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capítulo dos ; perros peludos y criminales ❪ verano, 1993 ❫
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LAS VACACIONES de verano siempre terminan rápidamente, para aquellos que ven a Hogwarts como un hogar, es más una bendición que una maldición. Aurora Nova Black ha pasado seis semanas fuera de la escuela escribiendo dulces y cortas cartas a su hermano; cada pieza de pergamino le asegura que está bien y que la compañía que el Caldero Chorreante tiene para ofrecer es lo suficientemente satisfactoria por el momento, no es que ella sepa si lo es o no.
Aurora, a pesar de luchar para valerse por sí misma incluso en las habitaciones más baratas que le habían ofrecido, siempre sale del pub lúgubre al amanecer, cuando los cielos no eran más que brillantes tonos de rosa y púrpura, y no lo hace. regresa hasta que la apacible oscuridad y el manto de estrellas la cubren.
Las cosas no habían estado tan mal, ya que Andrew Bennett había decidido que ya era suficiente. Aurora había pasado el verano escondida en un pequeño bosque detrás del Callejón Diagon, necesitando desesperadamente tiempo para sí misma. O incluso a solo un tiempo de la mirada curiosa y crítica que la sociedad le disparó. No entiende por qué la gente está tan decidida a culparla. Ella no puede, con énfasis en la palabra, controlar las acciones de su padre. Ella no es su padre. Ella es solo una adolescente, tratando de no desmoronarse en la calma antes de la tormenta.
Porque eso es todo, ¿no?
Ella es Aurora Black. La niña de la que los padres advierten a sus hijos antes de dejarlos abordar el expreso al comienzo de cada año. La niña que los niños evitan como la peste.
Pero, a pesar de lo mucho que le duele, no puede llorar. Ella tiene que mantenerse fuerte. Ella tiene que enfrentar a sus demonios. Ella tiene que tener la cabeza bien alta y los hombros hacia atrás. Y, como una canción está destinada a cantar algún día, tiene que mantener la cabeza fuera del agua porque, en el momento en que comienza a ahogarse, las cosas solo se pondrán más difíciles.
