CUARTA PARTE

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Cuando Jimin soltó aquella carga de olor a ganas de sexo, Jungkook tuvo la impresión de que ya estaba perdido y no podría salvarse de esa. Fue notarlo, sentir cómo ese fuerte y poderoso olor a alfa excitado se colaba en su organismo, saborearlo, digerirlo, y lo supo. Quería oler más de cerca y fundirse en aquello. Unirse profundamente a él, piel con piel, para que sus dos esencias se entremezclaran.

Nunca realmente había tenido especial interés en las fragancias propias de las otras personas. Tenía recuerdos de, cuando era pequeño, necesitar a cada poco el aroma de su madre para calmarse. Y, también, conservaba memorias de haber buscado que su olor se pareciera al de su padre, porque lo admiraba muchísimo y quería tener su mismo don de liderazgo. Como JungHyun era un beta, y no desprendía un olor en especial, lo único más o menos relevante en cuanto a ese tema, solo tenía que ver con sus padres.

Aunque, si evocaba* bien, el otro aroma que podría literalmente recordar en cualquier parte y reconocer dónde y cómo fuera, era el de Jimin. Solo el de Jimin.

Desde que lo conoció, cuando era un niño desgarbado*, rebelde y alborotado, algo en su esencia le había llamado la atención. Como si, desde el principio, le hubiera olido más fuerte que al resto. Como si su fragancia hubiera sido más intensa y se hubiera clavado en él, más fuerte que el de los demás.

En sus peleas, cuando era pequeño, a veces había tenido que taparse la nariz. Porque, al estar tan cerca suyo, golpeándose, el aroma era demasiado intenso y lo hacía sentir muy raro.  En la adolescencia, de repente, el olor de su propia virilidad* y su crecimiento como alfa en su pubertad, opacó un poco el del resto y aprendió a dejar de percibir olores a su alrededor. Con todos les sirvió, menos con Jimin, de nuevo. Jimin olía diferente, especial. No sabía decidir si era agradable o le incomodaba, o si le gustaba o no. Solo sabía que era paradójico*. Lo hacía sentir intranquilo de cierta manera, pero, a la vez, no había otro lugar donde hubiera encontrado tanta calma.

Estar con Jimin siempre había sido una paradoja*. Algo agridulce. Amigo/Rival. Lo odio/No lo hago. Me la paso bien con él/Quiero que se aleje.

Nunca había sabido exactamente cómo definir el conjunto de sensaciones extrañas que el otro alfa había provocado en él con el paso de los años. Quizá era solo el instinto de protección hacia sí mismo y un estado de alerta por esa presencia constante de un alfa ajeno, pero no sabía cómo tomarse esa teoría, porque ya desde el principio no le pareció que fuera muy acertada.

Volviendo al caso, Jungkook no podía evitar estar desviviéndose por el potente y cargado olor que flotaba en el aire, pegándose a él y colándose por su nariz con insistencia. Era el olor de Jimin. El olor de un Jimin caliente. Ya lo había olido alguna vez en el pasado, porque su mayor siempre había sido menos cuidadoso que él con respecto a esas cosas, sobre todo cuando estaba entusiasmado. Pero ahora, mientras él sufría su celo, mucho más susceptible y atento a su alrededor, fue simplemente percibir aquella esencia que clamaba* por sexo y perdió los estribos.

En unos segundos, se desplazó hasta terminar enfrente del otro alfa. Este lo miró entre muy sorprendido y extrañado. No sabía qué decir, solo podía pensar en el catastrófico y enloquecedor aroma que provenía de él.

Jimin trató de respirar por la boca y hablar calmadamente.

—Jungkook..., hombre. ¿Qué haces? —Había preguntado el rubio. Y Jungkook se negó a responder con palabras. En ese momento, solo podía pensar en una cosa.

El Celo de un Alfa - KookMin (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora