Salem [vegebul]

Capítulo IV

-¡Siempre con la guardia en alto!- de un empujón el príncipe cayó de espaldas sobre la tierra - ¿Qué le sucede majestad?, Últimamente ha estado con la cabeza en otra parte - dijo su compañero de entrenamiento mientras le observaba

-¿Qué?, eso no es cierto, siempre estoy alerta, esto fue simplemente un resbalón – se levantó rápidamente mientras tomaba de nuevo su posición de brazos cruzados – y una miserable cantidad de suerte para que no te derrotara con tanta facilidad – dijo con una sonrisa burlona

-¿Suerte eh?, Por favor, todo el mundo ha estado hablando de lo desconcentrado que se encuentra últimamente, algunos dicen que es por el cambio de panorama y eso usted y yo sabemos que no es verdad ¿o me equivoco? – extendió una manta para que el príncipe pudiera secar los restos de sudor que se acomodaban en su frente

-Tonterías Nappa, simplemente no estoy de acuerdo con mi padre de liderar una estúpida cacería por el festival de otoño, porque a nadie le importa, es todo – extendió sus brazos a ambos lados y dio media vuelta hacia el castillo, no tenía ánimos de continuar lleno de polvo

-¡Príncipe! -  Exclamó Nappa logrando que el susodicho se detuviera  – hace dos años que lo hizo en Francia y nunca se opuso – dicho esto hizo una pequeña reverencia y se marchó hacia la sala de entrenamiento

-Tch – escupió al suelo - ¿tendré cara de idiota... todo por una noche?

*FLASBACK*

-¡Tienes que saber algo de esto! – Exclamó furioso - ¡Raditz! – zarandeó por quinta vez al hombre, ¿pero qué caso tenia? El tipo estaba ebrio hasta el apellido

-Yo solo sé... que no sé nada – dijo entre balbuceos para luego estallar en risa – dime, ¿qué quieres? Encontrar a una mujer ¿para qué? ¿Casarte con ella? – volvió a hablar entre risas

El príncipe tomó el tarro de cerveza que se encontraba sobre la mesa y la arrojó al rostro del tipo – No vine para que te burlaras ¡vamos que estoy esperando a que respondas! lo diré una última vez – lo tomó por la camisa – ¿¡sabes de alguna cuidad o aldea cerca del rio y las montañas en el oeste!?

-Claro que sé – tomó los puños del príncipe y los alejó – ahí vive... - movió su cabeza hacia ambos lados comprobando que estaban solos logrando que el príncipe depositará toda su atención en el – ahí viven los mapaches que nos atacaron a Nappa y a mí – fue tanta la fuerza del golpe que impactó contra su rostro, que lo dejó inconsciente tendido sobre el suelo 

-pedazo de... - respiro hondo y contó hasta diez, luego de haber regresado de su "pequeña exploración" corrió (aun con el brazalete en mano) hasta la entrada trasera de la cocina del palacio, donde sabía que podía encontrar a Raditz acosando a una que otra mujer de las que eran camareras, y al no haber obtenido una respuesta satisfactoria subió por la torre norte para no toparse a su padre quien seguramente estaría bebiendo en la terraza con el comandante de las tropas.  

Al llegar a su alcoba colocó el brazalete sobre el buró, se duchó y cambio de mudada rápidamente, al estar completamente en calma se sentó a la orilla de su cama observando aquel montón de lianas, hojas y flores marchitas, a pesar de estar prácticamente deshecho deprendía un aroma agradable, fresco y natural, ¿pero qué demonios pasó esa noche?

Se tumbó en el colchón boca arriba mientras se sujetaba la cabeza, está bien, probablemente el alcohol le jugó una mala pasada, rápidamente deshecho esa idea teniendo como evidencia el brazalete, ok, si realmente aquella mujer fuese real, él tendría, si o si, que volver para poder verla, y es que no era secreto para nadie que cuando el principito se encaprichaba con algo era una meta que él tenía que cumplir a como diera lugar, el ejemplo más claro era el querer tener más poder que el hijo del general del ejército en Francia, pues fue él quien designó a su hijo como teniente coronel liderando unidades militares en un enfrentamiento hace tres años y al príncipe vegeta como sargento de tropas de expedición.