una de sus palmas hasta la cabeza del joven oso, revisando la temperatura de su amigo y verificando que este no tenía fiebre.

"¿Rubius que te ha pasado?" Preguntó el castaño obscuro a su amigo, buscando alguna respuesta en sus ojos. "No tienes fiebre, pero luces fatal tio..." Luzu no era un médico oficialmente, pero si conocía muchas recetas mágicas y sabía hacer pociones de curación para cualquier criatura. Así que no fue sorpresa para él la llamada de su amigo mitad hibrido a mitad de la noche.

"Lu-Luzu...no sé qué me pasa...pero yo acabo de- "Rubius intento explicar a su amigo el extraño suceso hacia unas horas, pero no pudo acabar la frase cuando otra oleada de pétalos de azaleas salió expulsada de sus labios y por suerte, dentro del inodoro.

Luzu al contemplar la situación se quedó perplejo, sus ojos no podían creer lo que estaban viendo y sintió como si su sangre se congelara, pero aun así y con algo de pánico comenzó a sobar la espalda del castaño hasta que finalmente, luego de unos pocos segundos, acabo nuevamente con su cabeza a un costado del váter. Estaba muy cansado y también muerto de vergüenza por haber tenido a su amigo contemplando esa faceta tan asquerosa de él.

El castaño obscuro no pronuncio palabra alguna, probablemente sintiendo la pena que su amigo tenía en su rostro, así que se limitó a llevarlo, nuevamente hasta su cama para recostarlo. Rubius ya no sentía tanto mareo, pero su cabeza dolía a horrores, así que Luzu fue por algo de té de Jazmín, el favorito del oso.

Cuando el de ojos azules volvió con su té, el joven oso le comentó algunos síntomas que había experimentado la tarde anterior, sin dejar de mirar su taza de té y sintiendo sus mejillas arder frente a la atenta y preocupada mirada de su amigo.

Luego de mencionar los pocos sucesos de esa noche, Luzu corrió a buscar un libro de enfermedades mágicas que siempre cargaba consigo en caso de cualquier emergencia.

"Rubius... creo que sé que es lo que te está pasando." Hablo el de ojos azules luego de estar un tiempo buscando en el libro acerca de enfermedades mágicas. Luzu había oído hablar de una enfermedad muy peculiar que solía suceder en algunas personas, donde estas expulsaban flores desde sus pulmones al sufrir un desamor. Pero jamás creyó que podría ver aquella situación frente a sus ojos.

"Luzu no entiendo...de la noche a la mañana me comenzó a doler mucho el pecho y luego...las flores, no tiene sentido..." Su mirada seguía concentraba en su té de jazmín, evitando cualquier contacto visual con su amigo en frente.

"Rubius... ¿estás enamorado de alguien verdad?" La pregunta tomó por sorpresa al joven hibrido, quien alzo ambas orejas en señal de sorpresa y desvió la mirada desde su té hasta la de su amigo por unos minutos.

"¿Co-Como puedes saber eso?" Pregunto ingenuo, pues su amor por aquel guerrero de ojos purpuras había sido un secreto desde hacía ya mucho tiempo, Rubius creía que nadie lo había notado, que lo había ocultado muy bien, al menos hasta ese momento. "Yo...no...bueno." Su cabeza era un desastre y sus nervios lo estaban alterando ¿Cómo pudo notarlo? ¿Él era muy obvio? ¿Y si le decía la verdad? ¿Luzu guardaría el secreto?

"Oye, está bien, no tienes por qué decirme quien es...es solo..." Luzu rasco su cuello intentando buscar algunas palabras de consuelo para lo que tendría que explicarle a su amigo a continuación. "Es solo que lo que tienes está fuertemente ligado al amor... Y veo que los síntomas encajan con la descripción de la enfermedad..." Hablo de forma lenta el castaño obscuro, viendo como los ojos de su amigo lo observaban con confusión y miedo.

"Luzu... ¿Qué dices? ¿Qué es lo que tengo?" Su voz temblaba al igual que sus manos, las cuales rodeaban la taza de té.

"Tienes la enfermedad del Hanahaki"

Jazmines Y Azaleas [Hanahaki AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora