#1 ¿Qué le pasa a todo el mundo hoy?

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Mi frente estaba sudando a chorros. De hecho, todo de mi estaba de la misma forma. Maldición, me repetí por millonésima vez mientras movía mi pierna ansiosamente.

— ¿Y bien, Señorita Kells? ¿Tiene alguna otra excusa?— La mujer de cincuenta-casi-sesenta años frente a mí se veía francamente aterradora, con sus brazos cruzados y apretados alrededor de sí misma, y su trenza francesa tensa en su cabeza a tal punto de que por un momento me imaginé su cabeza explotando por la presión. Pedazos de cerebros volando por todo el salón, eso ciertamente me sacaría de este lío. —Señorita Kells, mejor preste atención y conteste cuando estoy hablando con usted. —Rugió en mi cara, pareciendo un dragón queriendo matarme con su aliento. Joder, pensarías que dos horas de tanta perorata sobre la literatura antigua a la mujer le entraría aire puro en su boca, pero parecía que alguien había muerto ahí.

—Eh…yo solo… no tengo…eh…—A mí derecha se encontraba Amanda y Teresa, mirando la escena como lo hacía todo el mundo: a la espera de que el ogro malo devore a la pequeña criatura del bosque.

— Oraciones coherentes, Señorita Kells. Es obvio que estaba durmiendo también en la clase en donde enseñaron a armar frases. —Mis compañeros soltaron risitas nerviosas, haciendo que la mujer frente a mí tenga una sonrisa de suficiencia en su rostro. Mi rostro se volvió tan bordó que dolía.

Chupa culos.

¿Todo esto por cerrar unos minutos los ojos? Si esta estúpida anciana llevara el ritmo de vida que yo tengo, probablemente estaría durmiéndose cada par de segundos. De seguro duerme con la boca abierta. Y la baba se le escapa.

Asco.

— No, Profesora Thomas, no tengo excusas. —Una oleada de ira me atravesó, pero sabía que cualquier tipo de falta de respeto sería comunicada a mis padres, y podían ponerme algún estúpido castigo. Eso era un riesgo que no estaba dispuesta a correr, no con lo que tenía para perder en el proceso.

Afortunadamente, pareció que alguna fuerza sobrenatural se apiadó, porque antes de que la vieja bruja pueda abrir la boca, el final de hora fue marcado por el ruidoso timbre del pasillo.

Uf, gracias a Dios.

— ¡Atención, alumnado! —Dijo la profesora Deelly con el ceño fruncido. —Estudien para la semana que viene porque el examen será el ochenta por ciento de su nota final.

Varios gemidos y quejas se escucharon, pero ni siquiera levanté la vista del suelo mientras me iba del salón.

— ¡Oye, Delilah! —Teresa corrió a mi lado junto con Amanda, ambas mirándome con el rostro irritado. — ¿Perderías tanto tiempo esperándonos?

— Lo siento. —Cristo, dame paciencia. Teresa entrecerró sus ojos y se dio media vuelta, bufando.

— ¡A veces las cosas no se arreglan con un “lo siento”! —Gritó Amanda siguiéndola, mientras yo seguía parada en medio del pasillo preguntándome qué demonios le pasaba a todo el mundo conmigo hoy.

Llegando a la puerta de salida de la escuela, llegué a la conclusión de que las chicas con el tipo de carácter de Amanda y Teresa nunca llegarían a gustarme del todo. Parecían buenas, y era divertido estar con ellas de vez en cuando, pero cuando se volvían tus únicas amigas en la escuela era un problema. Eran demasiado celosas y territoriales para mi propio bien.

Nota: Conseguir más amigos para pasar el rato en esta cárcel.

Mientras caminaba por el estacionamiento a mi auto, escuché una moto rugir a unos cuantos metros de mí, entrando a toda velocidad. Las motocicletas en esta escuela eran como un unicornio: no era algo que veías todos los días. El trasero de los adolescentes que venían aquí valía demasiado como para apoyarlo en algún asiento que no sea por lo menos de un Audi.

You are the only exceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora