Como todas las mañanas Don Oswaldo Piedrahíta salía a fumar sus cigarrillos Malboro al jardín de la casa, ya que a Doña Clotilde le desagradaba en sobremanera ese olor, así que sin despertarla, bajó por la escalera y vio que la señora Rosa estaba preparando el desayuno, la saludó y cruzó la puerta.
Era una rutina normal, un día normal. Cuando terminó de fumar el cigarrillo, recordó las palabras de su bella esposa: "Cuando termines tu maldito vicio, échalo fuera de la casa". Era obvio que no quería ver las colillas ni en el solar, ni tampoco en el jardín, de hecho no quería verlos por ninguna parte, a Oswaldo a veces le parecía que Doña Clotilde ni siquiera quería verlo a él en la casa, sin embargo, él no se iba a ir, la amaba demasiado.
En fin, tomó lo que quedaba de un cigarrillo y una buena reflexión en las mañanas, y caminó unos diez o veinte pasos por el corredor que daba a la salida de la casa hacia la calle, y haciendo una pinza con sus dedos arrojó la colilla del cigarrillo, sin percatarse que un grupo de jóvenes venía caminando...
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Como todos los días a las 7 de la mañana Carlos Ramírez y su grupo de amigos, algunos soldados recién reclutados, otros con más tiempo de servicio, durante los últimos meses habían hecho exactamente lo mismo, se había convertido en una especie de tradición, los preparaba para los enfrentamientos que en cualquier momento pasaban. Ninguno de los jóvenes dejaba su arma de dotación, pero sabían que si disparaban contra un civil sin provocación, solo les esperaba la corte Marcial y el escarnio público al que hubiera lugar.Sin embargo, Carlos no era un hombre que respetara las reglas, ni el uniforme, sus amigos creían que no se respetaba ni a si mismo, así que el arma que portaba era su identificación personal, él se presentaba apuntando en la cabeza de quien "le quisiera ver la cara" decía.
El resto del grupo no era menos especial, el mejor amigo de Carlos, Alfredo, era un campesino recién llegado del Cauca, que quien al no encontrar trabajo, porque lo probable era que en el campo le hubieran disparado por la espalda, sin motivo ni razón, decidió dejar las tierras en manos de cualquier delincuente que quisiera tomarla y se fue a la ciudad en espera de encontrar salvación, pero encontró la guerra, y al no saber de negocio más lucrativo y sin tener posibilidades de un empleo que no fuera ese -la guerra-, decidió enlistarse en el ejército, de quién, quién sabe? Porqué causa? Tampoco, él solo necesitaba dinero y ahí estaba. Todos los meses los llamaban a firmar un papel amarillo y les entregaban el jornal, bueno el salario, y él lo guardaba en su bolsillo con la esperanza de no perderlo otra vez en la tienda de Juancho bebiendo cerveza hasta el amanecer, sin embargo, sabía que nuevamente se iba a quedar sin dinero después de esa noche.
Por su parte Ramón "sietezuelas" Blandón, era un joven que por sus andanzas con mujeres tenía (le habían dicho) cuatro hijos y uno en camino, según él y a pesar de haber estado con no menos de 10 a 20 mujeres durante su corta vida, tenía 25 años, inició a los 15..., Seguía insistiendo que no tenía ni idea como aquellas "sinvergüenzas" habían podido quedar "preñadas". Después de todo, él les decía que debían tener cuidado, porque no iba a responder por esos muchachitos mal vestidos, alimentados y sucios, que según ellas, eran "sus hijos", él solo cumplía como hombre, pero no con ellas, sino para satisfacer sus necesidades de hombre y listo, el resto no era su problema.
Ramón se había encargado de enseñarles a todos incluso al pequeño Joaquín, de lo que era capaz un hombre, y sin pudor alguno, una noche después de una borrachera "normal" luego de haber llegado de Bogotá de la más sangrienta de las semanas de enfrentamientos, durante ese segundo año de guerra, raptó a una jovencita que caminaba hacia su casa y les mostró lo que según él, era un hombre, y violó a la chica delante de ellos, y para evitar que siguieran caminando por ahí "vástagos" o "malnacidos", le pidió a Carlos su arma y le disparó en la cabeza, nadie iba a decir nada, ninguno de los que estaban ese día, y tampoco los iba a acusar el ejército, ya que durante la semana anterior, el mismo Ramón, había matado para ellos a uno de los generales del bando contrario, tuvo la fuerza suficiente para llevar el cuerpo hasta el batallón y le habían concedido eso que en palabras suyas era "licencia para hacer lo que quisiera", de modo que esa noche no tuvo reparos con esa joven de nombre "anónima", a quien el periódico del pueblo le acusó de andar sola a altas horas de la noche, por una zona donde solo debían transitar hombres, liberando de toda culpa, no solo a Ramón sino a sus amigos de la crueldad del acto.
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EL SOLDADO CAÍDO (FURIA)
AcciónEsta historia se desarrolla durante una de las tantas épocas de violencia en Colombia, relata de forma ficticia las circunstancias de un asesinato, un agresor, seis cómplices (o lo que determine el lector) y la justicia que nunca llegó. Esta es una...