-No me extrañaría que se molestara -dijo Mamá Remedios-Mire que sentar a una señorita de esa forma y sin un traje adecuado...¡Dios,mío!
-Era eso o dejarla ahí.
Mamá Remedios bufó fuertemente al ver sonreír victorioso al señor Jory; él sabía que no podría reprocharle que no hizo bien en auxiliarla, de una manera inapropiada pero correcta.
-¿Desea algo más, señorito?- Recalcó sus palabras, deseosa de cambiar el tema para evitar su derrota temporal.
-¡Vamos, Mamita! No se moleste por tales cosas...
-Si el señorito no quiere nada, me voy a la cocina. ¡Ya bastante hay que hacer en esta casa!
Mamá Remedios volteó a ver directamente a Jimmy, dando indicaciones con los ojos que levantara la vajilla lo más rápido posible. Jimmy no dudó en atender lo antes posible; porque sí Mamá Remedios arrugaba las cejas y su ancha nariz no era prudente contradecirla, algo que al señor Jory no le importaba.
-Jimmy, ¿verdad que no hice mal alguno?
El negrito miró los dientes amarillentos del señor Jory, una gran sonrisa se presentaba, pero por otra parte, la pesada mirada de Mamá Remedios lo abrumaba por la espalda. Tras un leve trance momentaneo, Jimmy se llevó toda la vajilla sin importarle que se rasparían al amontonarlos de la forma en que se los estaba llevando, y que Mamá Remedios lo castigaría, pero sería peor sí hubiera estado a favor del señor Jory.
Lejos del peligro, Jimmy asomó la cabeza para ver que haría uno de los dos; Mamá Remedios no quiso seguir discutiendo y se fue derecho a la cocina, donde Jimmy, al verla acercarse, tomó el balde y empezó a enjabonar la vajilla.
-¡Pobre de esa señorita, sentarla así! ¡Jimmy! mira que si haces tales cosas, juro por el santo recuerdo de tus papacitos, ninguna jovencita se casara contigo.
-Pero- Jimmy arruinaría la serenidad que había conseguido con Mamá Remedios al decir tal burrada- Al señor Jory si se le arriman las señoritas.
-¡Jimmy!-gritó horrorizada-¡Jovencitas decentes,decentes!
