Por recuperar lo que sentía perdido, Lisa decide ser otra mujer para Taehyung. Las cosas que no puede arreglar su corazón, las deposita en manos del sexo más puro. Pero con el que termina acostándose no es su novio, sino con el hermano de este, Jung...
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—No habrá más oportunidades para que dejemos esto, Lisa —insistió Jungkook, reuniéndose con ella en un sofá de la estancia—. Créeme, es mejor que no ignores lo que te he contado y que entiendas la seriedad del asunto. A ninguno nos conviene ponernos en una situación difícil.
Lisa deseó gritar llorando. Lo que le pedía era imposible. Pudo haberse esperado todo con esa charla, excepto los planes que Taehyung se había creado buscando darle una lección.
—¿Entonces me estás pidiendo que simplemente haga que no sé que Taehyung quiere herirme de esa manera? ¿Cómo podría sabiendo que yo creía en su amor?
Jungkook se sentó junto a ella al fin y, como primer gesto amable, sin intenciones de ir a algo más, tomó sus manos para acariciarlas.
—Te daré la gran iluminación de tu vida, amor. Taehyung no te quiere. Sé que puedes no creerlo, pero hubo una vez que estuve enamorado y esa vez fue suficiente para nunca más desear a nadie que fingiera quererme. Si algo sé es que no puedes decir que quieres a nadie si buscas herirlo. Es una contradicción en la que la mayoría de la gente cae, pero está mal. Eso no es amor.
Miró su rostro con cierta duda, pero finalmente estuvo segura de que Jungkook no le mentía. El gran Jeon Jungkook, un hombre incapaz de proferir sentimientos de amor por nadie, había estado enamorado una vez. Quizás ahora se podía entender mejor por qué no se comprometía con ninguna mujer. Estaba herido, pero eso no quitaba que fuera un desgraciado.
—Ya veo que todos los hombres sois iguales... —soltó de repente, dejándose influir por el rencor.
La expresión neutral de Jungkook por fin cobró desespero y sus ojos rodaron mientras se ponía en pie.
—Lisa, no actúes como las demás. Reconozco que muchas veces no me he portado bien contigo, pero la forma de demostrar que eres mejor que yo es no siendo como las demás mujeres. Casi todas os quejáis del machismo, pero no os tentáis nunca para utilizar vuestro sexismo de mierda.
—¿Eso qué tiene que ver con lo que estamos discutiendo? —preguntó, ceñuda.
—Que estoy harto de que por uno paguen todos. A mí no tienes por qué meterme en las porquerías de Taehyung y creo que, en resumidas cuentas, tampoco deberías alterarte tanto, ¿y sabes por qué? Bueno, pues porque no tienes mucho de donde defender tu orgullo, guapa. Eres igual de puta que yo, y el hecho de ser mujer no te exime de no serlo. Que Taehyung quiera pasarse de cabroncete contigo es una situación muy distinta de la que yo no tengo la culpa, aunque muchos puedan pensar que sí. Tú y yo estuvimos de acuerdo en tener esta relación o como mierda quieras llamarle.
Era cierto. Tenía razón. ¡Por Dios! Con qué hipocresía estaba actuando. No tenía cara ni siquiera para indignarse.
Tras unos segundos, echó fuera de sus ojos las lágrimas que había reprimido. Jungkook, extrañamente, supo cómo consolarla. Se volvió a reunir con ella y no dejó de darle caricias en las manos, el pelo y el rostro. Le extrañó que estuviera siendo tan paciente.
