Capítulo 2 "Perro complaciente"

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Han pasado algunos días y no he sabido nada de Erick.

Después de irme de su casa sin decir nada, comenzó un tormento, entre la culpa por haber engañado de esa manera a Andrés y al mismo tiempo y de manera mucho más intensa, placer. Pensar que Andrés se enterara de lo que acababa de hacer me producía tanto morbo como miedo. ¿Es que acaso se iba a repetir lo mismo en todas mis relaciones? El deseo de engañar, humillar y dominar a mis parejas era algo frecuente, pero sólo con Erick lo experimenté. Es que los dos somos de la misma sopa. Erick me permitió descubrir, aceptar y vivir mi verdadera naturaleza, sin prejuicios ni limitaciones. Me permitió vivir una relación en total libertad y armonía.

Esa noche, al llegar a casa de mi mamá, que era donde me iba a quedar por tres semanas, no pude hablar mucho más, sólo quería acostarme y reproducir una y otra vez lo que le había hecho en mi cabeza. Andrés me llamó esa noche bien tarde, venía saliendo del gimnasio y estaba cachondo.Yo también lo estaba, pero no era en él en quien pensaba.

-¿Compraste el pasaje ya?- me preguntó.

-Mañana lo compraré amor, ya queda menos.

-Estoy caliente, han sido unos días difíciles sin ti, me he visto tentado a tocarme unas cuantas veces desde que te fuiste.

-Yo igual estoy caliente... te tengo que dejar, saldré con unos amigos ahora.

-¿Te pasa algo? te noto distante- me dijo.

- No nada amor, es que mis amigos me esperan. Te llamo mañana ¿bueno? beso donde quieras, te quiero.

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Una semana y nada. Siento que mi cuerpo se quema lenta y dolorosamente, me duele el pecho, mi vulva no deja de manifestar su necesidad, anoche soñé que tenía un orgasmo, una sensación aplastante y avasalladora que no me calmó en lo más mínimo, más bien lo contrario. Maldito el momento que decidí salir ese día, no estaría en esta situación de no haber asistido a ese local.

Fui a entrenar al gimnasio temprano, así podía calmar un poco mi mente y cuerpo. Estaba en la mitad de mi rutina, cuando veo que entra Erick, solo. Se dio inmediatamente cuenta de mí, ya que el gimnasio estaba casi vacío. Comencé a sentir algo familiar dentro de mí, pero esperé el momento oportuno para actuar, maldito, el me conoce muy bien y yo a él. Sé su lucha interna, la entiendo porque yo también la estoy batallando.

.

El resto de la jornada en el gimnasio, para el resto era de lo más normal, pero para nosotros no. Podía notar su erección incipiente y como luchaba para que no se pronunciara más. Por mi parte, tenía las mejillas rojas y mis ojos brillantes, pero no por el entrenamiento. Decidí que era momento de actuar, comencé a tentarlo.

Caminaba por detrás de él, o por al lado casi rozando su piel y noté inmediatamente su incomodidad. En un momento decidí tocar su hombro, para pedir si me podía alcanzar una mancuerna y supe que había derribado todas sus defensas. Él era mi huésped y mientras estuviéramos cerca siempre tendría acceso a él.

Me miró de arriba abajo y yo miré su erección y le dije:

-¿Qué significa eso?

-Significa que estás muy cerca.

-Puedo estarlo mucho más.

Nos quedamos mirando, no me había dado cuenta que entre los dos sujetábamos la mancuerna.

-Te lo quiere meter Erick. -Le dije.

- Por favor hazlo. - Me dijo.

Fuimos a su casa, sudorosos, nerviosos y expectantes. Al entrar le dije:

-Quiero que te duches y me laves.

-Por supuesto mi reina.

Me llevó al baño y comenzó a sacarme la ropa, mientras me besaba el cuello y el rostro, tan suave e intenso que me costó controlarme. Me metió a la ducha y me lavó. Pasó sus manos por mi culo, lo apretó con fuerza y luego tocó mi vulva y mis senos, lo detuve antes que siguiera. Luego se duchó él, aproveché de tocarlo, de tocar todo lo que no había tocado por tanto tiempo. me agaché y besé sus glúteos, los mordí también y mientras iba subiendo por su espalda y costados recorriendolo con mi lengua y dientes, tenía entre mis dedos sus pezones. Él se irguió hacia atrás, caliente y absolutamente entregado a mis caricias. Para mí tocarlo con la mayor atención y cariño siempre me excitó tanto como a él, verlo gemir entre mis brazos y besos me excitaba tanto como el sexo oral.

Me puse de pie y me giré para besar su boca y ahí perdí todo mi control, nos sumergimos en el deseo y los fluidos, se agachó para lamer mi vulva y no pude controlar mis gemidos, en ese punto nada más me importaba, ni Andrés. Daría lo que fuera por esa boca ahí, todos los días.

- ¡Ay, no pares! no te salgas de ahí hasta que te lo ordene.

-Bueno mi reina.

Estuve ahí, siendo devorada por su boca, como si mi perro no hubiese comido por años. Su desesperación me dejaba sin aire, me miraba con esos ojos de adoración que me hacían tener espasmos por mi cuerpo.

-Detente- le dije al borde del orgasmo- Siéntate en la tina.

-¿Así?

- Así- me ubiqué de pie, sobre su cuerpo y comencé a orinar sobre él. Se sorprendió, lo noté por sus ojos y su respiración, pensé que iba a eyacular ahí mismo.

-¿De quién eres?- le pregunté

-Tuyo, siempre seré tuyo.

Escupí sobre su cuerpo.

-¿Y por qué estás con otra?- pregunté y noté un brillo extraño en su mirada.

-Tú me dejaste.- respondió.

-Vamos a tu cama.

No hablamos más hasta llegar a ella, le pedí el strap on que sabía que tendría guardado en algún lugar. Yo por mi parte, saqué el lubricante con efecto calor y comencé a lamer su ano, ferozmente. Luego cuando casi no podía sentir ya mi lengua, metí los dedos, mientras hacía eso, lo nalgeaba con fuerza y cada vez que lo hacía sentía su ano ceder más a la presión de mis dedos.

- ¿Te gusta? ¿Te gusta que te traten así? ¿Te gusta sentirte usado y violentado maldito perro?

-Sí. - me dijo apenas audible. Lo nalgee más fuerte.

-¿Cómo me dijiste? más fuerte.

-Sí! me gusta que me uses como tu juguete.

Ahí fue cuando me puse el strap on y me introduje un dildo con vibrador en mi vagina, jadeando de la excitación. Le pedí que se acostara de espalda, me puse sobre él, y comencé a introducir el dildo venoso, mientras él gemía y sostenía sus piernas para ayudarme en la penetración.

-Deseaba tanto esto.- le dije y lo penetré por completo. Mientras nos besábamos comencé a metérselo una, dos, tres veces. Primero lento para que no le doliera tanto, pero con el paso de los minutos ya no me resistí y le di más rápido, notaba su pene tan duro entre nosotros, me incliné un poco escupí en el y comencé a masturbarlo. No parábamos de gemir, entre el vibrador dentro de mí, el dildo dentro de él y marturbando su falo, nuestros gemidos se tornaron críticos e insinuantes de un final épico.

Tomé mi celular que estaba al lado de nosotros con dificultad, estaba tan caliente que desee mostrarle una foto de andrés, una de él y yo haciendo el amor.

-Él es Andrés, me penetra todas las noches, me satisface, no como tú, soy demasiado para ti.

-Sí, no estoy a tu altura, eres mucho para mí, nunca seré digno de tu amor.- Me dijo casi llorando de placer, y luego de eso nos fuimos al mismo tiempo, gritando...

Todo perro tiene su dueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora