2] Máscaras.

66 5 1
                                    


En todo al camino al instituto no me sacó de la cabeza lo que me dijeron las chicas.

¿Habrá alguien que sea digno de ser mi primavera para dejar de invernar?

No lo se…

—Au, no has dicho nada en todo el camino, ¿Qué sucede?—. Me pregunta Ares antes de terminar de aparcar el auto en el estacionamiento del instituto.

—¿Qué? Lo siento, mi mente estaba en otro lado—. Me excusó.

—Si no me dices ni cuenta me doy, ¿Qué sucede contigo? Desde que salimos de tú casa no haces más que ver por la ventana—. Me pregunta preocupado.

—No tengo nada, solo estuve pensando lo que hable con las chicas ayer en la tarde.

—¿Algo que debería de saber que no me has dicho?—. Interroga Ares.

—¿Ares, tú crees que debería de cambiar? Es decir, cambiar toda esta puta máscara que utilizo desde que caí en depresión.

—Hey Au, no caíste en ninguna depresión. Solo tienes miedo a salir lastimada como todos. ¿Por qué crees que no he tenido nada serio con nadie en mi vida? Podré parecer seguro de mi mismo, pero te juro que tengo más miedo que tú. Desde que me enteré que mi padre engañaba a mi mamá no quise volver a sufrir, y menos como ella lo hacía por él. Mira, se suicido por él sin importarle mi hermano o yo. ¿Y donde está él? En algún lado del mundo con alguna puta—. Dice Ares mientras aprieta el volante del auto para intentar calmarse—. No soy así porque quiero, es la máscara que he construido para no salir lastimado. Todos tenemos alguna máscara, una máscara que nos ayuda a sobrevivir. No te digo que cambies o que sigas así, porque lo que decidas te apoyaré. Para eso somos amigos—. Dice ahora mirándome a los ojos. Simplemente lo abrazo para que sepa que no esta solo, no esta vez.

—Ares, no estas solo. Mientras yo viva no estarás solo jamás—. Le digo al oído.

—Bueno pues, salgamos de aquí antes de que empiece a llorar como toda una mami—. Dice con una sonrisa y secándose algunas lágrimas engañosas que salieron sin su consentimiento.

—Siempre juntos hermano.

—Siempre juntos hermana.

(…)

Ya en clase de biología me encuentro con aquellos ojos mieles que te llevan a soñar; de esos sueños donde no quieres despertar nunca.

—Disculpe, soy nuevo y no sabía donde quedaba el salón—. Habla el castaño.

—¿Tú eres…?— Busca en una lista— ¿Ian Bennett?—Pregunta la profesora.

El castaño asiente— Tome asiento en…—Observa algún lugar vacío— Al lado de la señorita Cross.

—Pero ahí va Camila—. Me excusó.

—Pues se lo explicas cuando quiera venir a estudiar—. Dice con recelo la profesora.

Solo la miro, no quiero ningún problema ahora.

Siento cuando Ian se sienta a mi lado y solo suspiro para no agobiar más el ambiente.

—No te molestes conmigo, yo no pedí venir aquí y menos a tú lado—. Dice mientras empieza a escribir lo que la profesora empezó a escribir en la pizarra. Yo solo lo miro de reojo. No pienso mirarlo a los ojos.

Al terminar la clase voy recogiendo mis libros antes de marcharme a la cafetería con los chicos para no soportar a Don Ego y uno de mis libros cae al suelo.

Cuando voy a recogerlo mis dedos
conocen a los suyos por lacónicos segundos.

—En serio que te gusta leer como para tener más de 5 libros en tu bolso—. Me sonríe.

¿Será amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora