•𝓒𝓪𝓻𝓪𝓼 𝓿𝓮𝓶𝓸𝓼, 𝓬𝓸𝓻𝓪𝔃𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓭𝓮𝓼𝓹𝓲𝓪𝓭𝓪𝓭𝓸𝓼 𝓷𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮𝓶𝓸𝓼•
Ya era domingo por la noche cuando el ruido de unas voces despertó a Ivonetta.
Cuando abrió los ojos lo primero que pudo ver fueron tres bultos borrosos discutiendo cerca de la cama en la que descansaba, parpadeo varias veces para recuperar la claridad en su vista y pudo identificarlos: Loretta, Luca y Paolino.
Intentó entender de que discutían, pero no lo logró, pues estaban hablando en ese idioma que tanto parecían amar hablar; francés.
Sin embargo siguió prestando atención a cada palabra que parecía salir con gran fluidez de sus labios, y con lo poco que sabía solo pudo creer comprender porqué discutían, era algo referente a un viaje, un viaje a Roma o eso creyó escuchar, pero la verdad no estaba segura, aquel viaje parecía ser muy importante, pues sino ¿Por qué Luca parecía estar tan enojado?
Luego comprendió un poco más de lo que sucedía: discutían por su culpa, porque ella le había pedido a Paolino que se quedara, porque Paolino no iría con ellos por su culpa.
-Je pense que c'est stupide d'abandonner la possibilité d'un cure juste pour être ici avec une fille insipide.
-- S'il te plaît, Luca, qu'est-ce qui te fait croire que cette fois ça va marcher et ça ne sera pas comme les vingt-quatre autres traitements expérimentaux? Vous devez accepter une fois pour toutes qu'il n'y a pas de putain de remède, vous devez être un peu réaliste à ce sujet, vous ne pensez pas?
-Paolino - intervino esta vez Loretta en un tono fuerte, demandante.
- Il est temps d'y faire face, tu ne crois pas?
La puerta del consultorio fue abierta dejando entrar a una mujer vestida de enfermera o mejor dicho, la enferma que Paolino había contratado.
Una mujer bajita, de tez morena, cabello teñido de un rubio claro y labios maquillados de un color tan rojo como la bolsa de sangre que Ivonetta acababa de notar estaba conectada a su cuerpo.
-Me conmueve su discusión familiar - habló la enfermera sarcástica - pero si van a discutir que sea en un lugar en donde no molesten a la paciente - concluyó en un tono de voz odioso.
-Mil disculpas señorita - habló Loretta tomando la mano de su primo menor - Ya nos íbamos - continuó- Luca Cariño - le habló esta vez a su primo - ¿puedes esperarme afuera?
El muchacho asintió y antes de dejar el consultorio le dedico una mirada fría a Ivonetta, quién se sintió diminuta, incluso más de lo que ya era.
Loretta, quien estaba parada junto a su primo mayor también la observo, pero su mirada era dulce. Ivonetta notó que parada allí junto a su primo Loretta media exactamente lo mismo que Paolino, no llevaba zapatos altos, no, ella media lo mismo que él, ni un centímetro más ni uno menos.
-Te traje un regalo - dijo ella acercándose a la camilla mientras rebuscaba en su bolso, de el saco una pequeña cajita plástica con galletas del tamaño de una moneda dentro de ella - las hice especialmente para ti.
-Gracias - contestó la pelinegra regalándole una sonrisa - no era necesario que te tomaras la molestia.
-Descuida Cariño, no es molestia. Siempre ando buscando una razón para hornear galletas, debería agradecerte yo - dijo - ya debo irme, lamento que mi visita sea tan breve, pero se me esta haciendo tarde- miró el reloj en su muñeca para continuar:- Volveré mañana luego del colegio para ayudarlos a ponerse al día con las asignaturas - les informó a ambos, a ella y a su primo, lo que le hizo saber que Paolino no planeaba asistir a clases el día siguiente - en serio espero que te mejores Linda - se despidió de ella no sin antes dejar un beso en su mejilla, gesto que sintió ajeno, pues no estaba acostumbrada a las muestras de afecto.
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La Curiosidad Que Mató Al Gato ©
Teen FictionLos Ambrosetti. Acaudalados, físicamente agraciados, amables, religiosos y muy unidos entre ellos. Claro que Paolino Ambrosetti, el mayor de los jóvenes Ambrosetti es todo lo anterior excepto amable, Paolino no era amable con nadie que no llevara su...