•𝓔𝓵 𝓹𝓻𝓲𝓷𝓬𝓲𝓹𝓲𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓯𝓲𝓷•
La madera vibró bajo los nudillos de Paolino cuando la golpeó de manera suave, detrás de él Loretta se sobresaltó cuando unos repentinos gritos inundaron los pasillos del deteriorado edificio, Loretta tomó la muñeca de su primo sintiéndose de alguna forma más segura al hacerlo, no habían ido solos a ese horrible lugar, Ezra Piormont, uno de los guardaespaldas de su abuelo los había acompañado cuando los atrapó escabulléndose de la mansión.
Paolino tocó la puerta nuevamente cuando luego de unos minutos nadie se había dignado a abrirla.
— ¿Qué quieren? — les cuestionó Marolia Barone de mala gana al abrir la puerta.
— Buenas noches — saludo de manera cordial Paolino — mi nombre es Paolino Ambrosetti — se presentó y extendió su mano hacia la mujer para que la estrechara, sin embargo Marolia solo lo barrio con la mirada y dejo su mano allí, extendida en el aire. Paolino apretó su mandíbula controlando su rabia — y ella es mi prima Loretta Ambrosetti — prosiguió con la presentación, manteniendo su compostura — hemos venido hasta aquí para hablar de su hija, Ivonetta — continúo.
— No tengo ganas de escuchar como un niño pretende darme lecciones de como debo o no tratar a mi hija— dijo cerrándole la puerta en la cara o bueno intentándolo, porque la mano de Paolino se lo impidió.
— No pretendo criticar su falta de instinto maternal, solo vengo a negociar con usted — le habló Paolino mientras mantenía la puerta media abierta con su brazo.
— No tengo tiempo para tus juegos mocoso — le replicó intentando cerrar la puerta de nuevo, pero no pudo, Paolino, ya furioso le dio un gran golpe a la puerta con su puño cerrado, tan fuerte que la puerta provocó un ruidoso estruendo al chocar con la pared.
Marolia se quedó pasmada en su lugar mientras Paolino se abría paso al interior del departamento con su prima tomada de la mano, Ezra Piormont también entró al departamento con una sonrisa burlona en su rostro.
— ¿Quién te crees que eres? Lárguense de mi departamento ahora mismo si no quieren que llame a la policía — Paolino se sentó en el sofá individual desgastado que estaba en el recibidor y Loretta se sentó en sus piernas.
— Tenga — le extendió su teléfono celular — puede llamarlos si desea, pero no me iré de aquí hasta que lleguemos a un acuerdo — le hizo saber.
— ¿Qué es lo que quieres? — le preguntó cediendo a escuchar lo que él muchacho tenía para decir.
— Tome asiendo — le pidió pero Marolia no se movió de su lugar — Ezra — lo llamó e inmediatamente supo que debía hacer, Ezra camino hasta Marolia y posó sus manos en los delgados hombros de la mujer y no tuvo que ejercer demasiada fuerza para guiarla hasta una silla y obligarla a sentarse.
— Me volveré a presentar está vez sabiendo que tengo su atención — comenzó — soy Paolino, amigo de su primogénita…
— ¿Primogénita? — se burló la mujer — ¿Dónde te enseñaron a hablar así niño? ¿En el siglo XIX? — agregó.
— Tal vez — contestó — es una suerte que también me hayan enseñado a tolerar a personas ignorantes como usted — siguió — simples plebeyos, tengo entendido que así les llaman — culminó logrando que Marolia torciera su expresión en una de enojo — ahora si me disculpa, estoy tratando hablar de un tema serio y no me gusta que me interrumpan cuando estoy hablando.
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La Curiosidad Que Mató Al Gato ©
Fiksi RemajaLos Ambrosetti. Acaudalados, físicamente agraciados, amables, religiosos y muy unidos entre ellos. Claro que Paolino Ambrosetti, el mayor de los jóvenes Ambrosetti es todo lo anterior excepto amable, Paolino no era amable con nadie que no llevara su...