II

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"Era de noche cuando moriste, mi luciérnaga..."
La siempre firme voz del mestizo se caía a pedazos, resquebrajándose con cada sílaba y titubeando en tristeza.
"¿Qué podría haber dicho para resucitarte?"... Tomó la fría mano de su madre recostada en la camilla, se sentó en una silla a su lado y recostó su cabeza en el borde del blanco colchón, sus orejas y expresión abatida reflejaban su dolor.
"¿Podría ser yo el cielo del cuatro de julio?"...
Exactamente el cuatro de julio, apenas anoche fue cuando ocurrió el desastre. Cientos de aldeas vastayas fueron atacadas y sus habitantes cruelmente torturados hasta morir. El nudo en la garganta de Sett se apretó al igual que su corazón, las imágenes estaban presentes en su memoria y lo ahogaban en desesperación, tristeza y culpa, más nunca olvidaría la forma en la que la tenue luz de la luna iluminaba el cadaver de su madre en aquel claro, siendo el cielo decorado con estrellas el único testigo de la desgarradora forma en la que el chico se aferraba a su madre con desespero. Un dolor punzante cual flecha que lo atravesó sin previo aviso desmoronando a pedazos su vida entera.
Aquella noche no se separó de su madre, ni en ningún momento. La llevó a un templo de curanderos donde con pesar lo dejaron quedarse junto al cuerpo en lo que preparaban el entierro. Los suaves susurros de Sett eran lo único que se escuchaba en el cuarto, entonando una suave melodía de lo que alguna vez fue la canción con la cual su madre lo calmaba cuando llegaba a casa llorando.
Lo abrazaba y acariciaba su rostro con sus garras mientras cantaba hasta que el chico se quedara dormido.
Sett sentía sus ojos pesarle, no dormir le estaba costando y el agotamiento emocional lo desgastó hasta tal punto. Cerró lentamente sus ojerosos ojos inconscientemente, sintiendo el aún presente aroma que disfrutaba sentir al volver a casa...

☔️...

"Ya has hablado lo suficiente mi pequeño halcón. ¿por qué lloras?"
Abrió los ojos en un profundo vacío, vió a su alrededor el hermoso cielo nocturno iluminado en abundantes estrellas tintileantes. Sentía su cuerpo ligero y una sensación familiar. Los suaves pelajes de su chaqueta rozaban su cuello y mejilla conforma caía lentamente en el vacío, más no tenía miedo. Una cálida sensación le abrazó, el nudo en su garganta se desató dejando las ganas de llorar ser tragadas en su ser y siendo reemplazadas por una confortante sensación de refugio. Fue acurrucado en brazos de aquel espíritu formado por un cielo iluminado en estrellas que nunca olvidaría, las mismas de aquella noche.
"Dime, ¿qué aprendiste de los incendios forestales?"
La voz volvió a hablarle de forma suave y dulce, casi en un susurro que adormecía sus sentidos, más su mirada permaneció fija en aquellos ojos que le miraban de forma tan serena y pacífica, con una sonrisa que le derretía el corazón. No contestó, no podía hacerlo por las nuevas ganas de llorar que dejaron salir los cristales de sus ojos al ver frente a él a su madre, su esencia vastayana estaba allí, su espíritu, decorado con las fascinantes estrellas de aquella noche.
"¿O del cuatro de julio?"
Las palabras volvieron a hacerlo estar consiente de donde estaba. Sintió las garras limpiar sus lágrimas y acariciar su mejilla, pasando delicadamente por las heridas.
"Todos vamos a morir..."

☔️...

Fourth of July (Sett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora