II

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A la mañana siguiente tocaron a la puerta, yo bajé apresurada esperando por dentro que fuese Paul, anhelado que me visitara con algún pretexto tonto, impredecible como sólo él sabía.

Me encontré pues con alguien que no esperaba. Con el último rostro que me hubiese imaginado.

—Hola --saludó el chico pálido del día anterior--, ¿está Cynthia en casa?

—Hola --respondí--, no, creo que se quedó a dormir con John.

—Creo que he elegido el peor momento --dijo con tristeza.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—Cynthia me había prometido auxiliarme en uno de mis reportajes para la revista Queen --sacó de su pequeña mochila una cámara negra que pasó a colgarse sobre el pecho--, pero veo que lo ha olvidado.

—Así es Cynthia --respondí--, pero puedo yo ayudarte, si es que se puede --me ofrecí.

Stuart pasó a sonreír arduamente y asintió.

—Sería un gesto muy amable --admitió.

—Podríamos ir a la cafetería --propuse, no tenía la confianza de dejarlo pasar en la casa, era un extraño para ese momento.

—Seguro --me respondió sin abandonar su semblante contento.

Tomé un suéter delgado, mi cartera y las llaves. Cerré la casa y caminé junto a Stu.

...

Caminamos un par de cuadras hasta llegar a la cafetería en la que habitualmente desayunabámos Cynthia y yo los domingo, hábito que desaparecía muy pronto. Pedimos una taza de té de arándanos y unas pequeñas galletas de vainilla y azúcar.

—¿Cómo conoces a Cynthia? --inició Stuart.

—Nos conocimos en la iglesia.

—¿Eres muy ferviente a la religión?

—No --reí bajito--, yo era más que nada su ayudante. Cynthia ayudaba en la administración y yo la apoyaba a ella.

Stuart asintió y la mesera pasó a dejar nuestras tazas en la mesita de madera.

—¿A qué te dedicas? --prosiguió.

—Soy maestra de historia en el instituto de Liverpool.

—¿De verdad? --preguntó sorprendido mientras bebía de su taza--, ¿cómo así? A mi siempre me ha gustado eso de la historia, ya sabes Maria Estuardo y el delfín de Francia Francis y todo eso de Enrique VIII y Ana Bolena es tan... inspirador --suspiró alegre.

—Seguro sabes demasiado.

—Me falta por aprender --confesó--, pero tú podrías darme clases particulares --guiñó el ojo.

—Seguro --reí por el gesto.

—Y bueno, tú y Paul están juntos, ¿cierto?

—Lo siento, no te entiendo, ¿a qué te refieres? --comencé a ponerme nerviosa.

—Sí, lo que quiero decir es que si ustedes están en alguna relación o esas cosas, ayer parecía que lo estaban.

—Oh, no, no, para nada. Nosotros sólo...--nos acostamos, me susurró esa voz molesta en mi mente--, somos amigos --pasé a tomar una galleta de la mesita y la mordí.

—Como lo siento, yo sólo creí...

—¿Qué estabamos en una relación amorosa? No --sonreí falsamente--, eso terminó hace tiempo.

I'll Follow The Sun • Stuart, Paul y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora