Capítulo 2

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Tres meses después Aurora seguía sin familiarizarse con aquel lugar. No se permitían visitas, de modo que no vería a sus padres hasta el día en que los médicos la encuentren en condiciones para poder abandonar el hospital psiquiátrico. Ese tiempo era indeterminado ya que se descifraría en base al comportamiento de la paciente, determinando si aquellos tornillos sueltos han vuelto a su lugar.
Debió compartir cuarto con una niña mayor que ella de alrededor de 17 años, alta, delgada y pálida como el papel. Su apariencia reflejaba días sin dormir, una descuidada higiene y una mala alimentación. Aurora nunca le preguntó su nombre ni tampoco se presentó, nunca le gustó socializar y entablar diálogos con desconocidos. De esta forma, esos 3 meses se rondaron de pura soledad y apatía para Aurora, motivo que se le asemejaba tal cual a su vida habitual.
Una noche mientras dormía, escuchó el sonido de un piano, era la melodía de Moonlight Sonata de Beethoven, y más despacio se oía la voz de un hombre que se le hizo muy familiar, diciendo palabras en un idioma que no pudo descifrar por la suavidad de su tono y el alto sonido de las notas de la melodía. Se levantó de su cama anonadada, con las piernas temblando y el latir del corazón retumbando como un tambor. Tomó aliento y haciendo el mínimo sonido posible se abalanzó a la voz. Aquel lugar estaba repleto de médicas que iban de un lugar a otro y cámaras que vigilaban cada uno de sus pasos. Logró cruzar un pasillo y sintió con un poco más de claridad lo que esa voz decía. Era árabe, aquel idioma que esa voz, suave pero dominante a la vez, pronunciaba.
Aurora no tenía idea como desde pequeña, sin nunca haber aprendido el idioma, su mente lo comprendía y tenía una incomprendida sencillez al pronunciarlo. Las palabras aparecían en su mente y las escribía en su pared, venían de voces desconocidas que se sumergían en su cerebro para comunicarle cosas que nunca jamás reveló, ni siquiera a sus padres.
Lo extraordinario de aquel momento, es que aquella voz masculina que escuchaba, le resultaba familiar, y la melodía le recordaba a sus primeros años de vida. Logró llegar a donde sus oídos podían comprender exactamente lo que oían: "Nunca dudes de tus instintos, la familia puede ser cruel, el mundo puede ser cruel, pero solo hay alguien que va a estar siempre que lo necesites, tú misma". Sus ojos se llenaron de lágrimas, aquella frase era la que le solía decir su abuelo cuando ella tenía 3 años. Abrió la puerta del cuarto que se encontraba frente a sus ojos con la hebilla que llevaba en su cabello, pero una vez ahí dentro se encontró con la soledad de la oscuridad. 

Aurora: Donde las almas duermenWhere stories live. Discover now