Wammy's House

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Así, pasaron los años.

A medida que el tiempo transcurrió, el bebé que Watari acogió en el orfanato empezó a demostrar aptitudes sorprendentes para un niño de tan solo unos cuantos años de edad. Sin embargo, el anciano aún buscaba, sin tenerlo muy claro, un nombre adecuado para el pequeño, quien parecía siempre estar muy despierto. Pronto las mucamas se dieron cuenta de las inexplicables acciones que el niño era capaz de hacer. A diferencia de los otros, su manera de ver las cosas resultaba aún más compleja y enigmática y sus habilidades de deducción eran tan precisas que solían considerarlas perfectas, a pesar de que en el fondo éste sabía que existían probabilidades de que pudiera estar equivocado, mínimas, pero existían.

Sus compañeros por otro lado, no podían evitar sentir una pizca de envidia por su método de disipar las dudas expuestas en los acertijos que solían ponerles a modo de pruebas y muchos se preguntaban a menudo si era posible que el niño fuera alguna clase de bicho raro o ente extraño, ya que su comportamiento dio a demostrar una particular forma de ser en el infante.

La primera la notaron las mucamas, siendo éste tan pequeño, a sus cuatro años permaneció completamente inmóvil sin emitir algún sonido en uno de los pasillos del corredor que daban directo al vestíbulo principal. Parecía observar un punto fijo de la pared cuando una de las mucamas se dirigía a buscar a los niños que gozaban de sus horas recreativas. Esta lo observó parpadeante, con algo de inquietud, pues no era un comportamiento normal, se le acercó con cautela y el niño al darse cuenta de su presencia rápidamente se levantó del suelo y caminó en sentido contrario hacia la habitación compartida. La mucama algo desconcertada decidió ignorar lo sucedido y regresó a sus deberes.

La segunda vez sucedió un año más tarde y lo notó un grupo de niños asomando sus vistas hacia la copa del árbol del orfanato donde se encontraba el pequeño observando fijamente a sus compañeros quienes esperaban la oportunidad para golpearlo. Bien era sabido que el joven carecía de aptitudes para relacionarse con las personas puesto que su manera de hablar de cada una resultaba indignante para todos los que lo conocían. Muchas de las veces que el orfanato abría sus puertas para los días de adopción, los adultos le miraban vacilantes por no creer que sería la opción correcta.

Watari muchas veces presenció esos sucesos y siempre se acercaba a sus espaldas poniendo una mano en su hombro derecho mientras veían como algunos de los niños siempre lograban ser adoptados. Pero éste siempre le decía afectuosamente que no se preocupara y que todo estaría bien, seguido de una invitación para tomar té en su despacho y comer unas cuantas galletas.

—Fue maravilloso, ¿no te parece? —opinó una de las mucamas a otra que recién acababa de despedir a una de las niñas adoptadas— Me alegra que nuestra Lily haya podido encontrar una familia.

—Ya lo creo, fue muy lindo ver su rostro tan alegre —afirmó su compañera.

—Es una pena que no todos hayan podido irse.

Su amiga, por otro lado arqueó una ceja.

—¿Todos? —preguntó incrédula.

—Oh, bueno, ya sabes a lo que me refiero —le respondió algo abochornada—. Hablo de los niños normales, ya que, obviamente ese niño pues...

—¿Si, señorita London? —Les preguntó una voz a sus espaldas— Me parece haber oído, y corríjame si me equivoco, pero creí escuchar que usted y la señorita Davis sugerían que uno de los niños del orfanato no sería adoptado por ser alguien extraño.

Al instante, ambas mucamas se quedaron lívidas, girando entre sí para encontrarse con el rostro de la señora Greta quien les sonreía espeluznantemente mientras éstas sólo podían estar petrificadas por haber sido descubiertas hablando mal de alguno de los niños.

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