Para la mala suerte de ese reino, una semana pasó sin que encontraran al pequeño príncipe.
Todos los reinos vecinos se enteraron, colaborando con las búsquedas enviando a sus mejores rescatistas y organizando equipos para cubrir absolutamente todas las zonas de los bosques, pero nada, ni una sola vez hallaron alguna pista que les indique el paradero del pequeño Eijiro.
Los dragones eran seres majestuosos y fuertes, no cabía duda de que una semana sin comida y sin bebida no acabaría con la vida de alguno, pero tratándose de un niño de once años que ni siquiera había descubierto su poder, en un bosque lleno tantas criaturas inimaginables, día a día la reina sólo lloraba ante la posibilidad de haber perdido a su único y tan amado bebé.
—Él aparecerá... Es fuerte. Es tu hijo, ¿recuerdas?
El pequeño Katsuki observó a su madre acurrucar el enorme hocico de la otra reina en sus brazos, mientras acariciaba cariñosamente la escamosa piel. Ella había llegado hace unos tres días a vivir a su palacio. El padre y la madre de Katsuki no tuvieron problema con ello, permitiéndole vagar por sus pasillos aún en su enorme y majestuosa forma de dragón.
—¿Por qué ella no se transforma? —preguntó Katsuki, mirando a su padre, quien estaba parado justo a su lado, dándoles el espacio necesario a las dos amigas para que pudieran relajarse.
—Es cuestión de dragones, hijo —explicó su progenitor—. Como nosotros tenemos costumbres, ellos también las tienen. La reina lleva desde la ausencia de su hijo sin comer ni dormir, está tan débil que transformarse puede generarle más cansancio y ella sólo quiere estar lista... Para cuando Eijiro vuelva.
—¿No va a dormir hasta que él aparezca?
—¿Tú dormirías si tu mamá o yo desaparecemos?
—Pff, claro que sí.
Masaru rio ante la respuesta autosuficiente de su pequeño, antes de arrodillarse y llevar su cabello a los despeinados rubios ajenos, acariciándolos lentamente, mientras Katsuki cerraba uno de sus ojos, dejándose hacer.
—Nosotros nos moriríamos si algo te pasara, Katsuki.
Mientras el pequeño miraba fijamente a su padre, no pudo evitar que su mirada se centre nuevamente en el dragón que descansaba su cabeza en el regazo de su mamá, observando las lágrimas brillantes que resbalaban por su piel, junto a esa mirada carmesí tan vacía, tan triste.
Katsuki sólo tenía once años, pero podía entender lo que era la tristeza. Y estaba seguro de jamás haber visto a nadie más tan triste como esa mamá dragona.
El pequeño rubio observó la espada de juguete que cargaba en su cinturón especial que le compraron en su último cumpleaños, recordando las historias de héroes y villanos que le contaban todas las noches antes de dormir. ¿Los héroes no luchaban para mantener a las personas felices? ¿Por qué él, si iba a ser el mejor héroe del mundo, no estaba buscando al hijo de la dragona?
Quizás los demás no encontraban a Eijiro porque eran unos inútiles. Él no lo era. Él seguro sería capaz de encontrar a Eijiro hasta con los ojos cerrados.
—Papá. —Se dirigió a su padre, desenfundando su espada—. Regresaré pronto, no se vayan a preocupar y hacer el ridículo, ¿de acuerdo? Es asqueroso.
—¿Qué?
—Y dile a mamá que cuide a la mamá dragona.
Corriendo por los enormes pasillos de su castillo, Katsuki se alejó de su confundido padre e ignoró todas las preguntas que sus sirvientes le hacían. Rápidamente llegó al primer piso del enorme palacio y salió, escondiéndose entre los arbustos y escapando por un pequeño agujero que él había hecho absolutamente solo. Unos muros de piedra no podrían con él, y lo demostró por la facilidad con la que escapó y se hundió en los espesos bosques que rodeaban su reino.
Katsuki esperó que encontrar a tan problemático chico no demorara más de una hora. Pero cuando perdió el camino de regreso a casa y notó el cielo estrellado por sobre los árboles, empezó a entender por qué todos eran tan inútiles, pues él se había vuelto uno de ellos.
—Esto tiene que ser una broma —se dijo a sí mismo, observando los alrededores sin reconocer el lugar por dónde había venido y por dónde debía ir.
Imaginando que seguir caminando sólo le traería problemas, Katsuki se sentó debajo de un árbol y jadeó ante su propio cansancio. Quizás debió almorzar antes de salir corriendo de su palacio, o llevar frutas de la cocina... O una botella de agua. Sí, varias buenas opciones que ni siquiera consideró.
Sin embargo, como si la vida estuviera de su lado por primera vez en tan largo día, del árbol sobre él cayó una manzana. La parte mala fue que cayó justo sobre su cabeza antes de llegar al suelo, pero la parte buena fue la mismísima manzana. Una hermosa, madura y resplandeciente fruta que llegó como un manjar de dioses ante él.
Relamiendo sus labios con anhelo, Katsuki se levantó para coger el fruto que rodó unos cuantos centímetros lejos, pero, para su sorpresa, este avanzó por su cuenta alejándose más. Extrañado, el pequeño rubio ladeó la cabeza y soltó un gruñido de fastidio, avanzando nuevamente y siendo recibido por la manzana alejándose otra vez.
Enojado y sin paciencia, Katsuki se lanzó sobre ella en otro intento, pero la manzana fue más rápida, evadiéndolo y deteniéndose un poco lejos, mientras él separaba su rostro herido del pasto, escupiendo las hebras que entraron en su boca.
Con su nariz doliendo, con el estómago rugiendo y con la nula paciencia que tenía, él soltó un grito de fastidio y a modo de berrinche, sorprendiéndose cuando, ante el grito, una pequeña lagartija se dejó ver, apareciendo su cola alrededor de la manzana. Katsuki entonces entendió, sólo era un estúpido animal con capacidad de camuflarse y le había estado jodiendo la existencia.
—Tú... ¡Maldita rana!
El animalito se asustó ante su grito y salió corriendo de ahí, siendo perseguido por Katsuki, quien ignorando su cansancio y su sentido racional que le decía que no se moviera de ahí, sólo obedeció a ese deseo por ganarle a tan feo reptil y persiguió a este por varios, varios minutos.
Por suerte, pronto la lagartija tonta se hundió en una cueva donde fácilmente Katsuki podía entrar, así que este chasqueó la lengua y dibujó una media sonrisa en su rostro, limpiándose los excesos de tierra de todas las veces que creyó que lanzándose sobre ella conseguiría atraparla y falló.
—Ya te...
—¿Por qué estás tan asustada?
Callándose al instante, Katsuki detuvo todos sus pasos al oír otra voz provenir de dentro de la cueva. No pudo evitar alarmarse, por lo que caminó extremadamente lento, avanzando como si el piso estuviera cargado de minas.
—Ya, ya. —La voz de dentro continuaba hablando, confirmando que no lo había sentido—. No te asustes, ¿sí? Yo te cuido.
Cuando el pequeñorubio asomó su cabeza por la cueva, se encontró con la lagartija extendiendolos pliegues situados en la parte trasera de su cabeza y escupió algo justohacía Katsuki, soltando un asqueroso sonido. Para el pequeño rubio, todo sepuso negro apenas unos segundos después, pero estuvo seguro de haber visto a unniño... Un niño junto a ese animal que le generó tantos problemas.
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¡Hola a todos! Espero que estén teniendo un buen día. Dios... En serio no saben cuanto les agradezco por el apoyo y el amor que le están dando a este fanfic, que espero que les continúe gustando con forme avanza la historia. Recuerden que los quiero mucho y nos leemos pronto<'3.
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¡Casémonos mañana! | Bakugou Katsuki x Kirishima Eijiro.
FanfictionAU Medieval. | En un mundo donde los dragones y humanos viven en armonía, los padres de Eijiro y los padres de Katsuki no tuvieron mejor idea que aliar sus reinos con la futura boda de sus hijos, planeando ese matrimonio desde el primer día de su na...