Capítulo 9 [Epílogo]

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Han pasado 12 años y claramente han pasado muchas cosas.

Al principio Kara y Lena comenzaron a tener citas. El amor iba aumentando y no había nadie quien lo frenase. Estaban -y están- completamente enamoradas una de la otra. Cuando pasaron dos años y medio casi tres, Lena le propuso que vivieran juntas. Da igual si era en un piso, casa o chalé; odiaba tener que dejar a veces a la rubia en su casa para irse luego a la suya. Krypto estaba más que encantado.

La empresa de Lena iba creciendo, así que tomó el lujo de descuidarse un poquito y cuando pasaron cinco años, la pelinegra hincó rodilla y mencionaron su casamiento a lo grande. Todos estaban contentos menos Lex, pero él nunca iba a cambiar. Y por primera vez Lillian Luthor no se interpuso, ella no era nadie para destruir la felicidad con su amor, aunque la odiara. Alex como testigo y dama de honor junto con Kelly era bonito de ver ya que también se habían casado un año antes. Aunque lo más precioso de la boda era Krypto con traje y corbata.

Y al año siguiente tuvieron a Lori. Bueno, lo tuvo Lena, pero ya sabéis como va. Fue lo mejor que pudieron concebir. Una niña pelinegra sana y salva, pero con una especialidad increíble. Tenía heterocromía; un ojo verde y otro azul. Perfecta y preciosa. Y quien era protegida por el perro cada noche ya que se dormía junto a la cuna. Si había un rayo, se levantaba para ver a Lori. Si había alguna discusión y la niña lloraba, Krypto siempre ladraba y hacía que Lena y Kara se calmaran.

Conforme los años pasaban y la niña crecía, se había dado cuenta de que Krypto iba a ser su mejor amigo. Y recién cumplido los cuatro años, salieron todos juntos al campo por primera vez la familia entera.

—Mamá, ¿por qué tu tienes más arrugas que mami? —preguntó con inocencia.

—Supongo que gracias —contestó Lena con una sonrisa—. Verás, tu madre —cogió a la pequeña—, es una heroína.

—Sí, eso lo sé, es Supergirl, pero no tiene arrugas —miró a la rubia.

—Es que nosotros, los kryptonianos tenemos la piel de acero —contestó Kara besando su cabeza.

—Vaya, que cuando crezca, seré arrugada como mamá.

—Oye —le llamó la atención, pero no pudo evitar reírse.

Y ahora están, doce años después, pintando la pared de la nueva habitación de Lori con seis años recién cumplidos. Unicornios y nubes por todos lados; era lo que más le gustaba. Incluso decía que Krypto podía ser un unicornio si le pusiera un cuerno.

—Kara, ven un momento... —dijo preocupada desde el marco de la puerta—, que no venga Lori —musitó.

—¿Qué ocurre? —frunció el ceño y se agachó a la pequeña—. Toma, cariño —le entregó el broche—, sigue pintando, ahora mismo vuelvo —besó su cabeza.

Bajaron por las escaleras y encontró a Krypto tumbado.

—Lleva así toda la tarde, Kara... —se preocupó Lena y la rubia asintió agachándose.

—Hey, chico —acarició su cabeza—, ¿qué ocurre? —el perro se quedó quieto, solo movía los ojos—. ¿Qué pasa, Krypto? ¿Te encuentras mal? —hizo un amago de ladrar, pero solo balbuceó un lloriqueo—. Voy a llevarlo al veterinario, cariño —Lena asintió.

—¿Qué le ocurre a Krypto, mamá? —preguntó Lori desde la escalera.

—No le pasa nada, habrá comido algo malo —explicó Lena caminando hacia Lori.

Kara cogió al grandulón para llevárselo al coche. No tenía buen aspecto, pero eso no quería decir nada. Lo subió al maletero y Lena salió para despedirse.

Una pareja de tres | Supercorp AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora