Prologo

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El ensordecedor bullicio, proveniente del gran salón del castillo, opacó el ruido de sus pasos apresurados. La luz de las velas se reflejaba en los detalles color plata, bordados en la capa negra que cubría su vestido, el cual también era negro. Cada tanto tenía que esconderse entre las columnas de mármol negro, evitando que alguien de la servidumbre la viera. Tenía que lograr llegar al bosque, pero si era descubierta intentando escapar, no podría volver a salir hasta la próxima luna llena y no había más tiempo, era ahora o nunca.

Al llegar a la parte trasera del castillo, pudo observar a dos guardias, con sus trajes con la insignia del reino de la oscuridad, faltaban unos minutos para el cambio de guardia, no le quedó de otra que esperar. A partir de que los soldados se fueran, contaba con un margen de un minuto para llegar al bosque, y así lo hizo.

Era una noche nubosa entre la oscuridad del páramo, árboles espesos, plantas silvestres y los animales al acecho, cuando la reina de la noche se escapó de su corte.

Se movía con sencillez y en armonía con su entorno, pero al mismo tiempo con rapidez. Los árboles le daban la bienvenida y sacudían levente sus hojas, indicándole que estaba cerca del lago, donde su hermana menor la esperaba ansiosa. Se acomodó la túnica, cubrió su cabeza, ocultando los rizos oscuros, y se dispuso a seguir el canto de los árboles.

...

La muchacha daba vueltas a la orilla del lago, estrujando sus manos con nerviosismo y re acomodándose un mechón rubio que se escapaba de la trenza, que caía por su hombro derecho, el final de su capa blanca se encontraba cubierta de tierra y ramas secas, las cuales habían deshecho parte del bordado dorado, la preocupación la carcomía. Observó con detenimiento el libro con la cubierta de cuero rojo, similar a la sangre. Había una gran probabilidad de que las atraparan y las alejaran nuevamente, y si obtenían el libro, todo se haría pedazos en el reino.

Como medida de precaución, se acercó a un roble, y susurrando dulces palabras, la joven le rogó al árbol que escondiera el libro en caso de que algo saliera mal.

De pronto escuchó el crujir de una rama seca y se volteó preparada para atacar, al mirar la silueta frente a ella, con una capa con detalles plateados- similares al reflejo de la luna-, los bucles color azabache y el resplandor de esos ojos color gris, desistió al instante y pudo respirar en paz.

La reina de la noche se despojó de su túnica, colgándola de la rama de un amable árbol, y se acercó a abrazar a su hermana, la reina de la luz, hacía tiempo de que no se veían una a la otra.

-Estaba preocupada, creí que te había ocurrido algo.- comentó Lux, sin ser capaz de liberar aun a su hermana.

-Fue difícil huir del gran salón, pero lo logré.- Nyx se alejó un poco, sin llegar a soltarla, y miró el rostro de su hermana. Devolvió aquel cabello rebelde a su lugar y besó su frente con delicadeza.- No tenemos mucho tiempo, hermana. Tenemos que hacerlo.

Lux buscó en el libro, mientras que Nyx sacaba un cuchillo, el cual había robado esa misma mañana de la cocina, escondida entre las capas de su vestido. Ambas se sentaron en el suelo, sin interesarles si sus atuendos se ensuciaban o sufrían algún inconveniente.

-¿Estás segura de esto?- consultó la reina del día-. No habrá vuelta atrás.

La pelinegra se limitó a asentir con firmeza, intentando apaciguar cualquier duda que existiera en la menor.

Lux abrió el libro en la página exacta para el conjuro, y Nyx le tendió el cuchillo. La joven de blanco cortó la palma de su mano, luego la de su hermana, ambas muchachas dejaron caer algunas gotas de su sangre y tomaron sus manos, sobre el libro, recitando al unísono:

"Soy la luz del día,

Soy la oscuridad de la noche.

Somos el equilibrio naciente.

Yo alumbrare tu camino en la oscuridad,

Yo te esconderé de tus enemigos entre las sombras.

Mi cuerpo es tu cuerpo, mi alma es tu alma.

Soy luz, soy oscuridad.

Somos poder y somos una."

El cielo se alzó en un color plata. Los ojos de ambas hermanas brillaron. Una descarga de energía las azotó, sus manos se soltaron, y fueron impulsadas hacia atrás. El páramo perdió su tranquilidad, los animales huyeron, los árboles sacudieron sus ramas advertidos de lo que se avecinaba...

El confiable roble cumplió su promesa, escondió el libro por milenios, hasta los últimos momentos de su vida, cuando finalmente le entregó aquel libro a la joven que supo escucharlo, y en la única persona en que, realmente, el viejo roble pudo confiar.

Hijos De La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora