–¿Joel?
Observé al alfa frente a mis ojos y mi corazón se aceleró al confirmarlo, él salía de la cocina con sigilo, como si realmente no pudiera creer que se trataba de mí, que era yo quien estaba parado justo frente a él. Mordí mi labio inferior, conteniendo a mi omega que me pedía a gritos lanzarme sobre el enojado alfa, enojo que fue desapareciendo, hasta que solo sentí su emoción y su característico aroma enloquecerme.
Bajé la mirada en una señal de sumisión cuando se fue acercando, su pecho se inflaba y se desinflaba con exageración hasta que una de sus manos se estiró para tocarme, ahí fue cuando lo noté, sus nudillos sangraban.
–Oh mierda. Joel ¿Qué te-
Pero no alcancé a decir nada más.
A pesar de sus heridas manos, él tomó mis mejillas y empujó sus labios sobre los míos, hundiendo su lengua entre estos, me besó sin importarle absolutamente nada más, con toda la intención de robarme hasta el último aliento. Mis manos, temblando de la emoción, se colocaron sobre su fuerte pecho mientras las suyas bajaron, acariciando mis costados y afirmándose en mi cintura, acercando mi cuerpo al suyo con exigencia.
–Erick –dijo mi nombre y sentí como todo el dolor desapareció. Mis ojos se humedecieron y lágrimas salieron de estos, aunque los tuviera cerrados, me derretí solo con el simple sonido de su voz antes de que me besara otra vez, haciéndome jadear–. Mi Erick. Bebé.
Entonces escuché sus latidos acelerados y sentí su cuerpo igual de tembloroso que el mío, sus dedos trataban de hundirse en mi piel, sabía que ansiaba hacernos uno para confirmar que no me iría, lo sabía porque yo sentía exactamente lo mismo. Lo oí gruñir, Joel se separó de mis labios con un gesto afligido y cuando nos miramos a los ojos, noté la oscuridad lujuriosa de sus marrones, mientras jadeaba, abriendo y cerrando la boca, tratando de organizar las palabras para poder hablarme.
–Está bien –mis manos se pasearon por su cuello hasta su cabello, juntando nuestras frentes, respirando aceleradamente contra su boca–. Tam... También lo necesito. Fóllame, Joe.
Todo ser humano sabía que no había forma más posesiva para un alfa de marcar su territorio que follando a su pareja, claro que la mordida era buena, pero el acto sexual de ser uno solo y de bañar mis paredes internas cuando su nudo se encuentre en su punto máximo le transmitía la tranquilidad de saber que mi cuerpo le perteneciera. Joel quería eso, lo olía, y no solo por la necesidad de desprender de mi cuerpo el aroma de otros alfas, ya sea por la ropa o por culpa de Nick, sino porque también no se calmaría sino hasta que lo haga, centrando cualquier enojo, fastidio, ira o sentimiento negativo para que desaparezca durante el acto sexual, una forma de desahogarse, algo así como golpear paredes o gritar a todo pulmón; y sinceramente, no me molestaba.
–Te necesito tanto –jadeó, llevando sus manos al cuello de la remera que yo traía puesta y en dos movimientos rompió la tela, abriéndola como si estuviera bajando el cierre de alguna sudadera. Sentí la temperatura de mi cuerpo aumentar y antes de volverme a lanzar hacía sus brazos, lo detuve, tomando sus manos, oyéndolo gruñir por lo bajo, mostrándome uno de sus pequeños colmillos, mientras mi respiración jadeante se hacía presente. Sin embargo, no me dio miedo. Él nunca me daría miedo.
–Es-Espera –maldición, lo necesitaba dentro mío de una vez–. A-Arriba, ¿si? En la cama... Por favor –aunque el piso o la pared servía en otras ocasiones, yo quería la comodidad de un colchón, tendría cuidado con nuestro pequeño bebé, al menos hasta que lo recordara y no me olvidara hasta de mi nombre cuando Joel me esté haciendo suyo.
Los labios de Joel tomaron los míos de nuevo en un rápido beso antes de que obedeciera, él me quitó el resto de la remera rota y entonces me cargó entre sus brazos con facilidad. Cerré mis ojos cuando empezamos a subir las escaleras y me dediqué a olerlo, sí, ese era el aroma que tanto había extrañado.
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THE PERFECT OMEGA | Joerick
FanfictionCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar el amor de tu vida. Erick Colón tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad ¿Qué alfa querría encargarse d...