Capítulo 4

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—Kypto... ¡vuelve aquí!

Lena recorrió toda la casa para alcanzar al pequeño. Había cogido otra de sua zapatillas tan preciadas -y caras- mientras leía un libro en su piltra. Fue mala idea tener la cama del cachorro en su habitación; lo quería coger absolutamente todo.

—Voy a matar a Kara. Juro por su Dios que la mataré... ¡Como puede tener un perro sin educarlo! —gritó con furia.

Se resbaló y cayó en picado al suelo. Se quejó de dolor y se incorporó para sentarse en el suelo. Miró su rodilla y tensó la mandíbula al ver que se había hecho una quemadura.

Y el cachorro se acercó a ella olisqueándola hasta que se quedó parada junto a ella y dejó su zapato en el suelo. Ladeó la cabeza y la pelinegra lo observó. No podía regañarle con esa cara de bebé. Y es lo que también le pasaba a Kara; siempre que ocurría cosas así e iba a darle la charla, Krypto ponía su carita de pena y se lo perdonaba todo.

—Está bien... —suspiró la CEO—, tú ganas. Quédate el zapato —le señaló—, pero solo ese, ¿entendido?

Como si fuera un niño que parecía que lo entendía todo, Krypto cogió el zapato con alegría y se marchó dando tumbos hasta volver a la habitación de Lena. Y la pelinegra se sorprendió como es que el cachorro iba de un lado a otro con esa energía, como si hubiera vivido en la casa durante mucho tiempo.

Se sirvió un café y pensó en llamar a Kara, pero luego dejó el móvil en su sitio. Ella no tenía que ir detrás de la rubia; debía ser ella quien llamara, pero no pudo evitar preocuparse por Eliza, aunque no sabía si debía preocuparse tanto. Ni siquiera pudo evitar preocuparse por Kara de como se lo estaría tomando y si estaba bien -pero ella no admitiría esto último-. Cuando estaba a mitad de un libro, Kara le envió un mensaje:

—¿Podías llevar a Krypto al veterinario? Se me olvidó que tenía cita hoy a las cinco... Es su segunda vacuna (está pagado). Si no quieres hacerte cargo, puedes llamar a James y darle a Krypto (me dijo ayer que os encontrasteis), aunque prefiero que lo tengas tú.

—¿Qué prefieres que lo tenga yo por qué? —se preguntó en voz alta.

No te preocupes —escribió—, el perro no es una molestia.

—¿Qué prefieres que lo tenga yo por qué? —se repitió la pregunta.

Le envió una afirmación. Lena se quedó pensando en el mensaje y en todo lo que estaba ocurriendo. Lena, que no se hablaba nunca con Kara Danvers después de su traición, estaba cuidando ahora de su mascota. No una ni dos veces, sino más días. Luego miró al pequeñín que estaba durmiendo en sus pies y pudo entender porque prefería que lo tuviese ella; se habían conocido antes que James. Y que un perro estuviese con alguien nuevo le podría tener desconfianza -o eso quiso pensar-.

—Venga, vamos a pasear aquí delante para que hagas tus necesidades antes de ir a que te pinchen.

Cogió la correa y fue hacia el cachorro, pero este rehusó.

—Vamos, Krypto, porque si te meas aquí en casa te juro que mato a tu dueña.

El perro ladró y huyó.

—¡Ven aquí!

Volvió a ir detrás de él dando vueltas y vueltas por la isla de la cocina hasta que Lena frenó y dejó que Krypto siguiera corriendo. Finalmente, como planeó la pelinegra, chocó con sus piernas y la CEO lo agarró poniéndole de la cadena.

—Creo que eres el perro más listo que he conocido en mi vida —intentó caminar, pero Krypto tiraba hacia atrás—. Mira Krypto —se agachó—, a mí tampoco me gustan los hospitales, pero tenemos que ir para estar sanos. Solo estarás un ratito y luego de eso, si todo va bien, te doy un paseo más largo, ¿entendido? —acarició su cabecita.

Una pareja de tres | Supercorp AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora