Pareciera que somos esclavos de la tecnología, que estamos encadenados a los datos móviles de nuestro celular, al menos así me siento en este momento, mandando mensajes mientras estoy caminando.
Estoy en el metro, siendo honesto me desespera mucho, hay bastante gente y no puedo ir realmente cómodo. Las primeras estaciones no tengo ningún problema, este llega cuando estoy en el primer transborde de línea y se sube más gente, de ahí en adelante lo que sería un tranquilo y normal camino a la escuela, se convierte en una pesadilla que pareciera no tener fin, se concentra tanta gente que ya no cabemos en el mismo vagón y me hace preguntarme ¿Por qué sigo transportándome por este medio? Bueno, la respuesta es muy sencilla, no puedo llegar a la escuela por otro.
Me subo al vagón, personalmente prefiero irme en el último, en general no hay tanta gente, aunque de igual forma se llena, este comienza a avanzar y al pasar un par de minutos veo que se va deteniendo y sale a superficie, ¿Recuerdan qué les dije que me sentía cómo un esclavo de la tecnología? Bueno, por venir distraído he tomado la dirección incorrecta, de cualquier forma ya estoy en la terminal, si me quedo en el metro este dará la vuelta e irá rumbo a mi destino.
Siendo la primera estación encuentro un asiento y me desconecto una vez más de este mundo real gracias al poder de los audífonos y la red gratuita WiFi que el metro ofrece.
Pasan unos minutos después cuando una señora de avanzada edad se para a lado mío, si leíste mi primer capítulo deberás saber que cedo el asiento, y así pasa, sin comunicarme con voz y únicamente con señas, le ofrezco mi asiento, ella sonríe y me responde la manera más dulce y sincera "Gracias, linda", una inevitable sonrisa surge de mis labios tras dulces palabras que infieren algo que no soy, pero guardo mis pensamientos de gracia y continúo mi camino.
Al levantarme y volver a conectarme con esta realidad, siento en lo profundo de mi ser que algo no se encuentra en su sitio, es como una corazonada, como cuando una madre sabe que su hijo está en peligro o como cuando un perro espera en la puerta de la casa hasta que su dueño regrese, al observar con detenimiento me doy cuenta de que a mi alrededor tan sólo hay mujeres, no había ni un sólo varón en todo el lugar, y es ahí cuando entro en razón, me encontraba en el vagón de mujeres. ¿Cómo era esto posible? Sencillo, me gusta ir en el último vagón del metro ¿Recuerdan? Fui hasta la terminal, me quedé abordo y regresé , el último vagón se convierte en el primero.
Para los que no sean de México, explicaré un poco esta situación, vivimos en un país en el que a las mujeres se les acosa mucho en el transporte público, en este aspecto la gente no está educada y da tristeza pensar a los extremos que llegamos, a veces me da asco pensar que tengo que compartir sociedad con gente sin valores ni moral. El gobierno tomó la decisión de convertir los primeros dos vagones del tren y hacerlos exclusivos de mujeres, esto para poder disminuir el acoso en los transportes públicos. Hoy en día si un hombre viaja en estos espacios, será multado.
Hasta este momento, ya habían pasado 5 estaciones, mi sorpresa era grande y mi sentir extraño, a nadie de las presentes parecía molestarle que yo estuviese ahí, como si ellas pensaran que soy del mismo sexo y la incógnita llegó a mi tan confundida cabeza, ¿Estarán creyendo qué yo soy mujer?
Las mujeres abordo seguían sin mostrar sorpresa alguna, ninguna emoción lanzaban sus cuerpos, sólo indiferencia, me hacen sentir como una aguja en un pajar, no soy parte de ellas, pero puedo estar ahí sin que se me encontraran fácilmente, como si fuese una piedra dentro de una bolsa de frijoles, sólo si examinas detalladamente, serás capaz de notar la pequeña piedra antes de cocinarla junto a las legumbres.
El metro llega a la estación, estoy decidido de bajar e ir hacia los espacios mixtos, si bien no me han dicho nada, yo respeto la exclusividad que el tren tiene. El metro se va deteniendo lentamente, alcancé a ver a una policía, una mujer de la ley, parada en el límite de la sección mixta y la femenina, no cabe duda, ella está realizando su trabajo, vigilar que ningún hombre entre en esta área. Un miedo recorrió todo mi cuerpo, un escalofrío tan grande que pareciera que estaba a punto de morir de hipotermia.
El tren se detiene, las puertas comienzan a abrirse, tan sólo tres mujeres bajan del vagón. Mi mente se llenó de varias ideas negativas y, como si fuesen sombreros de Edward Bono, se tornó de un color negro, impidiéndome pensar una idea eficiente.
Las puertas comienzan a abrirse, dentro de mí llega una idea, tal vez si camino como una mujer podré parecer aún más a una y no seré atrapado, el tiempo se me agota, siento como el tic tac del reloj está presionándome cuando las puertas se abren del todo y debo bajar.
Con mucho valor y seguridad, como si me comportarse igual a la persona más narcisista, bajé un pie del tren y seguido coloqué el otro enfrente, subí y flexioné mi brazo izquierdo, coloqué mi muñeca de una forma coqueta, como si estuviese cargando un bolso; después del primer paso, empecé a mover la cadera exageradamente, lo estaba haciendo, caminaba igual que una modelo en una pasarela, los nervios me consumen, pero no puedo dejar que la policía lo note o esto terminará mal, he decidido colocar una cara de tranquilidad, como si nada grave estuviera pasando, como si hubiese alcanzado la paz interior anhelada por los guerreros de Kung Fu Panda.
No había sentido tanto miedo desde hace mucho, me siento como la pequeña niña perdida en el bosque, sabiendo que el lobo se encuentra merodeando el área, temiendo a ser devorada. Llega el momento, paso justo delante de la policía y nuestra mirada se cruza, es un segundo eterno, pareciera que el tiempo se detiene mientras nos estamos mirando, de un momento a otro, su mirada cambia de lugar y me deja pasar sin decirme nada, como si pensara que soy una mujer.
Me dirijo al final del pasillo, con una sonrisa en el rostro y una gran satisfacción por no haber recibido sanción alguna, me llevo una experiencia, de menos, divertida, una gran enseñanza, estar atado con cintas blancas a la vida en vez de encadenado a un aparato que pretende ser más inteligente que la humanidad, y una pregunta que me carcome mi curiosidad: ¿Soy una chica linda?
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Vida De Un Estudiante.
Short StoryPequeñas historias del día a día de un estudiante de nivel superior, quien tiene que enfrentar esta vida repetitiva llamada rutina.