¿Qué haces?

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Él corría a lo largo de aquél pasillo que parecía infinito escapando de aquellos hombres uniformados que no dejaban de disparar para todos lados intentando atinarle a él, quería darse la vuelta y enfrentarlos como se debe, destruirlos a cada uno de ellos y hacer que se arrodillen a sus pies pidiendo disculpas por haber querido atentar contra él y aquél lugar que llamaba su hogar. Pero no podía, llevaba casi a rastras de la mano a su mejor amiga y hermana, si él paraba ella sufriría las consecuencias, aquellos hombres desconocidos le dispararían y no quería eso, lo único que quería era sacarla de aquel repentino infierno.
Ella no podía correr demasiado rápido, no al menos a la velocidad de él, su extraña enfermedad se lo impedía y él no podía, ni quería, forzarla a más, sabía que la lastimaría si llegará a hacer eso.
A la larga lograron sobrepasar a los hombres uniformados y llegar al único lugar que ellos consideraban seguro, lleno de máquinas, y dos cápsulas que los sacarían de ahí y los salvarían de una muerte segura.
María, quien era la única entre ellos dos, activó una de las cápsulas y rápidamente y sin aviso empujó a su fiel amigo dentro de ella. Lo vio, lo vio una última vez más con lágrimas en los ojos, inhalando y exhalando rápidamente para recuperar el aire perdido por aquella carrera que para ella pareció durar años. Seguidamente jaló la palanca de activación que en cuestión de segundos enviaría la cápsula al planeta tierra, planeta que siempre soñó visitar y ser testigo de las bellezas que allí se encontraban y como sus cientos de libros narraban.
Pero él, él solo podía gritar y golpear aquél vidrio blindado frenéticamente mientras gruesas lágrimas brotaban de sus ojos, no entendía nada ¿No iba a ir con él? ¿Por qué ella no se metía a la otra cápsula? ¿Acaso quería dejarlo solo? ¿¡Qué había de su sueño y salvación!?

—Adios Shadow...— Fue lo único que pudo decir, su garganta se comprimia y no la dejaba formular más palabras, pero no era necesario porque su mirada lo decía todo, y él ya parecía comprenderlo.

Finalmente la cuenta regresiva para la salida de la cápsula llegó a su fin, y lo último que sus ojos aún llenos de lágrimas pudieron apreciar fue a su fiel y tan querida amiga siendo atravesada por una bala que había sido disparada justo hacia su torso tirándola al suelo, los hombres habían llegado a donde ellos estaban y estaban listos para acabar con ellos, o al menos solo con ella.

— ¡María!— Gritó tan fuerte que creía que sus cuerdas vocales se romperían.

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Despertó frenéticamente y se sentó lo más rápido que pudo en su lugar llevándose una mano al pecho sintiendo como su corazón galopaba a toda velocidad, podía sentir como de sus poros salían pequeñas gotas de sudor, e inhalaba una cantidad exagerada de aire por haberse sentido sofocado. Tuvo ese sueño, o mejor dicho pesadilla, otra vez. Ya habían pasado años desde aquél fatídico día que marcó un antes y un después en su vida, entonces ¿Por qué seguía recordando eso? ¿Cuántas noches más tendrá que perder el sueño a causa de sus pesadillas? Cada vez que sucedía de nueva cuenta se sentia horrible, despreciable, un cobarde y sobre todo culpable. Culpable de no haber hecho algo a tiempo, y haber logrado salir con vida menos ella.
Y antes de que se diera cuenta ya habían lagrimas recorriendo delicadamente sus mejillas, junto con aquél característico nudo en la garganta que ya había sentido incontables veces y esa opresión en el pecho que le hacía creer que ahí mismo moriría.
Entonces cedió una vez a sus sentimientos negativos, undiendose nuevamente en su mar de la depresión, dejó que aquéllas lágrimas siguieran sin restricción su camino dejándolas volverse aún más gordas, dejó que su garganta se comprimiera lo suficiente como para sofocarlo y con ello tener que tomar grandes bocanadas de aire, también dejó que su corazón sé encogiera más y más produciéndole aún más dolor que antes.
Pero se olvidó por completo que no estaba solo en aquella habitación, que además de él y su repentina y profunda depresión se encontraba otro erizo a su lado acostado en aquella cama de madrugada, quien a causa de los sollozos y exclamaciones de dolor de su compañero de cama, se despertó.
Lo vio por un momento, detenidamente intentando descifrar que era lo que estaba sucediendo, sabía que él no se había dado cuenta de su reciente despertar y supo en ese momento que su compañero tuvo aquélla pesadilla. Y sin decir nada y haciendo el menor ruido posible se acercó a él, y lo rodeó delicadamente con sus brazos, creando así una especie de barrera con ellos como si intentase protegerlo de algún mal físico que se encontraba ahí mismo en la habitación.

—¿Q- qué haces?— Preguntó tras haber recibido un escalofrío recorrerle todo el cuerpo por tal repentina acción ajena.

—Esta bien si lloras, ¿Sabés? Yo estaré aquí para darte apoyo y nunca dejarte— Respondió bajo pero lo suficientemente audible para que él lo escuchase.

—S-sonic...— Quebrandose una vez más devolvió efusivamente el abrazo al cobalto, aferrándose a él y apoyando su cabeza en su pecho, pudiendo sentir el latido lento y continuó de su corazón.
El cobalto solo atinó a abrazarlo aún más fuerte, una de sus manos se dedicaba a agarrarlo de la espalda mientras la otra se encontraba acariciando delicadamente su cabeza. Y lloró, lloró aún más porque todavía se sentía mal, porque todavía se sentía culpable por todo y una miseria por haberlo hechado a perder aquél día...
Pasados unos minutos el azabache ya se encontraba más tranquilo, su respiración aún seguía algo irregular pero las lágrimas secas en sus mejillas dejaban ver que ya estaba un poco mejor.
Cuidadosamente el cobalto se fue recostando despacio sin soltar al azabache hasta por fin estar acostados nuevamente, la cabeza del azabache seguía undida en su pecho mientras que sus brazos también se acomodaron en el mismo lugar un poco más debajo de su mentón. Se sentía más calmado y relajado, pero sobre todo seguro, seguro en aquellos brazos que estarían siempre ahí para contenerlo por si él volviese a caer, mejor dicho que todo de aquél erizo azulado, con el que ya lleva unos orgullosos meses juntos, evitaría que cayera una vez más.
Y con un cálido beso en la cabeza de parte de su amado hizo que nuevamente recuperará el sueño y cayera una vez más a los brazos de Morfeo siendo seguido por él.

Aprendiendo un poco de tí (Sonadow) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora