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CAP. 4

- Mírame Anaciel...-le dijo con una voz serena y la besó apasionadamente.- Si algún día mi recuerdo regresa a tu corazón estaré aquí... esperándote.-sonrió él.

- A que te refiere...-intentó preguntar ella, pero de repente Jimin besó su frente, haciendo que cayera inconsciente en sus brazos.

El guardián quedó atónito ante esa acción.

- ¡¿Pero que le has hecho?!.-preguntó indignado aquel guardián, lentamente se acercaba a él cargando a Anaciel para luego entregarsela.

- Ella está bien, sólo borré de su mente todos los recuerdos que tenía conmigo...-explicó.

- ¿Quieres decir que ella no recordará ni siquiera haberte conocido?.

- Exactamente.-respondió él y comenzó a alejarse.

- Te conozco, tú eres Jimin, tercer príncipe del infierno.

- Así es.

- ¿Cómo pudiste posar tus ojos en un ángel?... acaso te divertiste robando el corazón de un ser tan puro?

- ¿Dices que yo lo robé?.-sonrió él.- Esa criatura que cargas ahí es quien se lleva en sus manos para siempre mi corazón.-dijo señalandola.

El ángel quedó en silencio por un momento.

- Me resulta difícil de creer tu benevolencia.-dijo.

- Estás en lo cierto, si por mí fuese, hubiese arrasado con la mitad de ustedes sólo para que nos dejasen en paz. Pero sé que ella no quería que nadie saliese herido por nuestra causa.

- Eres muy arrogante al afirmar algo así.

- Claro que lo soy, soy un diablo.-sonrió.

- ¿Por qué haces esto?

- ...Por que la amo. Algún día cambiaré las reglas del juego y será mía para siempre, pero hasta ese entonces esto es lo mejor para ella, todo es por su bien.-dijo por último Jimin y desapareció en la oscuridad.

El ángel miró a Anaciel que aún permanecía inconsciente y murmuró para si;

- Quién diría que un ángel tan joven sería capaz de domar a una de las peores bestias del infierno...-y regresó al paraíso.

Tal como aquel diablo prometió, Anaciel no recordaba nada de lo sucedido, prácticamente hasta su llegada al palacio, ni siquiera de sus viajes al mundo humano. Sus superiores decidieron que lo mejor era no mencionar el tema y todo quedó como si nada de eso hubiese existido.

El tiempo pasó y la curiosidad de ella por la música humana despertó, haciéndola regresar a esa tierra, ésta vez seguida a escondidas por un guardián. Pero al constatar que no había rastros del diablo la dejaban ir en soledad por el bosque.
Una extraña sensación abrazaba el cuerpo se Anaciel, como si hubiese olvidado algo que era muy importante, pero por más que lo intentaba no podía recordarlo.

Al igual que antes de que todo comenzara, cuando la música del pueblo llegaba hasta donde ella estaba bailando sola entre medio se los árboles, o quizá no tan sola, si no en compañía de un pequeño y hermoso pájaro de color violeta que siempre estaba rondandola en el lugar, llegando incluso a posarse en sus manos. Anaciel, ni siquiera aquel guardián, podían imaginar que esa ave era Jimin que, cumpliendo su promesa, cada noche esperó su regreso. Pero esta vez para amarla desde la distancia, en silencio.

Verla sonreír era suficiente para él, por ahora. Porque la amaba tal cual era, con sus hermosas alas, no quería que las perdiese por estar a su lado, no necesitaba que ella hiciese un sacrificio por amor, pensaba que no era justo que sufriese de esa forma.

El diablo era un diablo pero cuando amaba lo hacía de verdad, sin egoísmo. Aquel ángel se había llevado su corazón, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su bien, y en ese momento sintió que aquello era lo mejor, hasta que llegase el día en el que pudiesen estar juntos.

A veces amar de verdad significa dejar en libertad y la libertad en algunas ocasiones implica tener que olvidar.

EL ÁNGEL QUE BAILABA CON EL DIABLO.🌹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora