Y si fuera ella

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Nació en Hong Kong, del vientre de una prostituta convertida en señora por un viejo rico y calentón que le dio la patada a su esposa en cuanto una mujer más joven y hermosa había sido puesta ante sus ojos.

En una mañana invernal, la antigua señora Lee se marchó junto a sus seis hijos y se instaló en un amplio apartamento cortesía de su exmarido, que no pensaba tolerar que sus hijos residieran en un lugar mediocre como la pequeña cabaña que los padres de la antigua señora Lee le habían heredado.

La exesposa, ahora llamada señorita Meng, podría haber llorado sobre su lecho por el desplante que acaba de sufrir, como se esperaba que fuera; sin embargo, y decidiendo que ella no merecía todo lo que le estaba pasando, se buscó un nuevo trabajo y comenzó a vivir su vida otra vez. De esa forma, aprendió que lo que había pasado junto al señor Lee en todos los años que duró su matrimonio no podía ser calificado como amor o felicidad.

Por fin la señorita Meng estaba tomando las riendas de su propia vida: ya no había matrimonios concertados ni buenos partidos; en cambio, recordó lo que era el trabajo duro y el tener que hacer sacrificios con tal de sobrevivir.

Y así, volvió a sentir la llamada felicidad.

Pero como este no es cuento de hadas (ni la historia de vida de la señorita Meng), algo malo tuvo que ocurrir. Fuera el estrés, la mala dieta o la falta de ejercicio, lo que es imposible de negar fue que la señorita Meng sufrió un accidente cerebrovascular a la salida de uno de sus trabajos. Así, los seis hijos que la desdichada mujer tuvo quedaron huérfanos de madre.

Sin dudarlo siquiera, el señor Lee acogió a sus hijos en la residencia familiar nuevamente. Los niños descubrieron que habían ocurrido un sinfín de cambios en la mansión durante su ausencia. La nueva señora Lee era mucho más vivaz que su madre, y no se cansaba de remodelar y ornamentar la vieja casona. Además, se pasaba metida en la cocina junto al personal; brindándole sus conocimientos y adquiriendo otros.

Era apenas una niña cuando Hong-Lung la recogió de las calles, pero en ese momento, con quince año recién cumplidos, ya era toda una belleza adolescente. Con el pasar de los años había aprendido que los hombres solo querían una cosa, y ella se había vuelto experta en dársela y cobrar a cambio de eso. Con el señor Lee la cosa no era tan distintas, pero en vez de dinero, tenía un hogar y todas las comodidades que deseara.

Y esa vez, el capricho Hong-Lung era un nuevo bebé.

Así nació el séptimo hijo, en una noche de luna llena. Era tan hermoso como su madre y delicado cual flor de jazmín. Le dieron por nombre Yut-Lung, como el Dragón Lunar. Un nombre fuerte, para lo que se esperaba fuera un hombre valiente que honrara el apellido Lee.

***

Yut-Lung terminó por ser la mayor desilusión del clan.

***

Cuando Yut-Lung alcanzó los seis años, la familia decidió instalarse en los Estados Unidos, para estar más cerca de sus negocios. Los hijos mayores ya se habían graduado de la Universidad, y en la nueva mansión la presencia de los jóvenes se volvía cada vez más invisible.

Así, solo quedaron Hong-Lung y su mujer junto a sus tres hijos menores: Yut-Lung, Han-Lung y Hua-Lung.

Desde fuera, los vecinos comentaban que había una nueva familia extranjera y rica. Lucían perfectos, como los muñequitos recién pintados que hacía la señora Lee para distraerse. Pasando la puerta principal, sin embargo, el ambiente era un caos, y los integrantes del clan, también.

***

Yut-Lung demostró desde muy pequeño que no era normal. Le gustaba pintar con su madre y jugar con los muñecos que hacía. Pedía que dejaran de hacerlo vestir de trajes porque se veía feo y él quería verse bonito. Se quedaba por horas viendo caricaturas que no eran de chico. Y cuando le rogó a su madre que no le cortara el cabello, fue que el entendimiento y la resignación se esparcieron en el clan.

Y si fuera ella || Banana FishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora