Sueño del perdido

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Maldita sea aquella tarde de otoño tan bella con sus árboles dejando caer las hojas y con el hermoso olor a crisantemos impregnado en el aire, preciosos rayos de sol al atardecer con el sol más grande y el cielo más terso visto en mucho, teñido este de naranja. Mientras que yo me encontraba encerrado en aquel almacén oscuro y ya corroído por el tiempo y la falta de cuidado absoluta, sobre las paredes crecían enredaderas y ya algunas plantas habían roto el fino suelo de concreto y se habían hecho aparecer dentro, especialmente hongos de todos tipos y colores pegados en paredes y andamios que se posaban alrededor, sin embargo, tan poca luz que entraba se lo dificultaba especialmente a las plantas. Y ahí en el medio del almacén nos encontrábamos yo un amigo y nuestro secuestrador, nos tenía no amarrados, pero si amenazados con un arma corta de tambor. Atrás de nosotros había dos cuerpos, uno que apenas si lo que le quedaba era el torso, este parecía un varón, pero estaba absolutamente desmembrado y podrido con gusanos asomándose a los orificios de su cabeza, difícil decidir su género, sin embargo, se veía joven, el otro cuerpo todavía algo sano, pero con una pierna cortada y su pantorrilla al lado, este cuerpo alguna vez fue de una mujer, pero ya no le pertenece. El secuestrador decidió empezar a comer, sobre una vieja caja de madera medio podrida postró un trozo de carne medio cocinado que tenía un olor distinto al común, si bien nos tenía a nosotros bajo su poder no parecía estar sintiéndose con poder, más bien le temblaban las manos y los ojos le lagrimeaban por momentos. Decidió dar el primer bocado a la carne que se había servido fue después de ese mordisco cuando se quedó quieto y perplejo como si hubiera hecho algo nefasto, entonces agarró el arma y la dirigió a su sien y así acabó con su tenso rostro y lágrimas que lo tenían tan errático, así cayendo su cuerpo hacia atrás y el trozo aquél se cayó sobre el pecho de él. Mi amigo y yo salimos corriendo por ese pedazo de carne, en días no habíamos comido al llegar a la carne la agarré e inmediato recibí un golpe en mi cara que me hizo caer, mi compañero agarró el pedazo que al yo caerme se cernía sobre el aire. –No tenemos porqué pelear por él –dije calmado para que no se alertara – lo podemos dividir entre ambos. Decidió levantar el arma del ahora suicida, me apuntó a una pierna y tiró del gatillo, empero, no disparó. Lo embestí inmediatamente tirándolo al suelo y quitándole el arma, revisé el tambor de aquél revolver y tenía solo cuatro balas en él, se encontraba caliente como si recién hubiera disparado, sin embargo, no hubo estruendo en el disparo ni el humo de la pólvora al dispararse. Al levantar la mirada del arma que sostenía en mis manos quien recién me había intentado dejar invalido no estaba. Busqué por el almacén <Charles, ¿Estás aquí?> decía en voz alta para localizarlo, no había escuchado la puerta abrirse y esta era un grande portón de hierro que haría mucho estruendo al moverse. No aparecía por ningún lado, tal como la bala el también parecía haber desaparecido. Decidí volver al centro del almacén a buscar algo que pudiera comer o saquear de aquellos cuerpos. Mientras registraba los cuerpos encontré el trozo de carne, entonces lo aparté para comer luego de despojar de sus pertenencias aquellos cuerpos que ya no las ocupaban. Primero revisé al hombre mayor que nos había capturado a Charles y a mí. Tenía un anillo de matrimonio, se veía caro, alguna vez fue quizás un hombre decente con familia, pero eso ya hace mucho desde luego. También llevaba consigo una petaca a medio llenar, me servirá para cuando tenga frío, llevaba consigo la billetera llena de billetes, pero eso no es algo que sirva ya, lo más seguro vivió antes de todo esto y los guarda como un recuerdo. El cuerpo del joven preferí no rebuscarlo, solo acercarse ya era desagradable. Me puse de cuclillas al lado del cadáver de la mujer para ver que me podía llevar, pude encontrar un anillo de matrimonio increíblemente similar al otro que me encontré. Asimilé que fueron un matrimonio alguna vez, sin embargo, no entendía porque yacía ahí, muerta y fresca aún, no quiero aventurarme en conclusiones más que nada para mantener mi sanidad mental, pero diría que fue el quien la mató, después de todo otrora hubiese sido castigado, pero ahora no hay nadie que lo juzgue más que si mismo. Lo más extraño era que le faltara el muslo, pero su pantorrilla la tuviese junto a ella. Aterrorizado por las ideas turbias que a mi mente opacaban de cualquier acto humano y cuerdo me acerqué a la carne y la observé. Era un trozo grande, medio cocido y con un olor que no se asemejaba al de la carne de un animal. Lo roté y vi algo perturbador que yo, aun habiendo vivido en este mundo por tanto tiempo así forjando unos nervios no muy fáciles de perturbar me hizo soltar un grito estrepitoso. Tenía un tatuaje ya borroso por seguramente haber sido cocinada la carne, era un rosal enredado por espinas. Todo insinuaba que en un absoluto desdén de euforia decidió comerse a su propia esposa, el otro cadáver probablemente padeció de la misma mala suerte. Antes de saber sobre este hecho había pensado en quedarme a pasar unos días en el almacén, pero ya no me siento cómodo de lo que sucedió ahí. Agarré mis pocas cosas, una mochila con un par de botellas de agua y comida enlatada abollada, y salí del almacén aquel. No sabía dónde estaba, desde luego era un sitio hermoso, nada más abrir aquél gran portón de metal pude ver la luz entrar anaranjada porque ya caía la noche y césped que crecía hasta sobre el agrietado asfalto que nos dejó el pasado, al otro lado de la carretera había un árbol que probablemente a estado ahí desde antes que yo y lo más seguro seguirá estando ahí después de que me vaya, sus raíces hasta se salían de la tierra arraigadas bruscamente a la tierra que estaba inclinada en un precipicio enorme que me daba como único horizonte el cielo en llamas y el sol cayendo. No podía quedarme mucho más viendo tan bello momento así que empecé a caminar en medio de la carretera, tenía que buscar donde pasar la noche, últimamente habían sido heladas y solía llover.

Después de una larga caminata pude observar en medio de un bosque al lado de a donde hace ya unos kilómetros estaba el almacén una luz proveniente de ahí, podía ser peligroso, pero ya casi era de noche y no podía seguir caminando mucho más entonces me adentré al bosque de pino seco. Mientras más me acercaba un escalofrío me recorría y aún más en el momento que logré percatar un sonido en la profundidad del bosque, justo de dónde provenía la luz que había visto rato atrás, era un sonido similar al de un tambor reiteradamente casi cada segundo, mientras más me acercaba escuchaba gritos en coro y cánticos extraños que no se si porque aún no estaban tan cerca o cual fuera la razón, pero no lograba entender que decían. Cuando ya estaba a pocos metros del epicentro me escondí tras un árbol y aterrorizado por lo que contemplaba un grito casi se me escapa pero lo retuve por razones de supervivencia, quien sabe que me harían aquellas personas si me viesen, aquellas personas que brincaban desnudos alrededor de una fogata enorme de almenos tres metros sobre la que tendían cuerpos humanos carbonizándose dejándolos incomibles y a esto unidos un grupo de personas de un aspecto extraño con taparrabo y la cara pintada que de su cuello colgaba un collar con dientes humanos y sobre su cara pintada una corona de dedos alargados. Definitivamente podía jurar por la edad que tenían que al haber dejado su pasada vida atrás por todo lo sucedido habían perdido su cordura armando aquel culto tan detestable. Era muy peligroso permanecer mucho más ahí pero no sé de hacer fogatas y a donde estaba me llegaba algo de calor, a no ser que quisiese morir congelado mejor me quedaba ahí. Al cabo de un rato los tambores se silenciaron y me asomé cuidadosamente a ver que sucedía, todas aquellas personas desnudas estaban tiradas en el suelo, las pocas que no aquellos seres que estaban en los cánticos se les acercaron los noquearon con una piedra, al acercarse a los que estaban desnudos se expusieron más al fuego así siendo iluminados, fue cuando reparé que aquello no era humano, no conocía mucho el mundo donde yo había crecido, pero sí que podría decir que eso no era de aquí, con su aspecto humanoide pero de almenos un metro más alto que un humano, al final de sus falanges se extendían unas formaciones óseas puntiagudas además como caminaban no eran erguidos si no algo inclinados y sus rodillas se torcían hacia atrás, por último, sus ojos... eran ovalados como los de un hombre pero sus iris absolutamente negras y horizontales casi llegando al lagrimal, no parecían siquiera tener vida se veían completamente secos y el fuego no se les reflejaba casi nada tras haber observado eso un terror absoluto me recorrió al igual que se me escapó un grito apabullante del que Ellos se percataron. No sé qué hubiesen hecho con aquellos hombres y mujeres que se encontraban ahora desnudos y tirados sobre el suelo de no ser por mi distracción, pero los dejaron ahí para ver de dónde venía aquel sonido que habían divisado. Invadido por el miedo me costó mucho comenzar a moverme, pero cuando lo hice por más que traté de ser silencioso mis pasos torpes por aquel horror eran escandalosos. Al reparar que mis estruendosos pasos no me esconderían apresuré mi paso hasta que empecé a correr, después de esto volteé a ver hacia atrás, un horrible escenario que me paralizó se me mostraba, uno de aquellos tan peculiares seres se postro con sus cuatro extremidades sobre el suelo como un cuadrúpedo, sus huesos o almenos lo que parecían se salía por donde deberían de estar los codos y las rodillas, su piel quedaba colgando y se balanceaba de un lado a otro entre cada paso que daba, el rostro de aquello que ya ni ser puedo llamar se deformó a tal modo que sus ojos quedaron tapados por su propia piel, quedando la cuenca de los ojos donde debería de ir el pómulo mostrando nada más los músculos de lo que parecía ser sus rostros. Aquella imagen me hizo desconcertarme totalmente y entre raíces me tropecé.

Cuentos de un sueño malditoWhere stories live. Discover now