Capítulo 1

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El destino de Anne estaba sellado, lo sabía, de la misma manera que sabía que no podía hacer nada por evitarlo. Esa era su realidad y debía aceptarla por mucho que deseara lo contrario. Por ese motivo no se opuso cuando Camelia la ayudó a ponerse esa túnica blanca inmaculada que se mantenía reservada para ella, el último paso cuyo significado no quería ni pensarlo. Por fuera podía parecer sumisa, pero por dentro había una auténtica lucha queriendo salir de allí, escapar tan lejos como fuera posible, pero su parte racional tuvo que chocar con la realidad una vez más. No podía escapar ni tampoco tenía ningún lugar al que ir.

Camelia suspiró con resignación mientras sostenía la suave tela entre sus manos; era demasiado consciente del temor y de la incertidumbre que Anne sufría en ese instante. Entendía demasiado bien por lo que la muchacha estaba pasando y lo único que deseaba y podía hacer era ayudarla en todo lo que fuera posible, incluso en esa ínfima tarea. Antes de ayudar a ponerle la túnica, acarició suavemente su brazo para reconfortarla. Anne sintió la piel de gallina por ese tibio contacto en la fría habitación.

Camelia pasó la ligera tela sobre los hombros desnudos de Anne mientras ella tenía la mirada perdida en el horizonte. Camelia abrió la boca con la intención de decir que todo iba a salir bien, pero, al ver la mentira que conllevarían sus palabras, optó por volver a cerrarla y se centró en el tirante con un broche dorado en el extremo. Todo estaba sucediendo demasiado deprisa y Anne sentía un temblor interno cada vez más fuerte al ver que el momento que estaba temiendo se estaba acercando con demasiada rapidez.

Camelia sujetó a Anne suavemente por los brazos para conducirla cerca de la chimenea encendida y la joven se dejó llevar sin protestar. En cuanto se inclinó y rozó con las rodillas el suelo, Camelia se sentó en la silla a su espalda para proceder a peinar de forma maternal su larga y rubia melena todavía húmeda; pronto consiguió que se convirtiera en suaves bucles dorados que llegaban a mitad de su espalda.

Sin darse cuenta, Anne retorcía sus manos una y otra vez, mirando en dirección a la puerta doble de madera, con el miedo de que vinieran en su busca. Camelia no pudo soportar más verla en ese estado, solo hacía unos días que le dejaron a la joven a su cargo, pero ya fuera por la similitud de la situación que vivió o por el injusto destino, robada de la aldea donde vivía para ser llevada a ser entregada como amante del jefe del clan que le había tocado, la había acogido bajo su protección. La sostuvo sobre los brazos para levantarla y en cuando tuvo a la altura esos ojos claros asustados, dijo con voz enérgica:

—No puedes hacer nada para cambiarlo, pero corre por tu cuenta la forma en cómo atravesar las adversidades —paró para inspirar un poco de aire antes de continuar mirándola con ojos graves—. No muestres debilidad, transmite fortaleza.

Camelia utilizó sus palabras con el fin de precaverla, conocía demasiado a los hombres para saber que destrozan el más mínimo sentimiento de vulnerabilidad de una joven inocente. Anne escuchó con detenimiento sus palabras. Siempre se había definido como una persona fuerte y capaz de afrontar cualquier desafío; creía conservar la valentía que su madre quiso transmitirle en los pocos años que la tuvo a su lado, antes de que muriera, pero en ese momento parecía que no podía encontrar ninguna parte de su cuerpo que reservara una pequeña parte de esa resistencia. Pero encontraba razón en las palabras de Camelia y aunque le resultara difícil, debía reaccionar de una forma u otra. Recobrar esa fortaleza que en ese momento parecía perdida, pero ¿cómo iba a hacerlo? Ninguna de las dos tuvo tiempo de añadir nada más, ya que Dustin apareció por la puerta de una forma tan silenciosa que desencajaba, debido a su tamaño y aspecto feroz. Ese hombre no dijo nada y con dos grandes zancadas estuvo al lado de Anne para cogerla del brazo con la finalidad de examinarla con más detenimiento. La señal de que se sentía complacido fue la media sonrisa que apareció en su semblante, lo que provocó unas pequeñas arrugas incipientes en la comisura de sus labios, debido a su edad un poco más avanzada que el resto de guerreros. Sin más y sin delicadeza, arrastró a Anne detrás de ella a tal velocidad que la joven apenas pudo girar la cabeza para mirar una vez más a Camelia, cuya expresión dejaba clara sus sentimientos; tuvo que desviar la mirada para no perder la poca entereza que todavía parecía conservar.

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⏰ Last updated: Mar 04, 2020 ⏰

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Cautiva - Sarah MyersWhere stories live. Discover now