13; Bambi

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Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Dᴀɢɴʏ ﹣ Cᴏᴍᴇ ᴏᴠᴇʀ


No sé en qué momento pasó todo eso, pero no tardé en encontrarme en la puerta de la cabaña viendo cómo Leo se alejaba de mí dejándome sola con mis pensamientos y mi confusión.

Después del beso, estuvimos hablando de música country y mantuvimos las distancias; aunque estoy segura que él también quería saltar sobre mí.

No he pegado ojo en toda la noche y ahora me estoy maquillando para ir a una fiesta a la que no me apetece ir, y Bárbara lo nota.

— ¿Resaca? —Me pregunta.

— Sí. ¿Qué tal ayer con Charlie?

— Fue amable —se pone su sujetador con relleno—, me acercó a casa y nada más. Te fuiste pronto.

— El alcohol me golpeó duro, no tenía ganas de seguir allí. Estaba cansada.

— Suerte que Leo es un caballero y te acompañó —se pone su camiseta corta enseñando su abdomen.

Sí, qué suerte.

Tenemos un pequeño espejo en la habitación y ahí es donde nos maquillamos. Termino de hacer el eyerliner por quinta vez y me rindo porque no me va a salir igual que el otro ojo. No estoy inspirada porque no estoy concentrada.

Había sentido un cosquilleo en mi estómago cuando él me había besado que no sabía que se podía sentir. Supongo que eran los nervios, y también el deseo.

— ¿Quieres que te ayude?

Me siento en la cama resignada y mi hermana se mete entre mis piernas con el eyerliner en la mano. Cierro los ojos y dejo que ella lo intente.

Me quema y pica la lengua porque quiero decírselo. Quiero soltarlo y hablar del tema con alguien pero no puedo. No sé qué va a pasar después de eso. Leo me dejó en la puerta y me dió las buenas noches, solo eso.

Yo quería que entrara en la cabaña y me siguiera besando. Quería sus dulces y provocadores labios en más partes de mi cuerpo, pero no podía pedirle eso; lo dejé ir.

— Podemos quedarnos aquí si no quieres ir —siento el pincel por mi ojo y me estoy quieta.

— No, da igual, iremos. Me lo pasé bien ayer.

— Lo malo es el calor. Creo que esta vez si llevaré una gorra. Tuviste suerte de que Leo te diera la suya.

— Es atento.

— Sí que lo es. Hemos tenido muchísima suerte. No me imagino haber acabado en el culo de Texas con dos hermanos arrogantes y estirados.

— O brutos.

— O brutos —se ríe—. Solo quiero que mamá sea feliz.

— Yo también —Me levanto y miro mi rostro en el espejo—. Está genial, gracias.

Bárbara da una palmada en mi trasero y me giro, guiñándole un ojo. Llevo un vestido rojo de tirantes. El escote es cuadrado y llega hasta mitad de mis muslos.

— Hmmm... Se le van a salir los ojos a todos los chicos del rodeo —dice ella, que va con unos pantalones cortos que muestra sus largas piernas.

— ¿Han terminado las señoritas? —La cabeza de Diego aparece por la puerta y asiento— Pero bueno... Mis chicas están dispuestas a romper corazones —sonríe abiertamente.

Mi hermana se ríe y yo me cuelgo el pequeño bolso en el que llevo la cartera y mi móvil. Diego va con una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros por rodillas.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora