-Arrodíllate ante tu nuevo rey -dijo Kim Seokjin con una sonrisa de suficiencia en su perfecto rostro.
Antes.
-Adelante, preséntese -ordenó el rey Lee desde su asiento. Su voz parecía desinteresada pero ocultaba un tono autoritario que no muchos podrían identificar.
El joven se hincó ante él, haciendo una gran reverencia, a pesar de que el hombre prestaba una fingida atención a la copa que sostenía, mientras revolvía el líquido sin cesar.
El rey era inteligente, fingía que no le importaba nada de lo que ocurría a su alrededor, cuando en realidad era todo lo contrario. Pero el fingido desinterés era su forma de hacer sentir menos a aquellos a los que consideraba inferiores o incluso superiores.
-Soy el príncipe Kim Seokjin del reino de Silla, princesa Youngmi -dijo el joven a la mujer sentada a la izquierda del trono- Tu nuevo esposo -agregó sonriendo.
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Soportaste aquella reunión de la mejor forma que pudiste, sin emitir ni un sonido, o todo lo que saldría de tu boca serían insultos. Tenías la habilidad de neutralizar tus emociones y comportarte como todos pretendían que fueras: una perfecta idiota con cara bonita.
Una vez finalizada aquella tortura, huiste como alma que lleva el diablo hacia tu habitación.
Jungkook te seguía de cerca pero aun así tomando una distancia considerable. Te conocía hacia siete años, por lo cual sabía cuando intervenir en tus berrinche y cuando no.
Pero esto no era un simple berrinche.
Te ibas a casar y con un maldito extraño cuyo rostro era más perfecto que el tuyo. Pero eso no te importaba, tenías 20 años y lo que menos esperabas era aquel matrimonio arreglado con un joven al que seguro sus sirvientes le hacían manicura.
Tu también eras una princesa y contabas con todas las comodidades de una. Pero tu actitud era todo lo contrario a lo que se esperaba que fueran los hijos de la realeza.
Y además, estabas enamorada de Jungkook.
El joven ingresó a tu habitación con el rostro en blanco. Su cara sólo expresaba 4 tipo de emociones: exasperación, si, lo volvías loco siempre; vergüenza, que también era por tu culpa; neutralidad, la que llevaba casi a toda hora y después, esa sonrisita suya que hacía revolotear a tu estómago y se le escapaba ante alguna tontería tuya.
Neutralidad era todo lo que podías leer en su rostro ahora. Y lo cierto es que te molestaba bastante, aunque en el fondo sabías que se debía a que en realidad estabas dolida por su indiferencia.
Aunque bien sabías que no expresar emociones no implicaba el no sentirlas. Si había una persona en el palacio con gran sensibilidad, ese era Jungkook.
Pero es que ¿acaso no le molestaba que te fueras a casar con otro hombre?
Aquella idea te enojó aún más, así que decidiste molestarlo un poco. Y lo miraste fijamente mientras comenzabas a quitarte la ropa delante suyo, sin pudor alguno.
-Qué haces? -su rostro se tornó en un bordó intenso mientras intentaba desviar la mirada rápidamente.
Vergüenza. Una emoción que últimamente demostraba con bastante frecuencia. Te reíste de él mientras seguías desnudandote.
