#O7.

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Eijiro despertó de golpe después de tener una pesadilla.

No recordó la pesadilla, pero sí el final tan desgarrador que lo obligó a gritar, y luego estaba ahí, recostado en la cama de su habitación, rodeado de todas las cosas que ya conocía: Sus juguetes, sus muchos libros y sus armarios llenos de esa ropa ajustada que no le gustaba nada. Su ventana, su cómoda con recuerdos que le mostraba a su mamá de sus aventuras con sus amigos en los patios del castillo y luego su mesa de noche al lado de su cama y...

Su madre.

Sosteniendo su mano, su madre dormía tranquilamente a su lado, asegurándose de no soltarlo bajo ninguna circunstancia. Eijiro presionó sus labios y llevó su otra mano a los rojos cabellos de su progenitora, asustándose cuando ella despertó antes de que él llegara a tocarla.

—¡Ma-!

—¡Eijiro! ¡Mi amor!

La mujer se lanzó hacía su hijo y rompió en llanto, aferrándose a este con toda la fuerza que tenía y repitiendo una y otra vez el nombre de su pequeño, a su vez, el menor sólo la abrazaba, escuchándola llorar y cerrando sus ojos con fuerza, permitiendo que las lágrimas también abandonen sus ojos, resbalen por sus mejillas y se pierdan en el hombro del vestido de su madre.

—¡Te amo! ¡Te amo con todo mi corazón! ¡Jamás...! ¡Jamás me vuelvas a hacer esto, Eijiro! ¡Yo iba a morir! ¡Me moría sin ti, mi amor...! ¡Mi niño! Eijiro... Eijiro...

—Mamá... Mamá te extrañé mucho...

La habitación se llenó del aliviado llanto de un pequeño y su madre, mientras los demás habitantes del castillo les daban su debido tiempo, esperando que aquella pesadilla no se repitiera jamás.

Más tarde, después de que a ambos parecieron agotársele las lágrimas, Eijiro le quiso contar a su mamá todo lo que pasó, pero ella negó con la cabeza, diciéndole que lo entendía, que ya estaba al tanto de absolutamente todo y que lo llegó a ver, un enorme y hermoso dragón rojo con las alas más encantadoras y brillantes que sus ojos hubieran visto jamás. Eijiro se sonrojó de la emoción, mientras sus ojos brillaban con orgullo y dibujaba una feliz sonrisa en su rostro.

—Al fin me convertí en un dragón digno de ser tu hijo, mamá.

—Tú siempre... Siempre has sido digno de ser mi hijo, Eijiro... Siempre.

Ella dejó un pequeño beso en la punta de la nariz del pequeño y Eijiro rio, sin embargo, el buen ambiente se arruinó cuando la puerta de la habitación se abrió y el padre de Eijiro se dejó ver, tensando a su pequeño y sacando un chasquido por parte de la mujer.

—¡Como te atrevas a decirle algo te juro que...!

Eijiro observó a su padre acercarse y negar suavemente con la cabeza. Con sus cejas inclinadas hacía abajo y la mirada totalmente arrepentida, el hombre se dejó caer de rodillas al suelo, asustando a su pequeño hijo, quien se removió en su lugar. Pronto, lágrimas fueron derramadas por parte de su padre. Aquel ser tan poderoso, aquel al que todos le temían, su papá estaba llorando ante sus ojos, arrodillándose frente a él y a su madre, hipeando irregularmente debido a las lágrimas.

—Papá... No...

—Eijiro... Eijiro, hijo mío... No sabes cuánto... Cuanto lo siento.

El menor observó a su madre y ella viró los ojos de un modo que, para el pequeño, fue muy gracioso. No hicieron falta palabras, pues pronto Eijiro se levantó de su cama y se bajó de esta con cuidado, avanzando hasta su padre para darle un abrazo.

—Lamento haberte preocupado, papá...

Los brazos temblorosos de su arrepentido progenitor lo estrujaron con tanta necesidad, mientras él cerraba sus ojos, agradecido de tener una familia como la suya, donde no importaba el puesto, el régimen o la fuerza, no cuando alguien se arrepentía de sus errores y deseaba corregirlos.


+


—¿Me cuentas de nuevo cómo nos encontró mi mamá, Sero?

—¡Claro! —respondió su amigo, deteniendo su excavación en el patio para empezar a hablar—. Todos estaban buscándote ese día, mi papá me contó que iban a detenerse porque ya estaba anocheciendo, cuando vieron a un dragón rojo acercarse entre torpes aleteos... No se veía bien pero tu mamá voló por los aires como una ráfaga... Ella es increíble, no había comido en mucho tiempo, pero sacó fuerzas y voló... y voló... Y te atrapó justo antes de que caigas inconsciente.

—¿Y Katsuki?

—Lo vimos ese día, cuando te trajeron a casa... La noticia corrió tan rápido que Mina, Denki y yo vinimos a verte, y ahí estaba... Se veía muy lastimado, pero no quería separarse de tu lado.

Eijiro escuchó con atención hasta que sintió la mirada curiosa de su amigo. Él bajó la suya y un enorme sonrojo se formó en sus mejillas hasta llegar a sus orejas, sacándole una risa burlona al pelinegro, quien lo coqueó de modo juguetón, provocando en Eijiro una risita incómoda.

—¿Él no era el chico con el que estabas comprometido? ¿Ese chico aterrador que parecía más bestia que los dragones?

—Sí...

—¿Y...? ¿Qué pasó?

—Katsuki y yo... —Recordó una parte importante de su aventura junto al rubio, cambiando de expresión al instante.

No era que no hubiera recordado a la dragona en los días que habían pasado desde que volvió. Claro que pensó en ella y lloró mucho porque no pudo salvarla, pero su mamá le explicó que, como toda madre, esa pequeña y valiente dragona desearía, más que nada en ese mundo, verlo dibujar una sonrisa en su rostro al pensar en todo el tiempo que pasaron juntos. Ella lo amó como a un hijo y él la amó como a una madre, los dragones agradecían ese amor y vivían para enorgullecer a aquellos fallecidos que dieron la vida por su existencia, vivían deseando hacerlos sentir orgullosos.

Él lo entendía, pero a veces, sólo a veces, olvidaba ello y deseaba poderla volver a ver una última vez.

—Eijiro, ¿estás...?

—¡Eijiro!

Ambos chicos dejaron de hablar cuando la voz de la madre del híbrido pelirrojo lo llamó, captando la atención de los dos pequeños. Con señas, la hermosa mujer le indicó que se acerque, a lo que Eijiro asintió, despidiéndose de su amigo y corriendo a donde se encontraba su progenitora.

—¿Qué pasó, mamá?

—Tienes una visita, cariño —le explicó ella, peinando los cabellos pelirrojos del menor—. ¿Quieres arreglarte un poco antes de saludar?

—¿Arreglarme? —Eijiro se miró—. Pero...

—Sé que querrásarreglarte, estás lleno de tierra, anda. —Ella le sonrió, a lo que el pequeñoasintió. No entendía la situación, pero prefirió obedecer.


+


¡Hola a todos! Espero que se encuentren muy pero muy bien, yo aquí les traigo la penúltima parte de esta cortita historia que espero les haya sacado al menos un "oww", yo disfruté mucho escribiéndola, a decir verdad. Y recuerden, Eijiro es amor, no existe rencor alguno en su corazón ni existirá jamás. Los quiero mucho. 

¡Casémonos mañana! | Bakugou Katsuki x Kirishima Eijiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora