Capítulo 3

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 Aurora se encontró desconcertada al no encontrar a la persona que emitía dichas palabras. ¿Tal vez sólo lo estaba imaginando?

 -¡AURORA SAL INMEDIATAMENTE DE AHÍ! - gritó una voz a lo lejos. Se trataba de Penélope, una de las doctoras del hospital psiquiátrico Sunshine. 

 -Lo siento mucho Penélope... ¡No vas a creer lo que me pasó! - dijo exaltada.

-No me digas que otra vez comenzaste con las alucinaciones - le respondió con un tono sádico. 

-No son alucinaciones, ¡lo juro! Oí que alguien en esta habitación me hablaba en árabe y me pronunciaba una frase bellís...

-¿Otra vez con lo mismo? - la interrumpió - Vamos a la enfermería, deberé recetarte una dosis extra de tu medicamento. 

Aurora estaba harta de que nadie la entendiese, y peor aún, que la mediquen y traten de enferma. Sentía que la única persona que realmente llegó a comprenderla era su abuelo. Todas las noches, cuando los pacientes dormían y las luces del hospital se apagaban, solía hablarle al cielo, contándole acerca de las voces que había escuchado, las palabras que había escrito, de las ideas que había imaginado y de los olores que había percibido.

-Se que estás aquí abuelo - decía en voz baja, percibiendo el aroma sutil de su vieja camisa a rayas, del tabaco y del vino tinto que a él tanto le gustaba. 

 Luego de tomar sus pastillas, volvió a su habitación, donde intentó recordar la melodía de Beethoven que había escuchado anteriormente. Al recordarla, fue tarareándola al compás del sonido en su mente. Y fue en ese momento cuando lo recordó. En su mente, apareció la imagen de un cuarto oscuro y frío. En sus paredes había colgados cuadros llenos de polvo que escondían frases en color negro. El piso se encontraba en pésimas condiciones, las tablas de madera se encontraban descolocadas y los clavos estaban sueltos. Un martillo y una caja de herramientas se asomaba en un hueco de la habitación. Telas de araña se enrocaban y danzaban alrededor de unos hilos marrones desgastados que colgaban de la ventana, que en algún momento sostuvieron globos de cumpleaños. 

 Una lágrima comenzó a caer de los ojos de Aurora. Dicha imagen, tan clara y tan familiar la arrastró a pensar que algo andaba mal con ella, pero no en tanto a su cordura, sino, en tanto a su existencia. 

Aurora: Donde las almas duermenWhere stories live. Discover now