Parte 4. Soy un hombre y tengo dentro de mi todos los demonios.

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Travion tenía días de haber desaparecido. Aun cuando Dietrich podía seguir sus pensamientos no lo tranquilizaba. Si estaba del otro lado de la ciudad, corriendo sobre los edificios, si estaba comiendo detrás de un callejón, si estaba bailando con algún cortesano en algún baile de gala. Si estaba acostándose con otro hombre. El niño dulce se había esfumado, Dietrich sabía que cuando tu alma es poseída por un demonio algo en ti cambia, Travion tenia con él uno de los demonios más poderosos que existen y eso lo estaba doblando más de lo que debería. Su forma de hablar, de pensar, sus movimientos, los ratos de profunda sumisión que tenía donde se perdía mirando la llama ardiente de una vela. Dietrich aceptó con el duro peso de su corazón que su ángel se estaba convirtiendo en lo que no quería, y además, se estaba alejando cada vez más de él. El niño tenía esta obsesión por probarse a sí mismo. ¿Qué tan lejos puede correr? ¿Qué tan alto puede saltar? ¿Cuántas veces pueden clavarme un cuchillo en el corazón? ¿Puedo prenderle fuego a mi mano y volverá a la normalidad?

— No soy tu juguete, soy libre y soy del mundo, mírame Dietrich, soy grandioso— había respondido Travion cuando intentó detenerlo de irse de nuevo.

— Yo te salvé, eres mío — y eso había sonado más una súplica que una afirmación.

Travion le devolvió una dura mirada, de esos hermosos ojos azules que antes eran inocentes, ignorantes y humanos. Pero ahora, la muerte y la maldad los hacían brillar en la penumbra. El chico se rió de él, hasta que su garganta dolió.

— Soy... un monstruo — Travion bailaba ante él, como si la idea le hiciera profundamente feliz — Soy un asesino, como tú, mi querido Dietrich, un asesino... oh, he visto más sangre que un carnicero en su vida, ¿sabes lo hermoso que es un corazón aun latiendo? Hace ese bonito movimiento, y cuando lo arrancas late una par de veces más antes de detenerse. Es maravilloso.

Habia dejado de bailar para dirigirse a la cama. Dietrich le dedico una larga mirada desalentadora.

— Podrías ser mi sujeto de experimento — dijo Travion seriamente — ¿Quieres ver como tu corazón late? ¿Tienes corazón, mi querido?

Y volvía a echarse a reír, como un demente, reía por horas hasta que se aburría y salía de nuevo a perderse en la noche, rompiendo el viejo corazón de Dietrich en mil pedazos.

La mañana en que Travion dejo a Dietrich los rumores en la ciudad sobre un asesino serial se habían hecho más grandes los últimos meses, la policía y la gente había entrado en pánico mientras el demonio en el cuerpo de Travion bailaba mientras hacía y deshacía a su antojo más víctimas. No escuchaba los concejos de su creador, ni sus enseñanzas, ni sus advertencias. Se habia vuelto un desastre y un problema total. Dietrich lo amaba con cada pobre respiración de su ser. Un ser de cientos de años que jamás había amado así a otro ser.

Entonces le puso un ultimátum.

— O detienes tu ola de asaltos maniacos antes de que Londres se prenda fuego a sí misma, o me largo y estarás solo cuando las llamas te alcancen. Me llevaré mi amor por ti, mi niño.

Travion se ahorró la despedida y se largó de Londres antes de que siquiera saltaran las chispas.

Travion, el vampiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora