007. Que la noche no acabe.

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Me separé un poco para mirarlo, la punta de mi nariz rozaba la suya, tenía una expresión de placer en el rostro que me fascinaba, me satisfacía ser yo el responsable de esos gestos. Quiso besarme y yo hice mi cabeza hacia atrás pero alcanzó a lamer mis labios. De pronto me envolvió en sus brazos y me hizo acostarme en la cama, me tomó de las muñecas y extendió mis brazos a los lados de mi cabeza, yo quise librarme de su prisión, pero no pude, me sonrió una vez más.

– Ahora es mi turno – susurró mirándome fijamente a los ojos.

– Pero... – su boca en la mía silenció mi protesta.

– Fue tu idea jugar rudo esta vez – dijo en mis labios y su aliento inundó mi nariz – prohibido tocar o prolongaré más la tortura – sentenció mientras se hincaba en la cama, yo me lamí los labios.

Subió mi polera lentamente con sus manos en tanto acariciaba la piel que iba quedando al desnudo, besó y lamió mi abdomen, bajó hacia mi cintura, siguió subiendo la prenda, y sonrió al mirarme semi desnudo y me dio pequeños besos en los pezones, me enderecé un poco y me quitó la polera completamente. Se acercó a mis labios y los rozó con los suyos, cerré los ojos esperando recibir su lengua, pero, no llegó, quise tomar la iniciativa, pero se separó, con su lengua recorrió mi oreja, jugueteó un rato con mi lóbulo mientras sostenía mis manos para evitar que lo tocara. Después me quitó los zapatos y el pantalón y con sus dientes bajó mi ropa interior, primero de un lado y después del otro, yo ya estaba completamente excitado, mi respiración era pesada y jadeaba al sentir sus caricias, ya lo necesitaba dentro de mí, él lo sabía, pero me estaba llevando al extremo, terminó por quitarme los pantalones.

Me hizo acostarme boca abajo y me besó uno de mis hombros, fue dejando besos hasta llegar al otro hombro y después bajó besando y lamiendo a lo largo de mi columna vertebral mientras sus dedos se deslizaban suavemente por toda mi espalda y por mis costados, yo estaba completamente duro y vuelto loco por querer sentirlo dentro de mí. Me besó la cintura y con las yemas de sus dedos acarició lentamente mis nalgas y bajó a mis muslos.

– Por favor – dije en un susurro suplicante.

– Por favor, ¿qué? – musitó en mi oído mientras sus dedos acariciaban mis brazos.

– Ya fue suficiente tortura – respondí con un hilo de voz.

– ¿Y qué es lo que quieres?, – preguntó en mi oído mientras frotaba su miembro contra mis nalgas – dímelo – agregó exhalando en mi oreja.

– Deja de jugar ya, hazme tuyo.

– ¿Quieres que te haga mío ahora?

– Sí... te lo suplico.

Sentí que se levantó de la cama, yo entré en pánico, me volteé y me enderecé, lo vi sacando un condón de su pantalón y poniéndoselo mientras yo me acosté boca arriba, él se subió a la cama, yo abrí las piernas, dándole la bienvenida a disfrutar de mi cuerpo, pero, él otra vez volvió a torturarme y sólo me frotaba muy suavemente, mientras yo me retorcía porque se introdujera de una vez por todas.

– Basta de juegos, ya no soporto – supliqué casi con lágrimas en los ojos.

– ¿Qué es lo que no soportas? – preguntó colocando su cuerpo encima del mío.

– Lo que estás haciendo, necesito tenerte dentro ahora – ordené.

– ¿Me extrañaste? – preguntó entrando en mí finalmente de un tirón.

– Sí – grité cuando su masculinidad cubrió todo mi interior.

– ¿Cuánto? – preguntó con la voz distorsionada moviéndose afuera y adentro.

LAS TRES REGLAS ♡ SEUNGSEOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora