No soy consciente de lo que está pasando a mi alrededor, tan sólo soy capaz de divisar la oscuridad que se encuentra en mi entorno, cuando de repente escucho un sonido, un contante Beep Beep, como si se tratase del claxon más molesto que existe en la ciudad, un sonido tan irritante que había acabado con la completa paz en la que mi ser se encontraba. Cual si fuesen dos puertas de hierro, mis ojos lentamente comenzaban a abrirse y entré en conciencia que ya era lo hora de despertar y dejar de abrazar a mi cama que, con mucho cariño, me abrazaba. A veces es muy triste pensar que la cama es la única en corresponderme los abrazos.
Entro directo al baño, ya saben, aquel pequeño cuarto, lleno de azulejos por todas partes, con una regadera y dos perillas que me dan la posibilidad de elegir si quiero ducharme usando agua fría, tan helada como si viniese directa del Polo Norte, o agua caliente, como si fuese agua traída directamente de los volcanes más calientes de esta tierra, personalmente opto por usar agua tibia.
Mucha gente canta en la ducha, a mí me gusta pensar, el momento del baño es esencial para poder hablar con uno mismo, sin embargo, nunca llego a concluir nada bueno.
Llega la hora de vestirme e, indeciso como un hombre que está a punto de contraer matrimonio, cuestiono que llevaré puesto, seguro de mí mismo, como el hombre que ha decido mejor no casarse, escojo una playera de Mickey Mouse, la mascota de una malvada corporación, el símbolo del capitalismo y el consumismo en caricatura, una creación de una persona que con tan sólo tres círculos, pudo dominar a todo el planeta.
Ya he cumplido con varias de mis necesidades, pero aún me falta la más importante de todas, el alimento, aquel combustible humano que nos mantiene con energía suficiente para poder continuar con esta asquerosa rutina llamada vida.
Abro aquella enorme y fría caja en la que guardo mis insumos para su mayor conservación, he escuchado por ahí que la gente suele llamarlo refrigerador, grande es mi sorpresa al ver que esta máquina tan sólo tiene en su interior un par de huevos y algo de leche y una vez más me doy cuenta que los días se van volviendo rutina al ser exactamente iguales, sin tener alguna otra opción, empiezo a cocinar mis huevos, por suerte mía cocinar es un proceso que me gusta y disfruto mucho, dentro de mi imaginación soy el gran chef Gordon Ramsay, preparando un platillo para el más calificado crítico, uno tan grande que hasta el mismo Anton Ego le teme y respeta, a veces no entiendo porqué estoy estudiando negocios internacionales, cuando la cocina es más divertida. Encima de un mueble puedo observar que se encuentra una caja de cereal, el cereal de aquella ave exótica que a mí me gusta llamar Fruti Lupis, tal vez pueda comer un poco mientras disfruto de mis huevos revueltos.
Sirvo mi plato y lo decoro, un consejo; si se sabe decorar un plato, el sabor mejora, ver el mío tan bien presentado hace que me dé más hambre de la que ya tengo, con mucha delicadeza empiezo a comer mi plato, seguido de este, es hora de comer el cereal. A mí me encanta ver aquellos aritos de colores flotando en el mar blanco que forma la leche, lo encuentro relajante y algo hipnótico.
He cumplido con todas mis actividades necesarias para poder salir de mi hogar, en busca de conocimiento en la poderosa institución llamada escuela superior. Para seguir con esta rutina, mi abuelo decide darme la facilidad de acercarme al metro y continuar con mi camino hacia en busca de conocimiento en la poderosa, espera, eso ya lo había dicho.
En el camino, mi abuelo me va preguntado cómo me fue el día anterior, me da pena decirle que mi vida es más aburrida de lo que puede creer, por lo que sólo me limito a decir que me fue bien, y empiezo a acentuar con la cabeza a todo lo que él me pregunta.
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Vida De Un Estudiante.
Short StoryPequeñas historias del día a día de un estudiante de nivel superior, quien tiene que enfrentar esta vida repetitiva llamada rutina.