Dos.

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¿Recuerdas aquel día que me ofrecí como reemplazo para el básquet?

Era malísimo.

Ja. Fui la burla de toda la clase.

Lo único que quería era llamar tu atención.

Y, aunque lo logré, me sentí humillado y avergonzado.

Yo solo quería demostrarte que era bueno.

Pero fui un fracaso.

Pero entonces...

Nuestros ojos se volvieron a cruzar.

Esa sensación de saber que me estabas mirando me daba emoción y nervios. Muchos nervios.

No sabía porque exactamente me veías, no encontraba ninguna emoción en tu rostro.

Me dió miedo.

Creí que estabas burlándote de mí por no saber anotar una canasta.

O quizá estabas decepcionado de mí.

Sin embargo, te acercaste a mi con calma.

Me diste una sonrisa sin mostrar dientes cuando llegaste hasta mi.

-Hola- Sonreiste

-Ho-hola- Dije tímido

Fui el chico más feliz cuando te ofreciste a enseñarme a practicar basquetbol.

Iba todos los días a nuestro pequeño entrenamiento.

No me importaba si estaba lloviendo, nevando o incluso si me sentía mal.

Porque cuándo te veía, ese día nublado se convertía en uno soleado.

Porque lo que más disfrutaba de nuestras tardes, era tu compañía.

Solo tu y yo.

Me contabas de tus miedos.

De tus gustos.

De tus inseguridades.

Incluso tus errores.

Eras como un libro abierto ante mi.

Y poco a poco...

Me convertí en tu mejor amigo.

Aquí termina esta parte, espero les haya gustado.

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Las quiero ❤️.

Sin más nos leemos luego...

Para el Chico que Nunca me Amó. | KookMin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora