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•𝓛𝓪𝓼 𝓭𝓮𝓬𝓲𝓼𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓽𝓸𝓶𝓪𝓶𝓸𝓼 𝓼𝓸𝓷 𝓵𝓪𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓵𝓮 𝓭𝓪𝓷 𝓮𝓵 𝓻𝓾𝓶𝓫𝓸 𝓪 𝓵𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪 𝔂 𝓶𝓾𝓬𝓱𝓪𝓼 𝓿𝓮𝓬𝓮𝓼 𝓮𝓼𝓪𝓼 𝓭𝓮𝓬𝓲𝓼𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼 𝔂𝓪 𝓷𝓸 𝓽𝓲𝓮𝓷𝓮𝓷 𝓶𝓪𝓻𝓬𝓱𝓪 𝓪𝓽𝓻𝓪́𝓼•

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𝓛𝓪𝓼 𝓭𝓮𝓬𝓲𝓼𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓽𝓸𝓶𝓪𝓶𝓸𝓼 𝓼𝓸𝓷 𝓵𝓪𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓵𝓮 𝓭𝓪𝓷 𝓮𝓵 𝓻𝓾𝓶𝓫𝓸 𝓪 𝓵𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪 𝔂 𝓶𝓾𝓬𝓱𝓪𝓼 𝓿𝓮𝓬𝓮𝓼 𝓮𝓼𝓪𝓼 𝓭𝓮𝓬𝓲𝓼𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼 𝔂𝓪 𝓷𝓸 𝓽𝓲𝓮𝓷𝓮𝓷 𝓶𝓪𝓻𝓬𝓱𝓪 𝓪𝓽𝓻𝓪́𝓼•


El avión que Luca Ambrosetti abordaba devuelta a su hogar aterrizó a las ocho treinta de la mañana del martes y el chofer que su abuelo había enviado por él — o mejor dicho, por ellos, porque Cassius aún no sabía nada sobre el gran detalle de que el mayor de sus nietos no había ido a Roma, como se suponía debía haber hecho, como él se lo había ordenado — lo esperaba en la entrada del aeropuerto preparado para llevarlo a la mansión como su jefe le había ordenado, pero esas órdenes no coincidían con los planes de Luca.

Su primo Paolino lo había llamado una hora antes de que él saliera de Roma para pedirle un favor y  aunque seguía un poco enojado con su primo, él jamás le decía que no, si Paolino lo necesitaba él estaría allí, dispuesto a lo que sea, porque ¿No es eso lo que Paolino ha hecho toda su vida? Estar allí para ellos para lo que sea que necesiten, incluso si lo que necesitan es ocultar un cadáver.

Por eso le dio las indicaciones a su chofer para llegar a aquel deteriorado edificio y le ordenó que lo esperara unos minutos, lo cual hizo sin oponerse, a pesar de que sabía de sobra que si su jefe Cassius se enteraba de que había llevado a su “pequeño” nieto hasta ese lugar tan marginal y peligroso lo despediría sin dudarlo, eso sucedería claro está, si su jefe estuviera de buen humor, no quería siquiera imaginar lo que el vil hombre le haría si estuviera de mal humor.

Pero, pudo respirar nuevamente cuando lo vio salir en menos de cinco minutos de aquel horrible edificio, enojado, pero sin ningún rasguño que le diera razones a Cassius de cortarle la cabeza al pobre hombre.

La siguiente parada fue — para alivio del chofer — la mansión de Doménico Caziano, en la que Paolino lo esperaba en la entrada con los brazos cruzados, Luca aun con el ceño fruncido se acercó a su primo para informarle lo que deseaba.

— No la veo aquí, así que lo tomaré como una mala señal — comenzó Paolino mientras se giraba para entrar a la mansión.

— No hace falta ser muy listo para deducirlo — contestó el muchacho de manera hostil — al parecer la manzana no cae muy lejos del árbol, la mujer es una grosera.

— No quiero discutir justo ahora contigo Luca, a ese fuego no le hace falta más leña que lo avive, así que solo dime lo que quiero saber — le solicitó Paolino evadiendo las palabras mal intencionadas de su querido primo, quien solo parecía querer fastidiarlo con el tema.

— Fui a su departamento como me pediste — continuó Luca rodando sus ojos — la mujer me abrió la puerta y apenas dije el nombre de Ivonetta me dijo que le dijera a la mocosa, esa es exactamente la palabra que uso para referirse a su hija, que la única forma de que ella volviera a poner un pie en su casa era cumpliendo las condiciones que le había impuesto, luego de eso me lanzo la puerta en la cara, no me dio ni siquiera oportunidad de decirle que estaba enferma aquí — concluyó — así que dile a la Mocosa que haga lo que su madre le dice para que puedas dejarla en su casa y lleguemos a tiempo a casa para alistarnos para el almuerzo familiar — y apenas su primo pronunció aquellas palabras se detuvo en seco, lo había olvidado, había olvidado que ese día sus padres estaban en Italia, bueno, no solo sus padres, la familia entera estaba en Italia, cosa que con suerte ocurría dos veces por mes.

La Curiosidad Que Mató Al Gato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora